No, no soy yo -al menos todavía- el poseedor de tales sonrosadas y mórbidas redondeces. No, no soy digno aún de aparecer calato en un cuadro de Rubens. Pero al menos, en uso de mis primitivos mecanismos de defensa, ya tengo a quién culpar de mis rollizos contornos anatómicos que harían palidecer de envidia al mismo Bibendum. Y el culpable no soy yo sino nada menos que un gen:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_7824000/7824560.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_7777000/7777854.stm
Qué tranquilidad saber que los glotones no lo somos por perversos ni por pecaminosos. En el infierno de Dante deberían haber círculos acondicionados para nuestros genes taimados y malévolos. Y además...
(Perdón, antes de seguir, voy a prepararme un bocadito...)
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