jueves, 21 de marzo de 2013

Amor, dopamina y psicosis







Reciente revisión en la Revista Española de Psiquiatría y Salud Mental (Asignación de relevancia [salience] y desregulación del sistema dopaminérgico) nos recuerda el rol trascendente de este neurotrasmisor en la psicosis.

No en la esquizofrenia sino en cualquier psicosis que haber pudiere. 

¿Qué es lo más importante, lo más relevante en el momento de su psicosis, para una persona psicótica?

Huelga decirlo: su vivencia delirante y su vivencia alucinatoria: éstas ocupan el núcleo, el eje raigal de su vida mental, de su ser todo. Y es poco decir...

Y detrás de este fenómeno psíquico extremo, la indagación neurofisiológica apunta a la responsabilidad de grupos de neuronas dopaminérgicas mesolímbicas, alojadas en las profundidades del cerebro.

¿Y cómo así de ser tanto, de ser absolutamente todo, todo en el paroxismo de la psicosis, pueden ir luego diluyéndose estas vivencias alucinatorias y delirantes hasta la rutinaria normalidad?

Ante esta pregunta el común de psiquiatras en agraz y estudiantes se enreda en receptores y vías mesolímbicas y espacios sinápticos y moléculas de dopamina... Es decir, esboza la "explicación" de los hipotéticos fenómenos que suceden a nivel de los cerebros pero no la  "comprensión" de los procesos que acontecen en la mente viva de los seres que van emergiendo desde su psicosis. 

Castilla del Pino lo había explicado rebién en su Vieja y Nueva psiquiatría, cuando diferenciaba la degradación de las estructuras delirantes ante el tratamiento antipsicótico o ante la electroconvulsoterapia....

¿Cómo un hecho determinado alcanza a ser tan predominante y central en la vida mental del individuo para luego desvanecerse poco a poco dejando usualmente polvo de delirio, alucinación de ceniza?

Cualquier profesional de la salud mental ha visto cómo la ataraxia producida por el antipsicótico va domeñando la exaltación con que el psicótico vocifera su delirio, y lo hace desde un principio; de hecho, ya a las pocas horas el paciente luce algo indiferente, menos soliviantado, más sosegado ante los productos de su mente mórbida. A los días, o pocas semanas, las alucinaciones amainan y luego, poco a poco, de haber sido su delusión un fuego inextinguible, una verdad indiscutible y arrebatadora, el paciente psicótico la soslaya y se escabulle ante las preguntas sobre ella: "ya no quiero hablar de eso, Doctor..." nos dice, o "era en broma, eso que decía era broma..." o hasta "yo no dije eso, me he confundido"... pero con un rictus de vergüenza y sonrojo que denuncian que sí sabe que dijo eso, que no se había confundido, que esa delusión y esa alucinación fueron su emblema delirante flameando en lo más alto durante la psicosis....

Esto es, al ser bloqueada la dopamina en las áreas convenientes, dichos contenidos mentales ven reducida progresivamente su arrolladora relevancia de modo tal que los procesos psicológicos habituales del individuo pueden operar y poner dicha idea en perspectiva, en discusión, en cuestionamiento, en segundo y hasta tercer plano, relativizándola, erosionándola, menoscabándola, haciendo posible su minimización, su desmedro, su portergación y su anulación y aniquilación final...

Para familiarizar al médico en ciernes con este fenómeno que no sólo acontece en individuos psicóticos, desde luego, sino en todos, pues la dopamina tiene que ver con cualquier asignación de relevancia que fuere, les hacemos a ellos la comparación más intonsa y pueril que caber puede, pero a su vez la más familiar y cercana a todos: el amor...

La idea de emparentar amor y psicosis nada nueva es, pero resulta útil pues al primero lo asumimos experiencia común a todos los humanos y a la segunda la reputamos extraña, ajena, vergonzosa y propia solamente de los locos...

¿O es que cuando uno enamorado se halla puede esquivar del centro de la mente al ser amado? ¿Puede acaso uno dejar de pensar en él, soñar con él, ilusionarse con él en cada momento?

No, no puede, al máximo se halla la dopamina toda, al igual que en un psicótico el contenido alucinatorio o la vivencia delirante, el amor así flamea en la mente del que ama.

Y si por alguna razón esa relación, ese enamoramiento se ve frustrado, al inicio la vivencia mental es aniquilante y dolorosa, de ningún modo puede uno evadirla, alejarla, sino que en todo momento nos hiere su angustia, nos emponzoña su tumultuoso remolino de sentimientos... Se piensa, se sufre, se llora, se piensa y se sufre y se llora y se piensa y se sufre...

Tras unas semanas, quiérase o no, casi insensiblemente uno va notando como esa herida que creímos sangraría eternamente va haciendo su costrita, y si algún prójimo nos recuerda los juramentos apasionados que proferimos en su momento, también llegaremos a ruborizarnos un poquito, o hasta no querremos hablar de eso, y al pasar más el tiempo, un poco más, hasta podremos tímidamente empezar a bromear sobre aquello, y luego a reírnos sobre aquello, después carcajearnos con hilaridad y entonces asomará espontáneamente el pensamiento como si uno mismo se palmease bonachonamente en el hombro: "¿pero cómo pude haber estado tan templado de una chica (o chico) tan fea (o tan atorrante), tan tonta (o pesado)...?"

Hemos vuelto a la normalidad, entonces, hemos vuelto. Así en el amor y en la psicosis.

Y los alumnos entienden...



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ENLACES:

- Lahera G, Freund N, Sáiz-Ruiz J. Asignación de relevancia (salience) y desregulación del sistema dopaminérgico. Rev Psiquiatr Salud Ment. 2013; 06 :45-51.

- Kapur S. Psychosis as a State of Aberrant Salience: A Framework Linking Biology, Phenomenology, and Pharmacology in Schizophrenia. Am J Psychiatry 2003;160:13-23.


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- Galante joyería molecular

- 'Alucinaciones' hechas en casa


6 comentarios:

Paula dijo...

Brillante señor Lizardo, se lo digo como "ex-psicótica" experta. Y brillante no tanto por su explicación causal dopaminérgica, de la que me va a permitir dudar como explicación estrella de la cuestión, sino por su comparación con el amor, más interesante por lo biográfico que por lo bioquímico. Así, la comparación es acertada, y la diferencia se encuentra en dos direcciones: la primera, que usted ya señaló, es que el amor, igual que el desamor, terminan por remitir al cabo sin necesidad alguna de antipsicóticos. La segunda, que usted no señaló pero que yo sí me voy a permitir hacer, es que el delirio, psicosis, o cualquiera que sea el nombre en función del argumento, pueden remitir igualmente en ausencia de antipsicóticos. El resultado, moraleja o enseñanza de la unión de sus reflexiones y las mías, es el siguiente: atendamos más al amor, él nos enseñará.
Un saldo afectuoso, continúo leyéndole con gran placer.

Lizardo Cruzado dijo...

Gracias, Paula, nuevamente por tu visita y tu comentario. Sí, desde luego que los delirios pueden remitir aún sin antipsicóticos, no hay duda. Y de acuerdo, la explicación neurobiológica tiene sus bemoles pero el énfasis era en que la "asignación de relevancia" no es categóricamente distinta entre psicóticos y aquellos que no, aproveché la alegoría con el amor, que tantas veces une vivencias de algún modo similares con la locura.
Un afectuoso saludo.

pere dijo...

Apreciado Lizardo,
encuentro atractiva y sugerente la comparación entre psicosis y enamoramiento. Lo que no acabo de ver es la relación de estos fenómenos psíquicos con los neurotransmisores.
El artículo del Am J Psychiatry es muy cauto, propone tan solo un 'heurístico para la consiliencia' (concomitancia de dos fenómenos, uno de orden neurológico y el otro de orden psíquico).
El de Rev Psiquiatr Salud Ment da por sentadas algunas cosas que están lejos de ser probadas "..la evidencia científica que avala el concepto de psicosis como un estado de asignación de relevancia (o salience*) aberrante, consecuencia de una desregulación dopaminérgica"
La presunción de que una desregulación dopaminérgica *causa* 'asignación de relevancia aberrante' no he sabido encontrar ningún estudio que lo avale (aunque sí algunos resultados que 'refuerzan' la hipótesis, o que 'sugieren' que así es)
Sería como decir que este agradable fenómeno de los amores, que está siendo versado desde hace miles de años, fuera el simple resultado de una desregulación dopaminérgica.
Es más o menos como decir que lo experimentado (en la inmaterial psique) al recibir la llamada de una determinada persona está causado por los impulsos eléctricos que circulan por el celular.

¡Que sigas transmitiendo desde el manicomio!


Lizardo Cruzado dijo...

Los antipsicóticos producen un estado de indiferencia psíquica entre otros efectos, y se ha implicado a la dopamina en ello. Los antipsicóticos pueden disminuir la intensidad y otros indicadores de los delirios y uno de sus principales mecanismos moleculares es el bloqueo de la dopamina. No pretendo establecer ni cerrar una discusión sobre los mecanismos neurobiológicos hipotéticos en que se hallan implicados neurotransmisores en la esquizofrenia, al contrario, la entrada tenía un fin distinto pero valoro y agradezco sus comentarios.
Cordiales saludos.

fiorella dijo...

Doc, concluyo entonces que no queda más que desearnos a todos (sobretodo a los ya unidos por un anillo), una amorosa psicosis crónica y no una aguda ni transitoria.

Lizardo Cruzado dijo...

Claro, Fiorella, aunque el enamoramiento es a la dopamina lo que el amor es a... mucho más que neurotrasmisores y neuronas, claro está. Gracias por tu amable visita.