No se podrá decir que no busqué la concisión y el discreto lujo de la brevedad en aquel escueto blog, anhelando dejar atrás el desborde y la chabacanería de éste. Con su apariencia alba y minimalista, ilusamente pretendí aspirar a la contención y la mesura, a la ponderación de lo apolíneo. Pero lo confieso, fracasé rotundamente: me pregunto, fútilmente, cómo a uno le da por tener su libreta de apuntes en la blogósfera cuando antes bastaba, sin más,
el bolsillo del gabán.
Bueno, como acto de contricción ya basta. He aquí una antología de las entradas de aquella bitácora ida y vergonzante:
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Sé que nunca seré feliz pero sé que ¡puedo ser muy alegre!
Marilyn Monroe
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Cuando el usuario afirma, de entrada nomás en la consulta, que “no cree en los psiquiatras”, la cortesía más elemental impone que no se replique manifestando que uno coincide plenamente con tal aserto.
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No se puede alucinar el dolor: para que una sensación sea percibida como dolorosa, tiene que doler.
S. Kripke
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The fundamental error of psychiatry is that it regards life as a problem to be solved, instead of as a purpose to be fulfilled.
(El problema fundamental de la psiquiatría es que considera a la vida como un problema a ser resuelto en vez de un propósito a ser cumplido.)
Szasz
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Kurt Schneider
Cuenta López Ibor que Kurt Schneider, psicopatólogo minucioso y prolijo, sentía terror por la tautología y la retórica psiquiátrica. En un simposio sobre delirios al que asistieron juntos, luego de la intervención flamígera y barroca de un colega, Klaus Conrad lo invitó a intervenir. Schneider no quiso. “Lo que yo hago -dijo- no tiene nada que ver con todo eso.” Y permaneció callado.
Era Schneider hombre de pequeñas notas y grandes silencios. Hacia el final de sus días confesó a López Ibor que se hallaba desinteresado de la psiquiatría y que tampoco la filosofía le decía nada. Solamente la teología -y la sombra del más allá- concitaban algún interés para él. Porfiado, López Ibor quiso conocer de qué trataba el dilatado intercambio epistolar que el psiquiatra había mantenido con el filósofo existencialista Martin Heidegger. “Gedichte”, respondió.
“Gedichte” en alemán es: Poesía.
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Homenaje absoluto al placebo
Había una vez unos colegas psiquiatras que ante cuadros relativamente moderados, relativamente reactivos de depresión, indicaban a sus pacientes: “si hay días en que se siente relativamente mal, tome Ud. el doble de dosis de antidepresivo, y los días en que ya esté mejor, vuelva nomás a la dosis de siempre.”
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No he olvidado a la señora orate que habitaba una esquina a mitad del camino que yo recorría de casa a la escuela. Huesuda y de oscuras greñas, solía mirarme de soslayo cuando transitaba a su lado. Con quién hablaba, a quién maldecía, de qué reía, eran preguntas que yo ni siquiera me hacía: simplemente la veía maldecir, hablar y reír, arrinconada y solitaria bajo el sol del mediodía.
Mentiría si dijese que allí nació mi “vocación psiquiátrica”. Mas bien debo haber pensado en mi simpleza que algún día, aparte de astronauta y árbitro de fútbol, también yo podría llegar a ser loco.
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Desprestigio de la felicidad, esplendor de la depresión
La búsqueda en Google del término “depresión” arroja 21 800 000 entradas contra 1 380 000 correspondientes a la palabra “infelicidad”.
“Unhappiness” produce 8 760 000 entradas en el mismo buscador; liliputiense, ridícula cifra ante las 269 000 000 entradas prohijadas por la búsqueda del término “depression”.
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Habían una vez unos colegas psiquiatras que decían que por cada pensamiento o sentimiento “torcido” debía haber en el cerebro una molécula de neurotransmisor “torcido”.
Y cada psiquiatra que dice esto no será, digo yo, ¿un psiquiatra torcido?
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CORAZONAR, hace falta el neologismo.
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Vis medicatrix naturae
Ya no se habla de la “vis medicatrix naturae”. Y no porque el latín sea una lengua muerta. Pero nadie te enseña y a nadie enseñas qué es la “vis medicatrix naturae”.
El latín ya no es prestigio. Hipócrates fue un viejo loco. La neurobiología da la hora. Qué será “vis medicatrix naturae”.
En el Curso de Psiquiatría de Honorio Delgado atisbamos la siguiente frase: “Nuestro poder y la seguridad de nuestra conducta profesional arraigan (…) en la confianza que tenemos en la vis medicatrix naturae.”
Como la cortesía impone que no preguntes lo que no te pueden contestar, durante buen tiempo no supimos qué significaba la frase latina.
Afortunadamente Google explica todo en esta época donde ya nadie suscribe con denuedo la frase de Don Honorio.
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Sucede tal vez que no enfatizamos que los dos más grandes temores de la gente -o dos de los más grandes- son la muerte y la locura.
Y vamos por allí pensando que sólo a la muerte tememos…
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El experimento es sencillo. Se le pregunta al estudiante de medicina en los años últimos de la carrera: “Si viene un paciente quejándose de dolor de vientre, ¿tú le crees?” Luego se mide los segundos que toma para responder.
Posteriormente se le puede repreguntar: “Y si en tu examen físico no hallas nada positivo, ¿le sigues creyendo?” Y aún: “Y si luego en los exámenes auxiliares no se halla nada, ¿le crees todavía?” Usualmente se podrá verificar que el tiempo de latencia se incrementa paulatinamente para responder. (Por no decir nada del sorprendente contenido de las respuestas).
La variante de la pregunta que emplea alucinaciones o delirios en vez de dolor de vientre puede originar desoladoras respuestas.
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A diferencia de bienestar, la palabra
bienser no figura en el diccionario.
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…hay errores todavía más tenaces que el delirio. Respecto al carácter de absurdo o inverosimilitud, Leuret hace cien años se expresaba: “He buscado en Charenton, en Bicetre y en La Salpetrière la idea que me pareciera más descabellada, y al compararla con muchas de las que circulan por el mundo, he visto con sorpresa y casi con rubor que no había diferencia alguna entre las mismas.” Exactamente lo mismo repetía Hoche (…) que no hay ninguna idea delirante que no pueda ser superada en su carácter absurdo por las convicciones de los individuos fanatizados, ya se trate del individuo aislado o de la masa.
H. Ey
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Ningún loco está loco si uno se conforma con sus razones.
García Márquez
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El enfermo se cura con el médico, sin el médico o a pesar del médico.
Cuán olvidado tenemos este refrán.
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Uno aspira a la invisibilidad pero por error de amanuense del destino queda inscrito en el rubro de la imbecilidad.
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Vuelvo a recordar a la señora orate que moraba en la calle camino de la escuela cuando yo era infante.
Un día apareció embarazada. Mi supina inocencia de entonces asumía que las mujeres podían tener hijos solas, sin concurso de varón.
Y así como podían tener hijos solas, podían también bailar solas -como la loca lo hacía- y hablar a solas, si no tenían con quién.
Ya después entré en la edad de la razón -debo suponer que maduré-.
Una tarde vi a la señora en medio de la avenida tirando piedras iracunda. Lamentablemente todo quedó en frustro intento suyo. Necesitaba a los transeúntes para arrojarnos piedras, pero ni suficiente pedregullo en la pista había.
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En el archivo de la vertiginosa década de 1960 hemos hallado esta bella frase:
“The psychiatrist is the obstetrician of the mind.” (N Engl J Med 1964; 271: 1068)
Ya no.
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Hace poco un congreso de neurofarmacología o psicofarmacobiología -aunque en realidad era de farmacopsiquiatría- se suscitó en nuestro medio y ostentó el eslogan de: “Trastorno Bipolar: la enfermedad del Siglo XXI”
El tono de amenaza resultó, por demás, evidente.
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M. Balint en la introducción de El médico, el paciente y la enfermedad, refiere que el medicamento más frecuentemente empleado en la práctica médica general es, con mucho, el propio médico; es decir que no sólo importa la caja de medicinas o el frasco de píldoras, sino el modo cómo el médico las ofrece al paciente, en suma, toda la atmósfera en la cual el fármaco es administrado y recibido. Balint advierte, sí, que aún no existe ninguna forma de farmacología respecto de tan importante droga: es decir, prescripciones sobre el dosaje que debe aplicar el profesional cuando se trata de su propia persona, en qué forma debe hacerlo, con qué grado de frecuencia, cuáles son las dosis curativas y las de mantenimiento. Pero más inquietante todavía es la carencia total de literatura sobre los posibles riesgos de este tipo de medicación, las reacciones idiosincráticas a él y los indeseables efectos secundarios de la droga. En realidad, insiste Balint, la exigüidad de información sobre este medicamento, el de empleo más frecuente, es abrumadora e inquietante, sobre todo cuando se considera la riqueza de información disponible en torno de otros medicamentos, aún de aquellos que acaban de ser incorporados a la práctica médica general.
Desolación de la metáfora.
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Es una parodia epistemológica que se pida a los psiquiatras que acepten la Medicina Basada en Evidencias (MBE), sin más evidencias que el chantaje moral creado por aquellos que afirman que las matemáticas son la forma más elevada de ciencia y por lo tanto que lo que es matemáticamente demostrable supera todo lo demás”… “nunca se ha diseñado un ensayo a gran escala que demuestre que prescribir y tomar decisiones fundadas en la MBE sea significativamente mejor que la toma de decisiones basadas en el conocimiento y en la experiencia de los médicos. (G. Berríos)
Menéndez Osorio F. La historia clínica y la anamnesis en la psicopatología actual. De la biografía a la biología. De la escucha y mirada clínica a la escucha y mirada por los aparatos. ¿Qué es la evidencia en salud mental? Rev Asoc Esp Neuropsiq 2012; 32 (115): 547-566.
http://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/view/16533
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Soliloquio: solo y loco.
(En la consulta)
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El acto médico si bien es un acto científico en la mayoría de los casos y también, en diversa medida un acto social, es siempre un hecho psicológico.
Portes
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Todos somos unas máquinas del tiempo de vuelo de ave de corral.
Bioy
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¿Qué significa decir de una persona que es un esquizofrénico? No significa nada. Es como decir de una persona que es normal. Usted es normal, el fotógrafo es normal y yo también lo soy, pero eso no quiere decir nada.
C. Castilla del Pino
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El verdadero artista
No cuadro, no escultura,
no música, no poema,
el verdadero artista
es el que su Alegría crea.
Gloria Fuertes