jueves, 17 de diciembre de 2009

El efecto Dunning-Kruger o la fatuidad de la inepcia





"The trouble with the world is that the stupid are cocksure and
the intelligent are full of doubt."
("El problema con el mundo es que los estúpidos son muy seguros
de sí mismos y los inteligentes llenos de dudas".)
Bertrand Russell




Rodin, El pensador, (pensando).


Habrán advertido los amables lectores que este es un blog amante de las frases hechas. Nuestra debilidad por la filosofía compuesta de trillados retruécanos nos impulsa a abusar de epígrafes y citas y hoy consagraremos el presente post a dicho afán.

Desde Aristóteles, quien sin ruborizarse proclamó con total certeza: "El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona", hasta René Descartes, cuya frase "Lo poco que he aprendido carece de valor comparado con lo que ignoro" ha pasado a constituirse en oriflama de la humildad filosófica y científica, las declaraciones sobre la fatuidad de la ignorancia y la mesurada discreción de la sapiencia, se han multiplicado por doquier. Confucio lo dijo en una manera algo enrevesada pero a fin de cuentas apodíctica: "Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber."

Baltasar Gracián apuntó que "El primer paso de la ignorancia es presumir de saber", perspicaz observación como todas las suyas y Darwin, quizá colmado por los acres e intolerantes comentarios a su labor seminal, advirtió: "La ignorancia suele prohijar la fatua autoconfianza a diferencia de lo que hace el conocimiento."

Pero si bien estos pensamientos poseían el enorme prestigio de sus consagrados autores, todos ellos dechados de vasta sesera y prodigiosa enjundia, indudablemente les faltaba el respaldo de la evidencia cuantificada y metodológicamente sustentada, esto es, los números, las cifras, los grupos control que descarten que semejantes observaciones sean mero fruto del sesgo o el simple azar; pues de ser así los mismísimos Darwin, Confucio y Descartes, quedarían como chancay de a medio.

Afortunadamente los psicólogos Justin Kruger y David Dunning decidieron tomar el toro por las astas y lograron demostrar de manera científicamente impecable que los asertos de tantos sabios no eran embeleco ni falsía. En una serie de pruebas encontraron que efectivamente los menos capaces tendían a sobrevalorar sus méritos mientras los más aventajados eran proclives a menospreciar sus respectivas performances. Y los estudios de Dunning y Kruger están repletos de tablas y curvas estadísticas para quien dude de la solvencia de sus resultados.

Ahora ya poseemos un epónimo más, el efecto Dunning-Kruger, para impresionar a los colegas y contertulios cuando sea preciso aludir a la fatuidad de la inepcia o a la arrogancia de la estulticia. Estamos completamente convencidos de que así, basados en la evidencia, podremos finiquitar o frustrar cualquier polémica en que nuestro contendor nos pretenda avasallar con la obtusa convicción de sus argumentos o la intonsa imperturbabilidad de su verba. Ya lo saben: efecto Dunning-Kruger.

5 comentarios:

fiorella dijo...

buen dato, lo usaré y mucho, conozco varios necios ;)
saludos!!!

Lizardo Cruzado dijo...

Ciertamente, Fiorella. Saludos.

sin pepas... dijo...

hummm... calladito te ves más bonito, hace tiempo que sé que sabes lo que sabes

Tony Chávez Uceda dijo...

Estos son algunos componentes clínicos del síndrome causado por el efecto Dunning-Kruger.

1) Presunción de memoria extrema: como el caso del Dr. Urquiza, en farmacología, que se ufanaba de memorizar todo el Goodman con puntos y comas. El individuo suele asociar una sonrisa autocomplaciente al citar el texto con exactitud, o cuando otra persona no lo puede citar.

2) Ecolalia de la frase "no tenemos nada que envidiar...": típica muletilla de aquellos que creen que su hospital o servicio pueden competir en igualdad de condiciones con los centros académico-médicos más famosos del mundo. Y su razonamiento incluye una truculenta lógica ab-reductio, que excluye presupuestos, tecnologías, gestión, organización académica, publicaciones, y al final, cuando se quedan calatos de argumentos, concluyen que sus mentes son tan buenas como la de los científicos de esos lares, entonces, no tienen nada que envidiar.

3) Ruina de la configuración clínica: caracterizada por una serie de tics y compulsiones al ver la acertada discusión clínica de un colega. Esto suele complementarse con una maledicencia médica compulsiva una vez que la revisión del caso clínico ha concluido.

4) Ideas sobrevaloradas: a medida que van oteniendo mayores calificaciones académicas, este problemas suele aumentar.

5) Alucinaciones doctorales: este síntoma no requiere mayor explicación, pero está volviéndose más común en el Hospital Regional Docente de Trujillo.

Nos animamos a publicar Lizardo?

Lizardo Cruzado dijo...

De todas maneras, Tony, con tus apuntes ya tenemos para empezar un sabroso muestrario psicopatológico-costumbrista local.