viernes, 29 de agosto de 2014

Homenaje a Honorio Delgado, por L.J. Cisneros




Honorio Delgado Espinosa
(en la Galería de Rectores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia)


Hallar un texto de homenaje, carente de sahumerio impostado o ramplón platillaje, y que recobre la imagen de un prohombre caro a nuestra tradición psiquiátrica es, en los linderos de nuestro escaso quehacer, una tarea valiosa. Y si no es pergeñado por un discípulo o cófrade, mayor es la relevancia pues nos habla de cómo el homenajeado trascendió el terreno de su labor estrictamente profesional para coronar la talla de un obrero del espíritu que iluminó a quienes compartieron su itinerario vital tanto entonces como más allá de su vida terrenal.

El otro día comentábamos con los colegas residentes cómo el Curso de Psiquiatría de Honorio Delgado, que usamos en  su proceso de enseñanza-aprendizaje, fue confeccionado por su autor como libro de texto para estudiantes de pregrado de medicina, sin embargo hoy, a muchos de los colegas médicos en trance de especializarse les resulta ora abstruso, ora demasiado arduo. Mas, ¿acaso hemos involucionado en nuestra capacidad de comprensión desde hace pocas décadas hasta hoy?





Nada de eso, concluimos, no, no es nuestra capacidad intelectiva la atrofiada sino nuestra aspiración y nuestra escala de valores que tiende al facilismo y no al esfuerzo, al ingenio y no a la disciplinada labor intelectual. En diversas ocasiones hemos comprobado, cuando uno de nuestros discentes desconoce la respuesta a una interrogante planteada, que ya ni siquiera ruborizándose esboza algún intento inteligible de subsanación sino que prefiere la "boutade" chusca que provoque la hilaridad y así pueda escabullirse de su desconocimiento o de su displicencia, cual si solo pudiese establecerse un contrapunto de frases charras y hueras luego, en vez de un fructífero intercambio intelectual. Así estamos.

Recordemos que Honorio Delgado ha dejado un magisterio que solo nuestra dejadez e indolencia puede ignorar.  Luis Jaime Cisneros, que no fue psiquiatra ni médico sino destacado lingüista,  literato y veterano catedrático, nos recuerda cómo la estela de Don Honorio nos impone un imperioso llamado por el cual la cultura es una forma de vida y debe impelernos al cuestionamiento sobre cuál es la universidad que nosotros deseamos, una solo dadora de títulos a mansalva o una que realmente custodie la formación del espíritu y acreciente la talla humana de los que en a ella llegamos y en ella discurrimos. Nosotros tenemos la respuesta.








Fuente: Cisneros LJ. Mis trabajos y los días. Lima: PEISA; 2000. pp.228-232.


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Recuerdos de Don Honorio y de Don Hermilio






domingo, 17 de agosto de 2014

Luz de agosto








La insulina y la esquizofrenia han sido forzadas a tener cosas en común. Esto se suscita desde que en 1927 Manfred Sakel empezase a aplicarla a personas con esquizofrenia y otros padecimientos mentales (la insulina recién había sido aislada y sintetizada pocos años antes y, como todo lo nuevo, se aplicaba a diestra y siniestra), hasta hoy en que varios antipsicóticos atípicos están asociados al desarrollo de síndrome metabólico y diabetes en muchas personas que reciben prescripción de dichos medicamentos. 

Asimismo, un socorrido recurso de muchos colegas ante pacientes y familiares, es comparar a la esquizofrenia con la diabetes ("no se cura, solo se controla, siempre tiene que tomar sus pastillas, toda la vida, etc...") con la supuesta buena intención de que se cumpla la igualmente supuestamente benéfica prescripción.

Sin embargo, nadie les administra sus pastillas molidas o a escondidas dentro de sus dietas a los diabéticos ni compara su enfermedad con la esquizofrenia ("no se cura, solo se controla, siempre tiene que tomar sus pastillas, toda la vida, etc..."), y desde luego nadie encierra en un hospital contra su voluntad a los diabéticos que no se inyectan su insulina o que se rehúsan a seguir la dieta o tragar sus píldoras de glibenclamida,  pese a que muchos acabarán con los pies amputados o los riñones esclerosados o las retinas clausuradas.

La diabetes y la esquizofrenia no se parecen tanto entonces....


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Con los estudiantes de pregrado nuevamente se reaviva, y es bueno, ese debate sobre la peculiar terminología que divide en "gestos" e "intentos" a las crisis suicidas. "Gesto" si quería llamar "la atención" e "intento", si de verdad "quería matarse" el paciente o usuario de los servicios de salud. Conceptuación precaria pues la ambivalencia de querer vivir / querer morir es la norma y el epíteto de gesto tiene consecuencias peyorativas y soslayadoras, además que todos queremos, de formas socialmente aceptadas o no, llamar la atención para alcanzar nuestros propósitos interpersonales, no solo los suicidas, "intentadores" o "gestualizadores"...

Insistimos en que el punto no radica solamente en prevenir muertes sino en que, ¡diantre!, no nos hicimos médicos solamente para evitar muertes sino porque no podemos tolerar ante nosotros el dolor, digo, ¿no?

¿No?


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¿Es ventaja o desventaja que en inglés se distinga entre "crazy" y "mad" mientras en español no haya tal distinción?