martes, 25 de junio de 2013

Cosas que a los médicos (y a los psiquiatras) nunca nos dicen








"Cada médico tiene su vaga, pero firme y casi inquebrantable, idea de cómo debe comportarse un paciente cuando está enfermo. Aunque es cualquier cosa menos explícita y concreta, es inmensamente poderosa e influye (...) prácticamente en cada detalle de su trabajo con los pacientes. Es como si cada médico tuviera un conocimiento revelado de lo que es correcto e incorrecto que los pacientes esperen y soporten, y además, es como si tuviera el deber sagrado de convertir a su fe a todos aquellos de sus pacientes que sean ignorantes y no crean."



M. Balint. The Doctor, His Patient
 and the Illness. (1957)









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NB. Recreando el nombre del blog Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, transcribimos esta cita del hoy poco leído Michael Balint, psicoanalista inglés de origen húngaro que entre sus aportes propició la reflexión sobre las vivencias subjetivas del médico en su interacción con el paciente. Estas experiencias contratransferenciales son usualmente soslayadas cual si el médico ostentara una neutralidad absoluta y una vida emocional nula, de modo tal que bastaría con que aplique los criterios del menú de cocina del DSM y propine las dosis adecuadas de psicofármacos para que su trabajo haya sido óptimo y sea así finalizado. 

Nada más falso y huero que esta creencia: sin embargo así vamos por nuestra vida profesional, un poco como sonámbulos dueños de una verdad falsa, inaccesible a nosotros mismos y que solemos imponer.



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domingo, 23 de junio de 2013

La sujeción mecánica será prohibida en el Reino Unido (talvez, y solamente en la modalidad boca abajo)







Menuda sorpresa saber que en Inglaterra, donde William Tuke instituyó antes que el mismo Pinel el "tratamiento moral" de los alienados y los despojó de sus cadenas y grilletes, es de uso en los hospitales psiquiátricos la sujeción mecánica de algunos pacientes agitados en posición de decúbito ventral, es decir boca abajo, cosa que por estos lares jamás hemos apreciado. Será que se trata de una sofisticación tecnológica propia de países avanzados y que no conocemos o que en todas partes se cuecen habas. 

La sujeción mecánica, un procedimiento que se mantiene sin variación en su esencia a lo largo de los siglos, ha sido señalada no como una  parte del tratamiento en sí sino más bien como una falla del tratamiento. Lamentablemente se usa en casos extremos, muchas veces se abusa de ella, y aparte de lo traumático y penoso de su uso, la sujeción mecánica no está exenta además de otros riesgos ominosos y hasta potencialmente letales.



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miércoles, 19 de junio de 2013

"¿Se pelea usted mucho con su esposa?"





(Fuente)



"m) ¿Se pelea usted mucho con su esposa?

No caigamos en el error, tan común, de interrogar: ¿Cómo se lleva usted con su señora? porque la respuesta obligada será: "Bien". Planteada la pregunta en la forma que propugnamos nos permite obtener datos más ciertos. Averígüense las causas de los disgustos, la importancia de ellos, etc., hasta llegar a un concepto claro acerca de la real situación familiar. Dejemos hablar al enfermo de sus problemas y demostremos simpatía por ellos."



Seguín CA. Introducción a la medicina psicosomática.
 Imp. Scheuch. Lima, 1947.




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NB: Carlos Alberto Seguín ha sido uno de los psiquiatras de mayor fuste en nuestro país, lamentablemente su "Introducción a la Medicina Psicosomática", aparecida en el auge de dicha perspectiva prohijada por el psicoanálisis, no ha sido reeditada. Nos hemos agenciado de un ejemplar que atesoramos. Y valdría la pena revisar dicho aporte en lo que sigue siendo válido y fructuoso al centrarse en la insoslayable relación mente-cuerpo. Hojeando dicho libro, tan cercano y afable que dibuja por entero el temperamento de su autor, hallamos muchas perlas de sabiduría práctica y transcribimos una de ellas, que nos ha hecho pensar y sonreír.



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viernes, 14 de junio de 2013

Entre dos orillas discurre la psiquiatría




G. Lanteri-Laura


"Lanteri-Laura dice que la psiquiatría surge de una doble subordinación:  por un lado, a las representaciones sociales de la locura, que toda época tiene -incluso aquellas que no tenían psiquiatría, tenían representaciones sociales de la locura-; y por otro lado, a la medicina de la época. Define la psiquiatría justamente como una reducción de esas ideas, de esas representaciones, reducción que opera dicha medicina, pero que la opera de acuerdo con aquello de lo que puede dar cuenta. La frase de Lanteri-Laura es: 'La psiquiatría se constituye como la disciplina que a partir de las representaciones sociales de la locura opera una reducción a aquello de lo que puede pretender dar cuenta la medicina'. Con lo cual tenemos algunos peligros: un peligro y su contrapartida, si olvidamos esta doble subordinación. Por un lado, el olvidar que se trata de una reducción de las representaciones sociales de la locura: es una reducción, una manera de atrapar el hecho patológico. Por el otro lado, desconocer qué medicina realiza la reducción. "(...)
"Primero hablemos de los peligros: el peligro más evidente es el de absolutización, es decir, el de creer que los psiquiatras podemos tomar lo que entendemos por la locura como toda la locura, lo que la sociedad entiende por locura.  Esto no es nada moderno. Hay un fragmento de Pinel, que también subraya Lanteri-Laura, que dice: 'La feliz influencia que el estudio de otras ciencias ejercieron este último tiempo sobre la medicina, no puede seguir permitiéndonos dar también a la alienación el nombre general de locura...', 'la locura puede tener una latitud indeterminada y extenderse sobre todos los errores y las aberraciones a las que la especie humana es susceptible, lo que merced a la debilidad del hombre y su depravación, ya serían ilimitadas. ¿No habría pues, que comprender en esta división todas las ideas falsas e inexactas que nos formamos de los objetos, todos los errores destacados de la imaginación y del juicio, todo lo que irrita o provoca deseos fantásticos? Esto sería entonces erigirse en censor supremo de la vida privada y pública  de los hombres. Abrazar en estos modos de ver la historia, la moral y la política e incluso las ciencias físicas, cuyo dominio ha sido tan a menudo infestado por brillantes sutilezas y ensoñaciones."
"Esto lo dice Pinel, y a lo que alude es al psiquiatra transformado en censor más que en agente de cura. Hay un peligro de reducción absoluto. Si pensamos en la actualidad, incluso también a fines del siglo XIX, se podría pensar afuera buena parte del sufrimiento. Hoy en día hablamos de medicalizar, erróneamente, es decir, no lidiar con las singularidades. Habría una serie de factores que más que en la dirección de la cura, van en dirección de ser censor. Por supuesto, censor, incluso en algunos momentos, es una palabra muy leve. Un agente puede ser mucho más problemático que ser simplemente censor. El otro peligro es la contrapartida de esto, es decir, la reacción que se produce desde la sociedad o desde lo social, que es aquello contra lo cual advertía Henri Ey: el decir no hay ninguna patología, ninguna enfermedad y los psiquiatras sólo sirven al autoritarismo de turno. Esa es la otra reacción, también extrema y prejuiciosa. Ambas olvidan esta definición de la psiquiatría que pretende poner en juego Lanteri-Laura: la doble subordinación."


Fantín JC. Empirismo ingenuo y evidencia en la medicina actual.
En: Vaschetto E (comp.) Epistemología y psiquiatría. Relaciones peligrosas. 
Buenos  Aires: Polemos; 2012.




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ENLACE:

- Arnáiz RE. Georges Lanteri-Laura (1930-2004): El camino de un maestro. FRENIA. 2005; Vol. V, No. 1: 153-164. (PDF)


martes, 11 de junio de 2013

En los 31 años del Instituto Nacional de Salud Mental, Lima, Perú




Nuestro Instituto bajo la neblina del otoño en que fue fundado.

Ya hemos reseñado en otra entrada la breve historia de nuestro querido Instituto Nacional de Salud Mental "Honorio Delgado - Hideyo Noguchi" que hoy cumple 31 años de ser fundado (el mismo periodo de tiempo desde que el Perú no acude a un mundial de fútbol, referencia cronológica frívola pero no exenta de visceral sentimiento) y el cómo su naturaleza de existir se ha debatido a lo largo de estas tres décadas entre el desgarramiento ontológico de ser "hospital" o de ser "instituto" (cual si hubiese oposición connatural y absoluta entre ambas funciones). Dilema éste, si no mal planteado, mal respondido, como pretendemos argüir y demostrar después.

Hoy, aunándonos a la efeméride con el espíritu bombástico y platillero que nos caracteriza, traemos a colación un documento que ya hemos citado antes: son párrafos del libro "Salud mental y Realidad Nacional - El primer quinquenio del Instituto Nacional de Salud Mental" -nombre tan largo como el de la institución misma- y que dio a la estampa su director-fundador, el Dr. Javier Mariátegui Chiappe, al ser cesado en sus funciones hace más de 25 años, en 1987. Y dice así Don Javier:





"El Instituto, no hay que olvidarlo, fue concebido inicialmente como Centro de Salud Mental Comunitaria y que solo la audacia de un Ministro de Salud, con la franca anuencia de la Comisión Organizadora, pudo cambiar el nombre de lo fundado, sin detenerse a examinar las posibilidades de existencia real de un Instituto, por esencia ente investigador."

"Nació el instituto con servicios intramurales completos: consultorios externos, pabellones de internación plena en número de 200 camas, ambientes para hospital de día, servicios auxiliares y, en el extramuro, siete equipos en igual número de Centros de Salud, que realizan obra preventiva y asistencial al tiempo que se integran con la salud en general."

"Concebidas con fines mayormente asistenciales, la planta física no parecía contener los ambientes necesarios para la investigación. Así nació el Instituto con el mencionado Programa Comunitario y con una expectativa de la comunidad por la satisfacción de sus necesidades apremiantes. Pronto la consulta externa se atosigó de pacientes, las listas de espera se ampliaron de modo desmedido y el servicio de emergencia se vio cubriendo, además de la emergencia real, la creada por el afán de los concurrentes de obtener una atención inmediata, por apresurada e incompleta que fuera."

(...)

"Es interesante comparar nuestra situación con lo acontecido con una institución similar, creada esencialmente para investigar, el Instituto Mexicano de Salud Mental, donde el personal y la infraestructura están destinados específicamente, desde su creación, a ese fin, utilizando como campo clínico otras organizaciones o servicios asistenciales. Ya consolidado su desarrollo, el Instituto Mexicano está por crear su propio campo clínico, con miras a optimizar el estudio integral de la patología mental."

"En nuestro instituto, por las circunstancias mencionadas, ha ocurrido lo contrario: un vasto campo clínico prontamente reclamado por la población usuaria, y pocos recursos para la investigación formal. No se puede forzar la situación existente."

Hasta aquí la cita mariateguiana. Sorprende constatar cómo, pese al tiempo transcurrido, pareciera que hubiese una doble cronología: estamos en el año 2013, sí, pero a la vez sigue siendo 1987, cuando Mariátegui redactó sus líneas. El proverbial y criollo ingenio peruano aprovechó una donación extranjera para construir un centro de salud mental en el pujante cono norte de Lima, área huérfana de servicios de esa índole, pero con la planta hospitalaria que se había diseñado originalmente y le colgaron luego el ostentoso letrero de "instituto". ¡Y ahora no tenemos 200 camas sino apenas 80!

Honorio Delgado define a la doble cronología como aquella anormalidad esquizofrénica de la conciencia del tiempo en que el sujeto tiene su fecha propia, que considera la verdadera, pero no desconoce la universal, la de los demás; por supuesto no se trata de estirar la comparación para acomodar esta paradoja donde un texto antiguo sigue vigente, no es psicopatología, no,  no hay que buscar sofisticaciones alegóricas para una realidad que marcha fuera del compás del tiempo, sobre todo si se trata de salud mental y de nuestro país.  (Aunque el fenómeno de frustración del presente, tan evocador por su sola denominación podría ser aquí invocado).




Porque el hábil montaje fotográfico mostrado aquí arriba, pergeñado por un respetado profesor nuestro y que representa a algún postrer psiquiatra sobreviviente a la hecatombe final del universo e interrogándose por el dilema ontológico de nuestra institución, no grafica la respuesta final e inútil (dado que ya nadie podría escucharla): ni lo uno ni lo otro, ni fuimos ni somos hospital y tampoco fuimos ni somos instituto.  



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miércoles, 5 de junio de 2013

Una anécdota en el manicomio de Leganés






"Si esta obra alcanzase el honor de ser leída por los periodistas que por lo menos hayan cumplido los cincuenta años, para ellos no haría falta explicar quién fue Mario Berriatúa. Todos los del oficio recordarán a aquel chicazo, gordo y servicial, que durante varios años ejerció de reportero gráfico. 
En una ocasión, acompañando al redactor de un periódico de Madrid, visitó el manicomio de Leganés, donde habían de hacer una información, un reportaje, como se diría algunos años después.


Después de recorrer el establecimiento y de hacer Mario varias fotos y mientras el redactor tomaba unos datos en la Administración del manicomio, salió al jardín con ánimo de tirar las placas que le quedaban, sorprendiendo alguna escena interesante entre los alienados que por allí paseaban tranquilamente.
Pronto se le acercó uno de ellos y la emprendió a charlar con él; su conversación era coherente, correcta. De pronto le dijo:
                - ¿Cómo ha venido usted hasta aquí?
                - En coche -le respondió Berriatúa.
              - ¿En coche? ¿Dice usted que en coche? -contestóle socarronamente el otro-. ¡Je! Usted no sale ya de aquí. Así vine yo: en coche. Y no he vuelto a salir. ¡Je! En coche... ¡Usted ya no sale de aquí!
Mario, al principio, quiso echarlo a broma; pero con tal insistencia y socarronería repetía el otro:
                -¡Je! En coche... ¡Usted ya no sale!... En coche, en coche... ¡Je! Usted ya no sale- que salió corriendo, pero lo que se dice corriendo, entró en la Administración como una tromba y casi en volandas sacó a su compañero, para con la misma rapidez salvar la puerta del manicomio..."




En: Vega V. Diccionario Ilustrado de Anécdotas. 
Barcelona: Gustavo Gili Editor; 1965. p. 481.



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