miércoles, 28 de julio de 2010

La psicosis de la prisa








"No sé porqué se me figura que en el siglo XX, el de los fabulosos avances técnicos del hombre, ese siglo que sustituye auroras con electricidad, y la música de las esferas por la de la radio, va a ser un siglo de prueba para la lengua. Tres gracias modernas han desalojado de su pedestal mitológico a las gracias antiguas: son la prisa, la eficacia, el éxito. Las tres hijas del mismo Dios: el dios Praktikos. Padecimiento general y que todos conllevan, sin saberlo, es la psicosis del tiempo. Lewis Mumford, en su Technics and Civilization, explica así los orígenes de esta psicosis, que él pone en el régimen industrial moderno, cuando comienza la regimentación del tiempo a influir en todo el mundo occidental: "El tiempo se convierte en una mercancía, en un género, en el sentido en que se había convertido el dinero. El tiempo, como pura duración, el dedicado a la contemplación y al soñar, se considera como un despilfarro digno de odio... Todavía la gestación humana dura nueve meses, pero el tempo de todas las demás cosas de la vida se acelera, el espacio de tiempo se contrae, los límites se recortan arbitrariamente, no en vista de la función y de la actividad, sino en vista de un sistema mecánico de contar el tiempo. La periodicidad mecánica sustituye a la periodicidad orgánica funcional en todos los sectores de la vida en que puede realizarse la usurpación. El tiempo mecánico se convierte en una segunda naturaleza; la aceleración del tempo viene a ser un imperativo para la industria y el progreso. Acortar el tiempo de un trabajo determinado, lo mismo si el trabajo es grato que penoso, apresurar el movimiento por el espacio, igual si el viajero viaja por gusto que si viaja por negocio, se consideró como un fin en sí mismo." Un poeta español de nuestros días, Antonio Machado, ha añadido a las designaciones latinas del hombre, en sus diversos tipos, una nueva: no basta con homo sapiens, con homo loquens, con homo faber: el hombre de hoy responde a un nuevo dictado: homunculus mobilis, el hombrecillo que se agita. Ahora bien, creo muy difícil que esa aceleración por el gusto de la aceleración, ese apresuramiento acéfalo, a pesar de tantas bibliotecas, y áptero, a pesar de tantos aviones, pueda ser beneficioso en modo alguno para esa simbólica de la vida del espíritu que es el lenguaje. No hay clima más favorable al crecimiento normal y completo de la obra del espíritu que el tiempo libre y sin tasa, el tiempo natural. ¿Qué hubiera salido de la mente de Goethe si le ponen plazo improrrogable para entregar su Fausto? ¿Qué veríamos hoy en las estancias del Vaticano si se espolea a Rafael Sanzio para que se dé prisa a terminar sus murales? ¿Y qué jefe de negociado pondría a trabajar a Isaac Newton con la orden expresa de que le dé resuelto en tanto tiempo el problema de la gravedad? La gran obra, literaria, pictórica, entre otras lecciones nos aporta la evidencia misteriosa de haber nacido, crecido, llegado a su perfección, con paso y andadura acordes a su misma naturaleza, no a una exigencia extraña. Entre los renglones de la prosa del Quijote, de Paradise Lost, de Gargantúa, se siente transcurrir un tiempo sin prisa, generosamente ofrecido, a la vez que se ofrece el papel a la pluma, al pensamiento, para que sobre él trace sus rasgos decisivos. En la Divina Comedia avanzan los tercetos con insistente "paciencia, olvidada del tiempo, pensativa sólo en el fruto." El lenguaje, como creación espiritual que es, también necesita su tiempo, en cuanto llega a sus funciones superiores. Imaginémonos, por ejemplo, un diálogo que tenga por interlocutores a dos personas de cierta calidad intelectual, un diálogo fecundo y activo, en que las palabras vayan alzando en el aire las estructuras harmoniosas e invisibles de un pensar bien pensado. Nada, ni nadie, les urge. Ante ellos el tiempo se extiende ilimitado y dócil como la superficie marina ante la vela henchida. Y en este sosiego las ideas se alumbrarán cabalmente, dando con su extrema forma de exteriorización lingüística, entregándosenos sin reserva. ¡Pero qué diferente sería la situación si los dos presuntos dialogantes conversan mirando el reló a cada paso, porque tienen un quehacer a las cuatro y media y son las cuatro menos diez! Es, pues, muy probable que en una sociedad que impone a sus individuos, como ley indiscutible, la concepción mecánica del tiempo, la libertad del lenguaje expresivo se vea coartada y se malogren sus frutos, por falta de paciencia para la madurez. Todos los idólatras del trabajo por el trabajo, todos los taylorianos, mirarán con recelo y sospecha a cualquier grupo de individuos que a la sombra de unos árboles, junto a una fábrica conversan con calma. El veredicto instantáneo del burgués acude en seguida a los labios: "¡Qué vagos, qué manera de perder el tiempo! ¡Más valiera que estuvieran trabajando!"


Pedro Salinas (1891-1951)
Finísimo poeta y ensayista español.
Este fragmento, titulado ""El siglo XX y el lenguaje. La psicosis de la prisa", corresponde a su volumen de ensayos "El defensor" (Bogotá, 1948). Cito la edición de Península, Barcelona, 2002.

martes, 27 de julio de 2010

La frase del día







“I can stand brute force, but brute reason is quite unbearable."


("La fuerza bruta, la resisto, pero lo que no puedo aguantar es la razón bruta".)


Oscar Wilde


lunes, 26 de julio de 2010

Las personas alérgicas se suicidan más





Una constatación que se ha venido repitiendo en estudios de epidemiología del suicidio es la simultaneidad entre sus picos de incidencia y determinadas estaciones del año (primavera, en mayor medida, y el otoño).  No existe aún una hipótesis cabalmente satisfactoria para este hecho.

Sin embargo, una serie de observaciones respecto a la comorbilidad de alergias -sobre todo respiratorias-, trastornos depresivos y de ansiedad, y los intentos suicidas, podría arrojar algunas luces sobre el asunto.

Por una parte, se ha encontrado que los procesos alérgicos desencadenan la presencia en el plasma sanguíneo de ciertos mediadores inflamatorios como el factor de necrosis tumoral y la citoquina IL-6, estas moléculas per se inducen estados de ansiedad y disforia, pero adicionalmente alteran la regulación del eje endocrino hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, nuclear en la fisiopatología de los trastornos depresivos, además de perturbar funciones enzimáticas como aquellas relacionadas con el metabolismo de la serotonina.

Otra observación es aquella que correlaciona el desarreglo del sueño en personas alérgicas durante los periodos de exacerbación de sus molestias y la indiscutible asociación del insomnio con el mayor riesgo suicida, aquí el origen no se halla únicamente en la molestia somática sino en que los mediadores bioquímicos de la alergia irrumpen alterando el sueño normal.

Probablemente, señalan los estudiosos del tema, exista una vulnerabilidad compartida a procesos alérgicos, trastornos del estado del ánimo y riesgo suicida; rasgo idiosincrático sobre el que los alergenos actuarían finalmente cual gatillos de las tentativas autoeliminatorias.

Huelga decir que estas son investigaciones preliminares y así deben analizarse, además de recordar que la perspectiva epidemiológica no puede aplicarse de modo excluyente a un individuo aislado. La conducta suicida es enormemente compleja y estos hallazgos no pretenden significar que la alergia sea el único o el principal riesgo suicida, ni mucho me... me... aaachiiissss..!

Gracias.



ENLACES


- Postolache TT, Komarow H, Tonelli LH. Allergy: A Risk Factor for Suicide? Curr Treat Options Neurol. 2008; 10(5): 363–376.

- Goodwin RD,  Eaton WW. Asthma, Suicidal Ideation, and Suicide Attempts: Findings From the Baltimore Epidemiologic Catchment Area Follow-Up. Am J Public Health. 2005 April; 95(4): 717–722.



Otras entradas relacionadas en el blog:

- 1 000 000 de suicidios / año.

- Más gente se suicida los lunes.

domingo, 25 de julio de 2010

Carlos Alberto Seguín y la psiquiatría de enlace




Leo reciente y entusiasta noticia: "Hospital Almenara pondrá en marcha unidad de psiquiatría para tratar problemas de salud mental". Y no leo mal. Se trata del viejo Hospital Obrero, aquél de la Seguridad Social en la avenida Grau, donde hizo señera escuela en toda la segunda mitad del siglo XX, el Maestro Carlos Alberto Seguín.

Pensar que, como recuerda el mismo Maestro en el libro de entrevistas que le hiciera su discípulo Max Silva Tuesta ('Conversaciones con Seguín', Mosca Azul Editores, Lima, 1979), cuando llegó luego de su formación como psiquiatra en los Estados Unidos aquel año de 1945 y fue incorporado al Hospital Obrero recién inaugurado cuatro años antes, tuvo la siguiente impresión ante la institución que lo acogía:

"Debo confesar que quedé hondamente impresionado cuando lo conocí. Era un modernísimo edificio, con iluminadas salas y brillantes pisos, deslumbradoras cocinas y asombrosos -para entonces- equipo médico y quirúrgico. El Director, don Guillermo Almenara, me dijo que mis labores serían solamente las de atender emergencias psiquiátricas, puesto que todos los casos de 'locura' serían inmediatamente enviados al Hospital Víctor Larco Herrera. Por supuesto que no tomó en consideración nada de lo que traté de insinuar respecto a la necesidad de atención psiquiátrica en el sentido más amplio, en colaboración con todos los servicios, ni mi convicción de que cada día la medicina se orientaba más hacia la comprensión psicológica de todos los enfermos. Ante mi observación de que nos hallaríamos con el problema de los neuróticos y especialmente de los conversivos (entonces no se hablaba aún de la psicosomática) más que con el de los psicóticos, sonrió paternalmente, con la suficiencia que le daban sus amplios conocimientos como administrador de hospitales, y me envió a trabajar.

No se había previsto la existencia de un consultorio para psiquiatría y, a mi exigencia, se me permitió atender en un cuartito destinado a la limpieza y anexo a los consultorios de medicina. El primer mes vi seis pacientes en el "consultorio"; al cabo de seis meses, el promedio ascendió a doscientos.

Mi labor, además, consistía en ir de piso en piso, a contestar las consultas de los colegas debiendo, para hacerlo, no solamente realizar las investigaciones clínicas sino todas las maniobras semiológicas sin poder contar con ayuda alguna. Los primeros casos fueron neurológicos, lo que implicaba punciones raquídeas, exámenes de fondo de ojo, etc., amén de las pruebas psicológicas que aún no sé cómo ni en qué tiempo pude intentar.

Los colegas me miraban, naturalmente, como a un verdadero extraño, casi un intruso. Era comprensible, desde su punto de vista. Habían sido educados para ver en el psiquiatra un "loquero" y en sus pacientes casi animales peligrosos cuyo lugar era el manicomio.

Sería muy largo relatar la lucha, año tras año, para cambiar todo eso y llegar a lo que la psiquiatría es hoy en nuestro país: una especialidad respetada y que se ocupa con los problemas emocionales de los seres humanos a los que se puede ayudar.

Esos esfuerzos fueron grandes: había que luchar contra los prejuicios del público; contra los médicos, quienes aconsejaban  a sus pacientes no acudir donde el especialista y se creían capacitados para tratar sus enfermedades "nerviosas"; contra los neurólogos, que consideraban la psiquiatría como parte de su especialidad y contra los mismos psiquiatras que, formados en una escuela somaticista o imbuídos de pseudo-filosofías, combatían cualquier esfuerzo por salir de esos moldes. El Servicio de Psiquiatría del Hospital Obrero se convirtió entonces en fructífero centro de trabajo. (...)"



El antiguo Hospital Obrero, (hoy Guillermo Almenara), de Essalud.


Psiquiatría de enlace y medicina psicosomática son actualmente términos que designan campos similares de práctica y estudio, aunque sin duda existen algunos matices de diferenciación. En general son tres grandes grupos de pacientes los que resultan objeto de atención de la medicina psicosomática y de la psiquiatría de enlace: aquellos con enfermedades psiquiátricas y médicas comórbidas que complican el tratamiento; aquellos con trastornos somatomorfos y funcionales; y aquellos con trastornos psiquiátricos que son consecuencia directa de una enfermedad médica primaria o de su tratamiento. Recuérdese que medicina psicosomática es un término de larga  historia, desde la introducción del término 'psicosomática' por Heinroth en 1818 y 'medicina psicosomática' alrededor de 1922 por Felix Deutsch. Aunque ha tenido connotaciones ambiguas como 'psicógena' y también 'holística', tal parece que es esta última la que finalmente se ha impuesto en su caracterización. Debe tenerse en cuenta además que la medicina psicosomática es la especialidad psiquiátrica más reciente en ser aprobada formalmente por el American Board of Medical Specialties, el año 2005. (Recojo estos conceptos de la introducción al Tratado de Medicina Psicosomática editado por J. Levenson, Ars Medica, 2006).

Fue pues Carlos Alberto Seguín el pionero y el introductor de la Medicina Psicosomática, de la psiquiatría asentada en el hospital general en nuestro medio a partir, como él lo recuerda, de un cuarto de limpieza convertido en consultorio. (El antecedente único y lejano fue el de Hermilio Valdizán que por breve tiempo, entre 1915 y 1916, tuvo a su cargo un consultorio de 'enfermedades nerviosas' en el Hospital Dos de Mayo, antes de que él fuese promovido al Hospital Larco Herrera, exclusivamente psiquiátrico).

La psiquiatría confinada al hospital psiquiátrico-manicomial tiene hoy una perspectiva de desahucio. El nuevo foco de la atención psiquiátrica no sólo ha emigrado a la comunidad en la medida de lo posible sino que ostenta como institución abanderada al hospital general, el hospital doméstico que todos conocemos. Huelga decir que es imperativo allí también se constituya el núcleo formador de los nuevos colegas: el escenario principal de la formación psiquiátrica actual, otrora centrada en el paciente crónico y severo, institucionalizado y recurrente, debe migrar definitivamente.

Por ello, leyendo esa noticia sobre la flamante 'unidad de psiquiatría de enlace' en el añoso Hospital Obrero del Seguro Social, he querido recordar al viejo Maestro quien habría sonreído comprensivo. Y queremos evocarlo también con otras sabias palabras suyas acerca de distintos acápites, como cuando reflexionaba sobre su propia institución y sus propios colegas, en conceptos que seguramente no han perdido toda su vigencia -y podrían además extrapolarse a otros ámbitos laborales-:

"Ante todo, recordemos que el hombre actúa por motivos, es decir, algo que lo mueve. ¿Qué motivos tiene el psiquiatra que trabaja para el Seguro? Desgraciadamente, en la actualidad, pueden solamente señalarse los motivos económicos. Ganar un sueldo y, cuando una persona tiene como único motor anímico el ganar un sueldo, trata de hacerlo de la manera más fácil posible y, por supuesto, piensa siempre que lo que gana es muy poco. No sé de alguien que tenga como único motivo el sueldo, que se manifieste contento con él. El trabajo se convierte, entonces, en una esclavitud y el trabajador está calculando cuánto ganan los demás y cuánto deja él de ganar; cuánto "lo explotan" y cómo puede explotar a los otros. El trabajo, entonces, es una maldición.

De todo esto se desprende que, cuando hay otros motivos, otros pueden ser los resultados. ¿Qué otros motivos? Recuerde usted que hubo un tiempo en el que trabajaban en nuestro Servicio muchos más médicos ad-honorem que los rentados; que venían desde otros países a hacerlo y que no se quejaban. Es que los movían intereses distintos: el deseo de aprender, la mística de la psiquiatría, el espíritu de grupo. Todo eso ha desaparecido. ¿Recuerda usted cuando cada reunión clínica era una oportunidad para cambiar ideas, para plantear puntos de vista propios, para mejorar en el trabajo y beneficiarse con las opiniones y sugerencias de los demás? (...) ¿Recuerda usted cuando nosotros mismos leíamos nuestros trabajos a los otros miembros del grupo, entusiasta y fructíferamente? ¿Recuerda cuando cada miembro del grupo debía exponer ante un público numeroso y cordial, un capítulo de psicología y psicopatología y tenía que esmerarse en estudiar y aprender? ¿Recuerda cuando se discutían proyectos de investigación y se estimulaba a cada uno para que los emprendiera?

Todo ello constituía motivos, motivos que matizaban la labor y la hacían interesante y provechosa. Ahora ya no se "pierde el tiempo" de esa manera.

(...)

Por otra parte, cuando se ama a la profesión  y verdaderamente se quiere a los que se nos aparecen como pacientes, hay un motivo más, y poderosísimo: comprenderlos y ayudarlos. Y cada ser humano, si nos acercamos a él, nos descubre mundos nuevos a los que podemos, y debemos acercarnos con atención y amor.

Hace poco me preguntaba usted el porqué de la poca producción de los colegas. ¿Hay algún trabajo que muestre un acercamiento concienzudo y amoroso a los pacientes y descubra, así, horizontes originales que se hallan escondidos, no en el cuadro clínico, sino en el alma de cada enfermo?

Es muy fácil racionalizar, diciendo que los factores externos no pueden cambiarse y, de esa manera, alejarse de la humanidad de los pacientes como personas y considerarlos solamente como engranajes en la maquinaria social. Es fácil, pero destructivo.

¿Cree usted, realmente, que si cada psiquiatra del hospital dedicara algo de tiempo y corazón a un solo paciente para tratarlo como a un hermano que sufre, aunque se contentara con recetar calmantes a los demás, no ganaría mucho? Pero, no es así. Trata de salir del paso en el menor tiempo posible, para cumplir otras obligaciones, que desempeña con el mismo desamor, sintiéndose frustrado en todas.

(...)

Mucho más podría decirse, si no nos contentamos con diagnósticos fáciles y pensamos que cada fenómeno humano, si queremos comprenderlo, debe ser estudiado a fondo, yendo a los factores que se hallan, a veces, cubiertos por una serie de racionalizaciones que puede ser que calmen un super-yo poco exigente, pero que no satisfacen a un espíritu inquisitivo y profundizador.

Y, para terminar. Todo trabajo que se hace a disgusto no puede producir otra cosa que disgusto. Acaso la mayor sabiduría en la vida es encontrar un trabajo que nos guste y gustar de nuestro trabajo."


Hasta aquí la larga cita seguiniana.

Próximos a los quince años de su partida, persisten más vitales que muchos de nosotros sus palabras.



Una de las últimas fotografías públicas de Carlos Alberto Seguín, en 1993. (Foto tomada de aquí).


ENLACES:

- Emotivo e íntimo recuerdo del Maestro, a cargo de su discípulo el Dr. Francisco Vásquez.


 Otras entradas relacionadas en el blog:

- Conversaciones con Seguín

- Conversaciones con Seguín (2)

- Sobre psiquiatras y psicólogos: Conversaciones con Seguín (3)



sábado, 24 de julio de 2010

'Prescriptions for the mind - A critical view of contemporary psychiatry', un libro de Joel Paris






Joel Paris, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad McGill (Montreal, Canadá) entre 1997 y 2007 y renombrado psiquiatra y psicoterapeuta, publicó a fines del año 2008 este volumen (Prescriptions for the mind. A critical view of contemporary psychiatry. Oxford University Press. New York. 268 pp). De él entresacamos algunos párrafos de las páginas iniciales (la mala traducción, claro está, es nuestra):

"Los psiquiatras son expertos en la mente y sus enfermedades pero el común de la gente no suele estar ni medianamente seguro de cómo es el trabajo que realizan. Inclusive los mismos profesionales de la psiquiatría se hallan algo confundidos acerca de cómo debiera ser su labor.

La carrera de la psiquiatría continúa dividida entre dos visiones acerca de sí misma y existe una continua pugna en su seno acerca del futuro de su rol. ¿Debieran más bien los psiquiatras ser como los neurólogos: examinando pacientes, dando diagnósticos y prescribiendo píldoras? ¿O debiesen más parecerse a los psicólogos: evaluando el mundo interno de las personas y brindando psicoterapia?


(...)


Un artículo seminal ("Psiquiatría sin mente / Psiquiatría sin cerebro") de Leon Eisenberg, psiquiatra de la Universidad de Harvard, publicado en el British Journal of Psychiatry en 1986 y seguido por otros aportes en años posteriores, examinaba críticamente ambas perspectivas. Eisenberg acusaba a la psiquiatría previa, basada esencialmente en la especulación de la teoría psicoanalítica, de ser una psiquiatría que dejaba de lado al cerebro y las neurociencias. Pero era igualmente crítico de una psiquiatría que sólo viera a las enfermedades mentales como trastornos cerebrales, a la que denominó 'psiquiatría sin mente'.


De hecho, ambas visiones son insuficientes y escuetas. La enfermedad mental no podrá ser comprendida sin abarcar plenamente tanto la biología como la psicología. En esa perspectiva, los psiquiatras tienen una circunstancia de inusual riqueza: forman una especialidad medica que puede tratar regularmente a sus pacientes con una combinación de procedimientos biológicos y también psicoterapéuticos.


Desafortunadamente, la complejidad del mundo actual no puede hacer nada contra la preferencia de la mente humana por la simplicidad. La mayoría de la gente encuentra más sencillo concebir que las enfermedades se deben a causas individuales. Sin embargo, las relaciones causales y directas entre factores de riesgo y enfermedades reales, no son las más frecuentes. Uno de los tópicos de este libro es que, para cumplir cabalmente su cometido, la psiquiatría debe afrontar integralmente dicha complejidad.


(...)


La fuerza que impulsa a la psiquiatría en la actualidad es su vocación por ser aceptada y reconocida como una especialidad médica. Para ganar dicha aceptación, ha adoptado un paradigma en base al paralelo con el punto de vista de la medicina interna, cuya labor se basa en la sistematización diagnóstica, los exámenes auxiliares y la prescripción farmacológica. Este cambio, aunque ha sido tardío, en buena cuenta ha acarreado importantes beneficios. Pero en la medida en que nuestros conocimientos básicos permanezcan escasamente desarrollados, la idea de que la nueva psiquiatría pueda basarse absolutamente en la neurociencia es una peligrosa ilusión. Pese a todos sus avances, la investigación del cerebro recién hace sus pinitos. Pasarán varias décadas hasta que los misterios de la biología cerebral sean revelados y se atisben los correlatos biológicos de las enfermedades mentales.


(...)


Este libro pretende retar el mito del experto en enfermedades mentales que las cura añadiendo y modificando dosis de píldoras y comprimidos. Los psiquiatras podrían ayudar más a la gente al pasar menos tiempo escribiendo en sus recetarios y más tiempo dedicados a escuchar y a hablar con sus pacientes. Pero esto no significa que debamos retornar al diván psicoanalítico. Esto significa, al menos en parte, que los psiquiatras tenemos que interesarnos en la vida de nuestros pacientes y entender cómo los eventos influyen en los síntomas. También necesitamos reconocer lo que sabemos y lo que no sabemos de manera tal que podamos tratar a nuestros pacientes de forma inteligente y efectiva.


Este libro enfocará cuánto pierde la psiquiatría si se sesga exageradamente en una u otra dirección. La elección de una identidad médica escueta que se focaliza exclusivamente en la investigación biológica y psicofarmacológica nos lleva al empobrecimiento de nuestra práctica. Lo biológico es parte indispensable de la teoría y práctica de la psiquiatría pero no provee una explicación completa de la enfermedad o una orientación abarcativa para su tratamiento. Los psiquiatras diagnostican pacientes a partir de un manual y se convencen a sí mismos de que ellos están describiendo enfermedades específicas como el cáncer o la hemorragia cerebral. Y lo que es aún mas grave, algunos psiquiatras han olvidado cómo hablar con las personas. Muchos prescriben píldoras y nada más.


Esta crítica de ningún modo debe ser vista como un intento de devaluar la investigación biológica o sus tratamientos derivados. Los desórdenes que tratan los psiquiatras afectan el cerebro, ciertamente. Pero esto no significa que la fuente que origina las enfermedades mentales subyazca siempre a nivel de las neuronas. Nuestro entorno psicológico y social puede tornarnos ansiosos o deprimidos, lo que a su vez conllevará a determinados cambios en la función cerebral. Una disciplina consagrada al estudio de las enfermedades mentales no puede dejar de lado a la mente."

---oOo---

Eso que dice Paris acerca de los psiquiatras que ya no saben hablarle a las personas y hunden la cabeza en su recetario, arde pero es tantas veces desoladoramente cierto, y tiene que arder, claro que sí. No será el suyo un prodigio de análisis epistémico, sin duda, ni pretende serlo. Pero es imprescindible que la psiquiatría y los psiquiatras recibamos más de un pertinente jalón de orejas como éste -y tal vez otros procedimientos correctivos y coercitivos que huelga detallar aquí-.



ENLACES:

- Eisenberg L. Mindlessnes and Brainlessness in Psychiatry. The British Journal of Psychiatry. 1986; 148 (5): 497- 508. (PDF)

- Eisenberg L. Is psychiatry more mindful or brainier than it was a decade ago? [Editorial] British Journal of Psychiatry 2000 176: 1-5.

Crítica del libro en el New England Journal of Medicine, por Robert Michaels.

- Descarga del libro 'Prescriptions for the mind - A critical view of contemporary psychiatry' de Joel Paris. (Megaupload)



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- From psychobabble to biobabble.

- Psiquiatras & 'Big Pharma': ¿Somos parte del problema o parte de la solución?



viernes, 23 de julio de 2010

Estar azul, sentirse azul




Pablo Picasso, "El viejo guitarrista" (1903-1904).

Estar azul, sentirse azul... Parecen irrisorios versos de forzado cromatismo. Lo primero: estar azul, vaya y pase, se tratará a lo mejor de algún señor cianótico: la sangre deficientemente oxigenada brinda a la piel una tonalidad azulosa que en medicina llamamos cianosis. Pero, ¿sentirse azul?

Lamentablemente en nuestra lengua no es cabalmente traducible la expresión idiomática del inglés que alude al estado de ánimo flexionado, abatido: 'I've got the blues', 'that leaves me blue'. Estar de capa caída, andar volando bajo, sentirse bajoneado, habérsele bajado la moral a uno... El énfasis descriptivo es reiteradamente topográfico,  no cromático. Evoca llantas bajas, pilas bajas...

El 'Blues' de la lengua inglesa al que nos referimos, describe un estado pasajero y relativamente leve de descaecimiento anímico, frecuentemente desencadenado por los sinsabores de la existencia y que tiende a remitir de modo espontáneo o con aquellos lenitivos y tonificantes que también depara el diario vivir. El conocido 'blues' postnatal, que se describe en la mayoría de mujeres puérperas, es paradigmático de la situación aludida.

'Blues' es denominado también aquel género musical surgido en el sur de Estados Unidos a partir de los cánticos de los esclavos negros, y que se caracteriza por su aire melancólico y cargado de intenso y sufrido sentimiento. Cantar un blues es y no es cantar una canción azul.

Si pudiese darse la traducción literal aquella, ser de sangre azul no constituiría únicamente contar con abolengo real o empingorotada alcurnia, también designaría el pertenecer a la raza de los depresivos, aquellos seres de azulenco pellejo, proclives a la disforia, la acedia y la melancolía.

La melancolía en cambio, etimológicamente, es negra. El vocablo proviene del griego (μέλας: "negro" y χολή: "bilis") pues supuestamente este humor excesivo era el responsable de la pesarosa vivencia de tristeza patológica. El negro es color poderosamente simbólico y, de hecho, hasta ahora simboliza a la muerte en varias culturas -el tradicional color del luto entre nosotros-. Así pues la melancolía viene a ser, de algún modo, azul. Imagínese un cortejo fúnebre ataviado con toda la gama del azul (de hecho, ésta podría ser una de las raices originarias de 'blue' como sinónimo de pesadumbre y duelo-.

En nuestro idioma, más bien el color azul aparece adjudicado a ciertos diablos: 'estar con los diablos azules' es expresión popular que designa a la abstinencia alcohólica grave (delirium tremens) en que se suscitan alteración de conciencia con alucinaciones e ideas delirantes.  Peculiarmente en el Perú a la borrachera que cursa con actitudes hostiles o violentas se le llama, sin más trámite, estar con los diablos azules.

Inevitable recordar así al "Periodo azul" de Picasso, cuando en sus telas predominaron los tonos de esa gama cromática y que siguieron al suicidio de su amigo también pintor, Carles Casagemas en 1901, de un pistoletazo en la sien. (La dramática historia que marcó intensamente al pintor es digna de ser conocida y puede revisarse en este artículo de D. Chalif, aquí).

Y el inevitable tópico aquí es el recordado tema "L'amour est bleu", a tantas lenguas traducido y en tantas versiones interpretado, -nada novedosa ciertamente esta asociación pero la novedad es también un tópico, y a veces el más trajinado-. Resulta interesante saber que la versión original (1967) fue en idioma francés y para la versión inglesa ('Love is blue') se reescribió la letra del tema, (en el idioma galo bleu no tiene connotación de tristeza); análogamente, luego se tradujo al español donde el título conveniente fue 'El amor es triste'. (Aquí pueden compararse la letra del tema en francés, inglés y español).

Estas inanes digresiones son a raíz de un post reciente (Feeling blue, seeing gray: Reduced contrast sensitivity as a marker for depression) aparecido en el siempre interesante blog Neurophilosophy, donde se consigna que, aunque tradicionalmente la relación entre colores y estados de ánimo ha sido esencialmente metafórica, investigaciones recientes podrían trascender ello: según informa Mo Costandi, el bloguista autor, un grupo de investigadores alemanes ha encontrado que las personas deprimidas sufren reducción de su sensibilidad al contraste visual y por tanto, efectivamente, su percepción visual del mundo circundante es diferente a la de las personas sanas.  En el estudio se efectuaron mediciones indirectas de la actividad eléctrica de las retinas de sujetos deprimidos y sujetos sanos, hallándose diferencias significativas entre ambos grupos, aún teniendo en cuenta si los deprimidos recibían tratamiento o el tipo de antidepresivo. La diferencia era aún mayor a medida que era más severa la depresión. Literalmente, las personas deprimidas lograban una experiencia visual menos vistosa y colorida.

Desde luego, este hallazgo no puede ser previsto como útil para confirmación diagnóstica de la depresión ya que diversas patologías -y no solamente las psiquiátricas- pueden modificar los registros de la actividad eléctrica retiniana. Pobreza de la psiquiatría -en cuanto a inexistencia de exámenes de diagnóstico paraclínico- que es también su desafío: imagínese cómo sería si bastase ver a la gente teñida de azul para saber que agolpada dentro de sí ruge terrible la depresión. Seguirá siendo entonces una metáfora: estar azul, sentirse azul.

Pablo Picasso, "La Tragedia", 1903.




ENLACES:

- Solvente comentario sobre el mismo tema: Why is the world vivid in mania, but bleak in depression?, en el recomendable blog The Mouse Trap.

- Y más sobre el 'Periodo azul' en: Ravin JG, Perkins J. Representations of Blindness in Picasso's Blue Period . Arch Ophthalmol. 2004; 122:636-639.

- La interesante historia 'detrás' del cuadro "La Tragedia", de Pablo Picasso, en National Gallery of Art.

- La interpretación original de 'Lamour est bleu' en la voz de Vicky Leandros; la inconfundible versión orquestal de Paul Mauriat;   'El Niño de Linares', Raphael, nos canta 'El amor es triste' ; y la simpática versión cumbiambera de Tulio Enrique León. (Videos en Youtube).




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- Sonrisa de la depresión.

lunes, 19 de julio de 2010

Un verso de César Vallejo sobre la locura







Dentro de los numerosísimos versos inolvidables de César Vallejo, aquí es pertinente citar uno de aquellos en que el bardo de Santiago de Chuco menciona a la locura. En su poema Nómina de Huesos, entre varios dípticos evocadores de lo absurdo en la naturaleza de la condición del hombre, uno de ellos dice así:


"— Que haga una locura.



Y esto no fue posible."

Escueto es el verso pero imagínese la situación desesperante, humanamente inconcebible, abrumadoramente deshumanizada, la huera sensatez de androide en que alguien no pueda, esté incapacitado primordialmente, totalmente para hacer una locura.



"— Que haga una locura.



Y esto no fue posible."

Imagínense...



Los pacientes deprimidos, ansiosos y alcohólicos del Perú podrán tratarse gratis




Entre las noticias locales recientes, no puede ser pasada por alto aquella relacionada al establecimiento progresivo del 'Aseguramiento Universal en Salud' en nuestro país y que ha empezado ya -lo de universal es una simpática exageración, desde luego, pero suena bien a los oídos del público-.

El derecho a la salud nunca ha sido pleno para el común de peruanos sino restringido a aquellos que pueden acudir a clínicas privadas, o que pueden solventarse sus tratamientos en los hospitales estatales o que, si gozan además la fortuna de tener un trabajo estable y formal, disponen de acceso a los hospitales de la seguridad social.  Experiencias previas como el 'Seguro Integral de Salud' (SIS) implementado en las zonas más deprimidas económicamente del país, han alentado esta nueva iniciativa aunque cabe mencionar que el Estado mantiene una deuda cuantiosa con los establecimientos de salud por las retribuciones de las atenciones brindadas con este seguro.

Entre las interesantes innovaciones del 'Aseguramiento Universal en Salud' se encuentra el que se incluirá por vez primera la atención de problemas de salud mental como depresión, esquizofrenia, ansiedad y alcoholismo. No puede sino ser bienvenida la inclusión de patologías como éstas, tan dolorosas, pertinaces y prevalentes en nuestra población, y que eran usualmentes soslayadas en beneficio de patologías primariamente 'somáticas'.

Como usualmente una imagen vale más que mil palabras y estando exentos de mayor capacidad analítica, ojalá no sea el inevitable desenlace de este pujante Aseguramiento Universal lo que muy bien expresa así el caricaturista Carlín, haciendo hablar a nuestro orondo Presidente:






Caricatura aparecida en  La República (18.07.10)

domingo, 18 de julio de 2010

Extraña transfusión de estupefaciente sangre








Aunque no es una práctica extendida, se ha reportado la conducta  de compartir jeringas no sólo para la administración intravenosa de drogas en grupos humanos de paupérrimo nivel económico y educativo en el África, sino además casos en que se llega a compartir un poquitín de sangre conteniendo el estupefaciente, sobre todo derivados opioides como la heroína.

Denominada "flashblood" o "flushblood", la práctica difícilmente permite el logro de niveles plasmáticos efectivos de la droga siendo tan poca la cantidad transfundida. Empero, los riesgos son inmensos en cuanto a mayor posibilidad de contagio de enfermedades como el SIDA.

Según los investigadores que reportaron el hallazgo, la práctica tendría lugar sobre todo entre prostitutas, donde una 'apoya' a otra que no ha conseguido suficiente dinero para su provisión de heroína, tratando de paliar de este inusitado modo los síntomas de abstinencia que, como sabemos, son sumamente intensos en los usuarios de opiáceos -de cualquier forma, la exigua cantidad podría solamente beneficiar a su receptor mediante un efecto placebo-.

En nuestro medio, afortunadamente el uso ilegal de drogas opioides es muy bajo. Las estadísticas nacionales más autorizadas como las de CEDRO, mencionan en tal rubro una prevalencia menor al 0,1%. Inclusive el uso de medicamentos opiáceos es sumamente bajo aún para indicaciones pertinentes como el control de dolores neoplásicos (lamentablemente por temor y confusión, entre los prescriptores, de la dependencia física con la adicción plena).

No podemos culminar esta nota sin resaltar la presencia del vocablo 'kete' en el reporte inglés como término empleado en el África para designar el pequeño envoltorio (y la cantidad allí contenida) de la sustancia psicoactiva. Sorprendente porque en partes varias de Latinoamérica, incluyendo el Perú, también se usa el vocablo 'kete' con ese fin. Desconocemos la etimología y el cómo de la mundialización del término.


ENLACES:

- McCurdy SA,Williams ML, Kilonzo GP. New injecting practice increases HIV risk among drug users in Tanzania. [letter] BMJ 2005; 331:778.

- La noticia en el New York Times (12.07.2010).


sábado, 17 de julio de 2010

Contra el etiquetaje en psiquiatría - Memoria de K. Schneider







"Constituye tarea propia de la psicopatología el continuar intentando diferenciar más a la numerosa y vaga terminología referente a los síntomas psicóticos y el fijarla de modo tal que resulte más neta y más libre que lo ha sido hasta ahora de la arbitrariedad del uso. Sin embargo, el investigador no ha de precipitarse en forzar la descripción de aquello que observa, dentro de patrones preestablecidos, sino que debe utilizar todo el caudal de un lenguaje vivo para describir del modo más plástico que le sea posible. El incluir dentro de categorías sintomatológicas, el aplicar exactamente términos especializados y lo más claramente fijados y definidos que sea posible, ha de constituir para él algo secundario. Lo principal es no forzar las cosas y prescindir de poner etiquetas a aquello que no se vea claro. La mayoría de los diagnósticos falsos surgen precisamente por la precipitada calificación, mediante términos especializados de aquello que se observa."

Kurt Schneider
Klinische Psychopathologie, (6a. ed.) 1962.
(Trad. española por A. Guera Miralles: Patopsicología Clínica ,
Ed. Paz Montalvo, Madrid, 1963).
-El subrayado es de Kurt Schneider-


Kurt Schneider (1887-1967)

Psiquiatra alemán, fino cultivador de la psicopatología desciptiva, muy consciente por demás de los límites de ésta y desafecto a las elucubraciones ornamentadas, renunció a redactar algún tratado de psiquiatría por no repetir lo que, a su entender, estaba sobradamente expuesto en otros manuales y dado que todo lo que él consideraba preciso remarcar se hallaba en su -breve por extensión pero amplia por vuelo analítico- 'Patopsicología clínica'.

Por supuesto, Kurt no debe ser confundido con Carl Schneider, también psiquiatra contemporáneo y coterráneo suyo, quien lamentablemente tuvo participación en políticas de exterminio del partido Nazi y a quien hemos recordado en una entrada breve  ('Descarrilamientos'). Kurt Schneider, en desacuerdo con las directivas imperantes, renunció a su cargo de funcionario público y se desempeñó como médico militar en el frente de batalla durante la guerra.

Si bien su obra fue profusamente editada y traducida a numerosas lenguas, la lectura y estudio de Kurt Schneider ha desmedrado considerablemente. Usualmente es más recordado por su también clásica 'Die Psychopatischen Personlichkeiten' (Las personalidades psicopáticas), donde además de la tipología per se enfatizaba su concepto de que las personalidades no eran diagnósticos sino 'modos de ser' y tampoco consideraba haber transición de ellas a las patologías psiquiátricas específicas.

Aunque esta tipología ha sido base para posteriores intentos clasificatorios como los actualmente al uso (DSM o CIE), la evolución de las concepciones diagnósticas, tantas veces escuchimizadas y tantas veces seguidas sin crítica y a pie juntillas, han conspirado contra una revaloración de la obra de Kurt Schneider, al punto que escuetamente su legado se ha circunscrito a los 'síntomas schneiderianos de primer rango de la esquizofrenia' que él describió y pueden ser trivializados (ojo a la nemotecnia) en ABCD: 'Auditory hallucinations, Broadcasting of thought, Controlled thought (delusions of control), Delusional perception.'



Otras entradas relacionadas en el blog:





miércoles, 14 de julio de 2010

Apuntes




Sugestivo dibujo, como todos los de Escher, inmortalizando el inevitable momento en que se acaba la tinta.




En Terapia Familiar se estudia a la clásica familia configurada en el siguiente esquema:

- Padre y esposo bebedor y depresivo crónico. Self made man, para más señas. Como hombre que no llora y acostumbrado a resolver problemas, su cuadro se aviva pues no puede resolver la depresión de la

- Madre depresiva -decórese con rasgos dependientes u obsesivos a voluntad-, que desperdiga ansiedad como confeti y tiene estrecha relación con

- Hijo menor que a su vez 'se inmola' y hace el síntoma 'depresión' tratando de equilibrar el sistema familiar tan inestable al punto que el

- Hermano mayor se torna periférico, distanciado y postreramente fuga cual estrategia de supervivencia ante el purgatorio donde vive aunque el

- Hermano intermedio, el consabido sánguche, desarrolla vocación precoz como amortiguador de la destartalada carrocería familiar, como buffer de tanto corrosivo ácido, como moderador de los diálogos de sordos, como apagaincendios o tragafuegos y de manera paulatina e inevitable engendra vocación médica o, eventualmente, hasta de psiquiatra. El orgullo familiar.


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Por supuesto, nadie ignora el elevado porcentaje de deprimidos crónicos que se oculta tras tanto trabajólico que pulula a nuestro alrededor, sobre todo miembros de la Horda -perdón- Orden Médica. Se comprende que sea más sencillo distanciarse de los problemas humanos en el trabajo lo que no puede lograrse en el seno del hogar, donde la irritación de la cónyuge, la rebeldía del hijo, la indiferencia de la hija y el intolerable clima de precario equilibrio aderezado por la misma depresión de uno, más bien fomenta el escape, la huida salvífica hacia el trabajo y la estudipizante rutina que acoge entre sus tiernos brazos al despavorido trabajólico.

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Todavía no se especifica dentro de los criterios de remisión del cuadro depresivo el momento inefable en que un paciente vuelve a cantar.

Una tarde cualquiera, esa tarde cualquiera tras años de hosco silencio cuando reaparece aquella dulce y antigua tonada familiar que acudía a los labios espontáneamente otrora y ahora nuevamente acude y convierte a una tarde cualquiera en la tarde en que uno vuelve a cantar.





lunes, 12 de julio de 2010

Más gente cree padecer trastorno bipolar









Los psiquiatras británicos D Chan y L Sireling, reportan en reciente número de The Psychiatrist (que antes fue el Psychiatric Bulletin), el incremento de personas que acuden a consulta con el autodiagnóstico -y la preocupación- de padecer trastorno bipolar.

Refieren asimismo ellos que, en ocasiones, no es una consulta a iniciativa del paciente sino de los familiares quienes, convencidos de haber hallado al fin la explicación a cierta conducta peculiar del alegado paciente, lo llevan a consulta con la presunción de bipolaridad.

Los autores del reporte atribuyen este fenómeno a la masiva difusión de testimonios de algunas estrellas mediáticas acerca de su padecimiento (el trastorno bipolar) -en que se asocia el mal a una cierta imagen de status- y, además, a que el común de personas está actualmente más consciente del curso de su estado de ánimo. Aquí se cita a los  mood swings, expresión coloquial empleada para designar las fluctuaciones normales del humor durante el día y que no constituyen per se trastorno bipolar. (NB: S Nassir Ghaemi, uno de los más proficuos estudiosos del espectro bipolar administra un recomendabilísmo blog precisamente así denominado: Mood Swings).

El asunto -y aquí el  exiguo comentario es nuestro- puede ser visto desde varias perspectivas: por una parte, ciertamente parece haber beneficio en la disminución del estigma, en el hecho de que una persona se sienta motivada a buscar orientación especializada y que este hecho no sea visto como sinónimo de humillación o vergüenza. Por otro lado, es imprescindible que no se caiga en la medicalización de fenómenos que son parte de la existencia común y corriente, pasto a veces de algunos profesionales o instituciones de poco escrupulosas  -o poco sustentadas- conductas -como grafica esta caricatura de Martha Rosenberg:





Hace poco leíamos en el folleto de un cercano congreso internacional de neuropsicofarmacología el slogan que presidirá el evento: 'Trastorno Bipolar: la enfermedad del Siglo XXI'. Muchas lecturas pueden darse de esta escueta frase, desde la más inocente a la más suspicaz. Pero era sólo un folleto publicitario y por tanto no había obligación de declarar conflictos de intereses, obviamente.

Desde un plano más profundo, esto es: en qué medida realmente ha aumentado la prevalencia de trastorno bipolar; si existe un subdiagnóstico o un sobrediagnóstico; si la ampliación del constructo de espectro bipolar es justificada y sobre qué bases, podemos informarnos en el siempre autorizado blog Nietos de Kraepelin, que ha dedicado varias entradas al respecto: Under or overdiagnosing bipolar disorder?; Mistreating residents, Law 180 and overdiagnosing Bipolar Disorder;  Pediatric bipolar disorder in Amish childrenGhaemi vs. HealyPediatric Bipolar? Say it aint so!, entre otras de obligada lectura.

Observaciones no sistematizadas en nuestro medio también reportan a pacientes preocupados por haber entendido que podrían padecer psicosis maniaco-depresiva -el nombre antiguo del trastorno bipolar- pues consideraban que tenían 'la manía de deprimirse' -esto es, fácil variabilidad anímica aunque ello de ningún modo es ya patognomónico de dicho trastorno-. Otras veces el diagnóstico de psicosis afectiva ha sido usado como subterfugio de psiquiatras cautelosos del estigma conllevado por las psicosis esquizofrénicas pero que, hasta cierto punto, también sirve para así propagar el estigma. De hecho, aquí el punto vital sería discutir abiertamente con la familia y con el paciente el uso del diagnóstico como mero etiquetaje y lo trivial de ello, pues una escueta etiqueta diagnóstica usualmente soslaya toda la complejidad humana del fenómeno y de la persona afectada.

Ahora no queda sino aguardar los estudios sobre este  tal vez no tan nuevo fenómeno y confiar en que esta moda no sea considerada parte del espectro en forma de Trastorno Bipolar VII.



ENLACE:

- Psychiatrists identify new phenomenon: 'I want to be bipolar...' , en WebMD.com.



Otras entradas relacionadas en el blog:

- Kay Redfield Jamison habla sobre su trastorno bipolar

- Sherwin Nuland M.D. habla sobre el momento más grave de su vida

- Schumann

- Psiquiatras & 'Big Pharma': ¿somos parte del problema o parte de la solución?

domingo, 11 de julio de 2010

La clase inaugural del Curso de Psiquiatría de 1917 por Hermilio Valdizán



Ahora que una nueva promoción de médicos residentes de psiquiatría ingresa a los hospitales de nuestro país, es pertinente, más allá del enrarecido clima que se vive en alguna sede, evocar al Padre de la Psiquiatría Peruana y la grandeza de su ministerio en una situación análoga: cuando acontece la apertura de la experiencia académica, cuando se convoca al mérito y la vocación al crisol.

Obviamente, los médicos residentes no se forman en el vacío ni emergen por generación espontánea. Es compromiso de cada sede proveer los espacios adecuados que garanticen la actividad académica. No puede enjuiciarse la calidad de nuestros médicos residentes desligada de la calidad de aquellos que participamos en su formación y de las sedes donde se suscita la actividad docente-asistencial.

Se ha afirmado que el nivel de los médicos residentes ha descendido a lo largo del tiempo. Sin detenernos a examinar si existen las pruebas de tal aserto, a priori es imposible no preguntarse qué ha hecho la contraparte formativa y docente para evitar este supuesto acontecimiento y cuál es su participación y responsabilidad.

Qué mejor motivación para los colegas en agraz, antes que aquella lamentable frase escuchada en su bienvenida y que los tentaba especulando el -pequeño o grande- monto feble que un psiquiatra puede ganar en un mes, que la lectura de la docta y conceptuosa clase inaugural de Valdizán en la primera cátedra de Psiquiatría del Perú -era la primera ocasión que Psiquiatría conformaba una asignatura independiente en el currículum médico en nuestra patria-. Casi un siglo después, su lectura nos sigue llamando al esfuerzo y al compromiso, a la entrega plena y  la denodada lucha.



 

miércoles, 7 de julio de 2010

Cacoforia







El diccionario es una cosa divertídísima, dependiendo de cómo se use. Entre otros simpáticos menesteres sirve para los divertidos 'juegos en el cementerio' que bien explicaba Cortázar en su Rayuela y que nunca he jugado sino solitariamente, como tantos otros quehaceres que desde la adolescencia perduran.

Todos al escuchar el vocablo euforia imaginamos un estado anímico óptimo, exaltado, pleno de alegría y satisfacción. Tal es la acepción más frecuente en psiquiatría y hasta en el lenguaje corriente. Sin embargo, etimológicamente el prefijo 'eu' significa 'bueno, correcto, normal' y la raíz griega 'foria' [φορος] significa discretamente 'llevar': euforia sería entonces una especie de eutonía anímica, de bienestar medianero nomás, y de hecho, ésta es la segunda acepción que recoge el Diccionario de la Real Academia. La del bombástico estado de ánimo que planteábamos al principio viene a ser sólo la tercera acepción, arrinconadita ahí, que aparece en el DRAE.

Todos sabemos, por otro lado, que cacofonía es la cualidad malsonante de ciertas combinaciones de sílabas o palabras. Viene del prefijo griego 'kakós' [Κακός] que significa 'malo' y 'phoné' [φωνή] : voz, sonido. El griego 'kakós'  devino en el latín 'cacus' y la acepción fue variando y adoptando significados que incluían la ruindad y maldad pero a su vez el de la tan familiar palabreja que hoy nos hace arrugar la nariz por aludir a las excretas.

Cacoforia no es un estado de ánimo maloliente -aunque la imagen sugerente es- sino un humor abatido, hundido, atrapado en el sótano, extremo en su flexión y descaecimiento. El vocablo no es frecuente y lo recogen pocos textos de psicopatología -Vallejo Nájera ubica a la cacoforia como un desánimo más grave que la misma melancolía-, pero el término es eufónico, vívido y acabala aquella dicotomía en el extremo opuesto a la euforia: Cacoforia.

Por cierto, Caco fue un personaje mitológico que, mitad hombre y mitad sátiro, acabó convertido en arquetipo de los ladrones y del hurto. No lo olvidó Dante en el infierno. Y tenía una hermana de eufónico nombre que tal vez por discriminación de su lindo apelativo fue relegada de diosa del hogar a personaje secundario -ni siquiera la dejaron de diosa del baño a la pobre-. Habrá que investigar porqué retorcidos y peculiares caminos lingüísticos, Caco ha llegado a significar también, cumple el DRAE con informarnos: 'Hombre muy tímido, cobarde y de poca resolución.' Imagínense, ahora los tímidos y cobardes somos también cacos. No hay derecho.

Afortunadamente, el DRAE se resarce y anota un gol de media cancha gambeteando al animus prevalente en el mundo de hoy, tan hedonista él; es así que la primera acepción de euforia en el real diccionario es nada menos que ésta:   'Capacidad para soportar el dolor y las adversidades.'

Qué cacoforia ni niño muerto. Bienvenida, εὐφορία, Euforia.


En la foto, Draco sp. (Flying lizard).
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ENLACE:

- Euforia en el DRAE.




martes, 6 de julio de 2010

Moralidades, poema de Pablo Neruda








Que la razón no me acompañe más,
dice mi compañero, y lo acompaño
porque amo, como nadie, el extravío.


Vuelve mi compañero a la razón
y acompaño otra vez al compañero
porque sin la razón no sobrevivo.




Las manos del día, 1968.