Carlos Castilla del Pino (1922-2009)
Nos sedujo el título de un libro suyo en formato de bolsillo, hallado en alguna andanza por las ferias: Vieja y Nueva Psiquiatría (Alianza Editorial, 1978). En su oportunidad interpretamos el lema románticamente, como un llamado de continuidad, de herencia y legado, entre la veteranía del Maestro y las nuevas generaciones de cultores de esta rama de la medicina, orgullosos portadores de la flamígera antorcha de la neurociencia y varios gadgets novedosos. Junto a elegantes ensayos de disección psicopatólogica (por ejemplo, La degradación de las estructuras delirantes, detallado análisis y comparación del curso lítico de las delusiones sometidas al electrochoque o al antipsicótico), el artículo que da nombre a la publicación y traemos a cuento, comenzaba con el párrafo que transcribimos:
"Con alguna insistencia se habla, de unos años a esta parte, de que asistimos a una nueva era en Psiquiatría. Quizá lo primero que debiéramos precisar es hasta qué punto los logros evidentes de la Psiquiatría actual, que hacen de nuestra conducta de profesional o de investigador algo cualitativamente distinto a la de hace tan sólo una década, están en verdad inspiradas en un cambio radical de nuestros principios y postulados; o si, por el contrario, tales logros no son otra cosa sino la concreción en hechos de métodos antiguos, aunque sólo ahora circunstancialmente fecundos en forma tal, que hacen verosímil un cambio profundo en el panorama de nuestra ciencia.Una discusión de esta índole (...) será la única forma de concluir si en realidad estamos ante una nueva Psiquiatría, en el real y profundo sentido de esta palabra. (...) uno puede preguntarse de antemano si la "nueva era" en Psiquiatría, la "nueva Psiquiatría" y frases afines son expresiones rigurosas o si traducen más bien una precipitada y ahistórica descripción del panorama presente". [cursivas del autor]
Un soberbio jalón de orejas. Un proverbial coscorrón de aquellos para poner en su sitio a los pupilos por veleidosos y noveleros. O sea, uno no es "nuevo" únicamente por sus sofisticados aparatos, por sus indescifrables moléculas o por sus crípticos metaanálisis. Debemos saber de qué estamos hablando y, como decían antes, primero aprender "a sonarse los mocos".
Luego adquirimos otros libros de Don Carlos, como La Incomunicación (1971) o Estudios de Psico(pato)logía Sexual (1984), reveladores del amplio abanico de intereses y vocaciones de este Maestro de la Psiquiatría. Y le agarramos camote -así se le llama aquí a cogerle cariño a alguien, será por lo dulce y humilde de este tubérculo- como a un viejo abuelo de lejos, radicado en la Madre Patria -tengo que examinar también esta manía mía de buscarme abuelos por doquier-.
Ahora que ha muerto constatamos en sus reseñas biográficas la integridad de su vida y obra: su postura política, adversaria de la dictadura franquista valióle el apelativo de "el psiquiatra rojo", sufrió postergaciones innumerables por esta causa en su carrera académica, en alguna entrevista despotricó de sí mismo en su rol de progenitor, vivió y murió en decorosa estrechez, siempre en su natal Córdoba, rodeado de los 50 000 ejemplares de su inabarcable biblioteca.
Poco antes de su muerte, Castilla del Pino ofreció la conferencia de clausura del XXIII Congreso de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Allí pasó revista somera a la Psiquiatría del Siglo XX desde su personalísimo y lúcido punto de vista, el artículo es de lujo, y sobre todo su conmovedor final.
Descanse en paz, Don Carlos.
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