Phineas Gage solía ser un obrero de ferrocarriles en los Estados Unidos antes de la guerra civil y era reconocido por todos como un hombre sensato, honrado, trabajador y confiable. Es decir, un tipo serio, un pata 'tranquilo' -que es el término local para definir al prójimo que no hace gala de tendencias psicópáticas-. Pero el día de la gracia del Señor del 13 de setiembre de 1848, mientras apisonaba pólvora y arena en el interior de un agujero con una barra de hierro, la pólvora estalló y el barreno le atravesó el lado izquierdo de la cara, destruyó el ojo ipsilateral y emergió en la cúspide del hueso frontal para acabar a varias yardas de distancia por el ímpetu de la explosión.
Lo inusual del caso es que el buen Phineas no sólo sobrevivió a semejante traumatismo -luego de superar incluso infecciones cerebrales en la era preantibiótica- sino que se convirtió en un nuevo Mister Gage: si antes sensato y sosegado, ahora irreflexivo y tempestuoso; si antaño discreto y considerado, hogaño irrespetuoso, caprichoso y soez. En palabras de los médicos de su tiempo "el equilibrio entre las facultades de su inteligencia y sus propensiones animales, se había perdido". Así sobrevivió once años hasta que falleció en un status convulsivo.
De hecho la historia de Phineas es bastante conocida y constituyó un hito importante en la localización de las funciones mentales en el cerebro. En su época pasó bastante desapercibida, empero, pues no se concebía al control moral como relacionado con el tejido nervioso. Sin embargo, hablando a grosso modo, es el lóbulo frontal el que nos permite someter nuestros impulsos, planificar nuestra conducta, postergar un deseo por otro deseo y no ser unos animalitos que copulan en los salones de clase a la primera mirada de arrechura cómplice o que arremeten contra el profesor o el colega a la primera broma pesada o humillante.
¿Y el largo introito? Por nada, se acaba de encontrar una foto que durante mucho tiempo era creída -por sus dueños anticuarios- la de un cazador de ballenas con su arpón. No, era Phineas Gage -su rostro vivo nos era hasta hoy prácticamente ignoto- posando con la barra de metal que atravesó su cráneo como un misil, con la fue enterrado por petición suya y que lo inmortalizó.
ENLACES:
- La noticia original en Los Angeles Times, rebotada por los infalibles blogs Neurophilosophy y Advances in the History of Psychology.
- Artículo original (reimpreso) del primer médico que estudió el caso Phineas Gage: Harlow JM. Passage of an iron rod through the head. J Neuropsychiatry Clin Neurosci 1999; 11: 280-2.
- MacMillan M. Phineas Gage: unraveling the myth. The Psychologist 2008; 21: 828-831.
- Damasio H, et al. The return of Phineas Gage: clues about the brain from the skull of a famous patient. Science 1994; 264: 1102-1105.
- Muci-Mendoza R. El accidente de Phineas Gage: su legado a la neurobiología. Gac Méd Caracas 2007; 115: 17-28.
- Phineas Gage information page en Deakin University.
2 comentarios:
Muy interesante el libro "Descartes se equivoco" o "El error de descartes" que toma este caso como base para postular que emocion y razon son indivisibles
ay yo no se de eso jajajajajaja
y se me cuidan ok aga la tarea usted ve
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