Ha aparecido en este mes de marzo un editorial en American Journal of Psychiatry titulado "Conflict of interest - an issue for every psychiatrist" (traducible como "conflicto de interés - un asunto para cada psiquiatra"). Aparte del palpitante interés del tema, el hecho de que el documento aparezca firmado por todos los editores de la revista y los miembros del consejo directivo, implica una decisión meditada y consensuada de manifestar una posición institucional al respecto. Como sabemos, American Journal of Psychiatry es el órgano oficial de la American Psychiatric Association.
El editorial reconoce no sólo la existencia sino la severidad de los conflictos éticos de los psiquiatras académicos dados sus nexos monetarios con la industria farmacéutica, a la vez que admite la paulatina erosión de la confianza del público en nuestra especialidad como consecuencia desafortunada de estos entripados.
El documento acaba demandando que las sociedades médicas y cada psiquiatra individualmente asuma las responsabilidades que les competen sin depender de la provisión, usualmente interesada, de fondos económicos de la industria farmacéutica. Entre las obligaciones éticas usuales de la profesión médica es imperativo considerar hoy el deber de proteger a nuestros pacientes de los conflictos de interés en la selección de sus tratamientos. Esto implica una reforma de la profesión psiquiátrica como ha venido desenvolviéndose hasta ahora.
Por cierto, aún sin ignorar la trascendencia de esta publicación, hay atingencias diversas aparecidas en la blogósfera como reacción y que merecen ser tenidas en cuenta. Before you take that pill discierne sin pizca de candor los tejes y manejes hipotéticamente subyacentes a la publicación. Furious Seasons nos recuerda las hojas de vida de varios de los firmantes del acto de contricción. The Carlat Psychiatry Blog en cambio resalta lo positivo del mensaje y concede, cuando menos, el derecho de la duda a la flamante declaración.
El hecho concreto es que hay una creciente toma de conciencia del problema. La psiquiatría y los psiquiatras (y los médicos en general) no pueden seguir en descarado concubinato con la industria y sus millones mientras proclaman ferviente fidelidad al tradicional juramento hipocrático.
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