Luego del reciente y explosivo brote de diarrea entre el personal y pacientes del Instituto Nacional de Salud Mental -donde la Oficina de Epidemiología realmente se lució haciendo derroche de actuación oportuna y recolección eficiente de información- ha aparecido una sesuda Resolución Directoral que pretende arrancarnos de las tinieblas de la ignorancia enseñándonos cómo es que debemos lavarnos las manos. La Resolución es contemplativa y tolerante en grado sumo pues establece que el lavado de manos higiénico o social deberá efectuarse "antes de la tarea diaria", esto es, a la hora de entrada y desde entonces hasta la hora de salida -en que, ojo, tampoco es obligatorio-. Pero en otro acápite la Resolución es draconiana, pues dictamina que luego del control de funciones vitales de cada paciente se deberá efectuar el respectivo lavado -en cada pabellón con 21 pacientes, sáquese la cuenta respectiva del interminable ritual para las enfermeras responsables-.
En fin, nada tan tranquilizador como saber que nuestras supremas autoridades velan por nuestra salud e integridad: es incuestionablemente un balsámico alivio. Pero como no hay mejor manera de enseñar que con el ejemplo, habrá que fijarse muy atentamente en cómo nuestras autoridades se lavan las manos.
En fin, nada tan tranquilizador como saber que nuestras supremas autoridades velan por nuestra salud e integridad: es incuestionablemente un balsámico alivio. Pero como no hay mejor manera de enseñar que con el ejemplo, habrá que fijarse muy atentamente en cómo nuestras autoridades se lavan las manos.
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