martes, 7 de septiembre de 2010

Paraidolias






Dentro del acápite de los engaños sensoriales -donde se producen nuevas percepciones pero alteradas, en respuesta a un estímulo externo- son incluidas las ilusiones.

Las ilusiones, ah, las ilusiones, no las amorosas, claro está -que para eso necesitaríamos toda una Encyclopaedia Britannica ad hoc-  sino verbigracia las ópticas, esas casi prestidigitaciones circenses  que nos arrojan de bruces sobre nuestra ingenua manera de concebir la visión: asumiendo identidad plena entre nuestras simplonas sensaciones y nuestras elaboradas y sofisticadas percepciones.

Porque la percepción, aunque al parecer tan sencilla e inocentona, es en realidad un proceso activo de conocimiento, sí señor. No es ver manchas u oír acordes nada más. La percepción es mucho más que eso y no lo podemos advertir usualmente ni fácilmente. La percepción es un elaborado proceso que pone en relación nuestra conciencia -comprimida en un ánfora de redondeado hueso- con el mundo exterior a través de la aprehensión y análisis de datos sensoriales

Por supuesto, las ilusiones sensoriales nada son del otro jueves para el público cultivado y sensible. Pero ellas pueden resultar material didáctico útil para médicos en agraz, usualmente tan orondos de racionalidad y córtex cerebral 100 % racional, 100 % consciente y 1000 % voluntario -sino más-. (Excusado me sea el alarde de docente de pregrado, suplicado está).

Los engaños sensoriales podrán así enfrentarlos a la travesura de varias estructuras encefálicas que laboran sin que ellos lo adviertan. ¡Horror! Pero, ¿cómo? si todo es cuestión de poner de parte de uno, si todo está en la mente, si todo es cuestión de fuerza de voluntad...

Ñanga. De allí a mirar por sobre el hombro los padeceres psicopatológicos un ápice hay. Y por ello urge plantear a los jóvenes médicos la sana desconfianza de la ingenua actividad mental, pues ello llevarlos podría a conclusiones pletóricas de la más malsana y deletérea inocencia.

Y es que nuestros córtices sensoriales se han acostumbrado a hallar a lo largo de su trajinada historia evolutiva algún sentido a los patrones sensoriales que se les ponen enfrente, requisito imprescindible para la supervivencia de la inerme especie que hemos sido. Y ahora en la urbe, ingratos nos, ni siquiera agradecemos el evolutivo favor. No: 100% racional todo, 1000% voluntario todo, 10 000% consciente todo.

Entre las diversas ilusiones existentes, resaltan las paraidolias -o pareidolias- que derivan su nombre etimológicamente del griego eidolon: "figura" o "imagen" y del prefijo par: "junto a" o "adjunta". Es decir, son imágenes que surgen cuando un individuo, utilizando los elementos de la percepción de un objeto real, los combina de forma  más o menos consciente, con una serie de elementos imaginativos y fantasiosos, sin llegar a perder en ningún momento el juicio de realidad ni la correcta interpretación del objeto percibido.

Los ejemplos típicos: las formas de las nubes. En un primer momento... nada. Y después... ¡pero si allí está y es clarísimo!

He aquí algunos trillados ejemplos sobre nuestra desesperada necesidad de encontrar sentido a las imágenes que nos rodean, nuestra aparatosa angustia por encajar el entorno en una cómoda imagen recordable, nuestra imperiosa y desbaratadora ansia por descubrir la desesperada belleza de las constelaciones...

















Por supuesto, huelgan los desnaturalizadores, desacralizadores comentarios. ¿Quién no tiene su paraidolia favorita en algún rincón íntimo de la infancia o en algún rincón infantil de su intimidad? Si hasta los tontuelos emoticones... ¡pero imagínense!


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Aquellas paraidolias de nubes que hemos ofrecido corresponden a la revolucionaria, clasista y combativa The Cloud Appreciation Society, (de quien este servidor, ejem, es es el único orgulloso miembro en la aldea local).



ENLACE:

- Fascinantes ilusiones ópticas en Scientific American.

- Y un llamativo certamen: The Illusion Contest.


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10 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Ahora me viene a la memoria un cerro coronado por dos grandes piedras de granito, una cruzando a la otra, cuyas formas curiosas recuerdan a un pianista tocando su instrumento. Un individuo tuvo esta paraidolia original y los demás la asumieron. Bueno, alguno ha ido más allá asegurando que se trata del mismísimo Beethoven al piano.
Un afectuoso saludo.

Karen M. dijo...

Cuando era niña mi paradolia eran las cortinas, no sé como se plegaban, pero podía ver muchas cosas, sin parpadear... ahora ya no puedo.

Lizardo, ahora ya no es lo mismo: Mi percepción corrió de mi como una liebre; entonces traté de alcanzarla y cuando la tuve frente a mí, la maté.

Y no puedo revivirla.

Un abrazo,

K-M-

Francisco Doña dijo...

Expresivas imágenes. El texto, jocoso pero no por ello menos instructivo. Es ésta, Dr. Cruzado, una de esas geniales entradas a las que nos tiene acostumbrados y que son tan de agradecer.

Voy a ver si encuentro alguna paraidolia por ahí, aunque mi percepción no está en su mejores momentos últimamente...

Un cordial saludo.

Lizardo Cruzado dijo...

Gracias, José Manuel: debe ser bella esta paraidolia que comentas de un granítico pianista. Y bien podría ser Beethoven por su contundencia que desafía al tiempo y a los elementos. Un cariñoso saludo.

Lizardo Cruzado dijo...

No tienes que revivirla, querida Karen, aunque no lo parezca... resucitará solita y sin hacer bulla, de veras.
Un cariñoso saludo.

Lizardo Cruzado dijo...

Tan amable Ud. como siempre, Dr. Doña. Soy yo quien agradezco su visita. A cuidarse, eh. Un cálido saludo.

Anónimo dijo...

Es decir que si veo la forma de un elefante (el cual definitivamente no es escrupulosamente exacto a las formas del mismo) es porque estoy desesperado por encontrar sentido a las imágenes que me rodean?.

Pensé que solo era un pasatiempo vano de aquellas épocas de mi infancia, pero ahora reconozco que he sido un pareidólico. Lo acepto.

Un saludo fraterno, desde Ayacucho, estimado Dr. Cruzado.

Lizardo Cruzado dijo...

Bueno, en realidad es una retórica manera de expresar que el patrón almacenado en nuestro sistema nervioso y que facilita el proceso perceptivo, suele imponerse a despecho de nuestra propia 'voluntad' de modo que 'reconocemos' cosas. La paradoilia es una ilusión perceptiva y no es patológica, claro está. Todos somos en mayor o menor medida 'paraidólicos'.
Un saludo fraterno y gracias por su comentario, anónimo amigo.

Anónimo dijo...

Es muy pedagógico tu blog, nos das una visión muy amplia con este tema, Yo soy aficionado a las paraidolias y también tengo un blog, al cual te invito a visitarlo y que me des tu opinión acerca de él http://paleidolias.blogspot.mx/

Lizardo Cruzado dijo...

Muy original tu blog y tu denodada pasión por las paraidolias, estimado amigo. Gracias por tu visita. Un saludo desde el Perú.