jueves, 6 de agosto de 2009

De la invisibilidad humana









Jerusalén (31.07.09).- Un israelí que corría desnudo por las calles de Tel Aviv explicó a los policías que lo detuvieron que es "un hombre invisible" y, por lo tanto, no cometía ninguna ofensa. El hombre de 38 años será sometido a un examen psiquiátrico, indicó la policía del estado hebreo (AFP).

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En Europa, allá por el Siglo XVI habían melancólicos que sufrían delusiones -delirios- de hallarse sus cuerpos formados de cristal quebradizo. El énfasis no era en la transparencia del material sino en su inalienable fragilidad.

En 1897 H. G. Wells publicó 'The Invisible Man', novela en que su héroe, un científico atrabiliario apellidado Griffin, conseguía alterar el índice de refracción de su cuerpo de modo tal que no absorbiera ni reflejara la luz, tornándose invisible a los ojos de los demás. Al final, masacrado y muerto a golpes, su cuerpo recién se hace visible: desnudo y ensangrentado.

Ya quisieran las personas que sufren la llamada fobia social hacerse invisibles... Pero ellos y ellas se perciben aterradoramente 'hipervisibles'.

Pero por otro lado, hay gentes que todos hemos visto en la TV: que irrumpen corriendo en cueros durante espectáculos públicos, ávidos de visibilidad pública -y no sólo visibilidad púbica, ciertamente-. En inglés tal conducta es denominada 'streaking' y hay páginas electrónicas enteras dedicadas a sus protagonistas y su peculiar afición.

Una rápida búsqueda en Medline no arroja resultados sobre delusiones de invisibilidad. Tampoco sobre el 'streaking'.

Sin embargo, la invisibilidad no tiene que ver sólo con la reflejar y absorber luz sino con reflejar y absorber algo de los otros, de sus miradas, de sus vidas y de sus presencias: ser visible implica el reconocimiento del otro, de la existencia y de la identidad del otro.

Hoy los seres más invisibles son aquellos a quienes no queremos ver. O a quienes recién 'veremos' -con el pálido interés que suscita una estadística- cuando tengan el mismo final que Griffin, el personaje de Wells.



1 comentario:

Tony Chávez Uceda dijo...

Qué grandioso post mi querido amigo. Esa invisibilidad que no es padecida por el invisible, si no por quien no lo puede ver. Esa delusión negativa, oligoespectral, alumínica, esquizoscópica, lisoftálmica, que sufren tantos habitantes de la capital. Síndrome implantado por los criollos que aun en estas épocas, se creen españoles y pegan el escudo de armas de su familia, cuando ostentas facies de queso o de llama. Siempre recuerdo el emotivo discurso de Beatriz Hart Bedoya, una abogada apitucada, de esas limeñitas que tienen algunos rasgos caucásicos, que se creen europeas o estadounidenses por decir cool, bye, please; luego de contemplar la brutalidad de la guerra con el terrorismo, dijo "que ciega estuve, nunca me di cuenta que eran mis compatriotas, nunca ví la vasta realidad del Perú". Grande Beatriz, en ese momento te convertiste, de veras, en una ciudadana del Perú.