'El loco', acuarela de Pancho Fierro, S. XIX (tomada de aquí).
A Don Pedro solía vérselo en idas y venidas por el centro de Lima cual si presto acudiese a ceremonias o desfiles y de tarde en tarde remecía los portales de la Plaza San Martín con sus catilinarios discursos condenando a todos los zamarros que, en su delirio, le habían arrebatado el cetro presidencial. Sus locuras eran parte inevitable del acontecer cotidiano de la Lima de entonces pues numerosos eran aquellos que le conocían de sus tiempos cuerdos, cuando fue un bien dotado músico, y le socorrían mientras lamentaban sus desafueros.
Entre los años de 1930 y 1960 se contó entre los habitantes de Lima un pintoresco personaje conocido por todos y cuya cristiana gracia era Pedro Cordero Velarde. Este caballero, oriundo de Cerro de Pasco, fue en su juvenil época músico de la milicia, no de los malos según se cuenta, pero es más recordado porque desde su edad mediana vino a convertirse en excéntrica e irrepetible figura de la escena urbana. Si bien había siempre sido protervo crítico de los gobiernos de turno y acérrimo cuestionador de la política doméstica, lo que le había llevado a redactar, editar, y publicar con su propio peculio un pasquín denominado "El León del Pueblo' -cuyo lema rezaba 'Sale cuando puede y pega cuando quiere'-, no fue sino hasta ciertos comicios de los escasos en aquella época cuando se desató con todo furor el desvarío de su sesera.
Se cuenta que algunos pícaros personajes se ofrecieron a armar su campaña electoral a fin de que pudiese llegar al trono de Pizarro para ejecutar sus quiméricos planes, y aprovecharon la prodigalidad y el desaforado entusiasmo de Don Pedro para dilapidar su desmedrada fortuna. Nuestro personaje, que antes se limitaba a prorrumpir en acerbos epítetos con todo aquel que quisiera escucharlo, denostando al gobernante de turno, luego de saber el real cómputo de las elecciones, sufrió una honda desazón. Poco después dióse en denunciar el haber sido vencido con las malas artes del fraude: ataviado con un chaqué pringoso cruzado por dizque una banda presidencial, agujereado sombrero de tarro y chafalonía prendida en la solapa a guisa de condecoraciones, se proclamó a sí mismo no sólo presidente del Perú sino "Apu Capac Inca, Emperador del Perú y Conductor del Mundo; General de Tierra, Mar, Aire y Profundidad; Rey de Financistas y Mago del Estado por Voluntad Divina", nada menos.
A Don Pedro solía vérselo en idas y venidas por el centro de Lima cual si presto acudiese a ceremonias o desfiles y de tarde en tarde remecía los portales de la Plaza San Martín con sus catilinarios discursos condenando a todos los zamarros que, en su delirio, le habían arrebatado el cetro presidencial. Sus locuras eran parte inevitable del acontecer cotidiano de la Lima de entonces pues numerosos eran aquellos que le conocían de sus tiempos cuerdos, cuando fue un bien dotado músico, y le socorrían mientras lamentaban sus desafueros.
La apoteosis de su locura aconteció cuando participó en cierta magna sesión de diversos personajes de la política peruana para negociar la transición a la democracia desde la dictadura de Odría, entonces de turno. Por supuesto no fue oficialmente invitado, pero dejó atonitos a los asistentes con su inesperada perorata e insólita apostura. Fue su momento cenital.
Don Pedro murió de una apoplejía el 18 de diciembre de 1961 a la edad de 86 años.
Don Pedro Cordero Velarde
Pienso en Don Pedro, en sus delirios de grandeza, en la grandeza de su vesánico propósito para con su patria enferma. Evoco a Pedro Cordero Velarde, enfermo mental de la ciudad de otrora, de todos modos ocupante de un lugar en el grupo social de su tiempo y cuya identidad inclusive ha perdurado hasta ahora. Miro en redor a los orates vagabundos de hoy, condenados al extravío en la urbe que les niega un nombre y una historia: huidizas siluetas pardas que se mimetizan entre el hollín y tráfico, estigmatizados, difuminados hasta la delicuescencia, hasta el silencio y el vacío. Cotejo la circunstancia y su adjetivo mientras me petrifico contemplando mis brazos cruzados.
ENLACE:
- Sobre Pedro Ángel Cordero y Velarde en el blog Pueblo Mártir.
Referencia:
- Toledo G. Déjame que te cuente... Selección de crónicas costumbristas publicadas en el Diario El Comercio. Lima. 243 pp. Sin pie de imprenta.
4 comentarios:
contemplando mis brazos cruzados, contigo en el dolor, hermano cruzado, pero... ¿qué hacer? ¿se podría pasar recogiéndolos de uno en uno? ¿para llevarlos a dónde?
Parece que cada país o ciudad tiene el suyo:
http://en.wikipedia.org/wiki/Joshua_A._Norton
Aunque a diferencia del limeño, parece que este otro era muy apreciado. Sin embargo, si el nombre de Cordero ha quedado escrito algo de aprecio debió haber.
En cuanto a Joshua A. Norton, me enteré de su existencia a través de la monumental historieta "The sandman" de Neil Gaiman, en el volumen llamado "Espejos distantes":
http://www.elultimolibro.net/2008/04/cmics-sandman-esp.html
Saludos
Provechosos e interesantes enlaces, Bruno: sin duda la presencia de personajes como Cordero y Norton puede rastrearse en diversas instancias de la literatura, el arte y la historia, propicias para la reflexión individual y social.
Un saludo y gracias por tu visita.
Ahora los orates pululan en la internet, como uno que se hace llamar peruanista, quiere que le quiten el Nobel a Vargas Llosa.
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