Es que la garúa, de hecho, no se ve. Se siente. Y se representa, claro está. Ahora que en Lima acatamos el dictamen del invierno y atisbamos la garúa por doquier, abro más acá una ventana, el atardecer suscribo, tomo nota de su insospechado origen :
"...el molino del cielo... que cierne su harina de agua..."
(La frase es de Saramago, en La caverna.)
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