sábado, 10 de noviembre de 2012

Alucinaciones desde adentro del cuerpo o cenestopatías




 A man eating himself

A diferencia de las alucinaciones visuales y auditivas donde suele discernirse con claridad la presencia de un objeto externo verificable (verbigracia, una voz que sólo escucha el alucinado y no los otros) existen alucinaciones donde la percepción anómala pero que semeja a un estímulo inexistente, no se identifica como proveniente del exterior del organismo sino desde su misma entraña.

Una descripción clásica por su riqueza es la de Dupré, correspondiente a este tipo de alucinaciones, las llamadas alucinaciones cenestopáticas (también denominadas alucinaciones viscerales):

" Los enfermos se quejan de sentir en diferentes partes del cuerpo sentimientos anormales de carácter más penoso y molesto que doloroso, cuya naturaleza insólita los desconcierta y cuya persistencia los inquieta. Se trata de sensaciones extrañas, a menudo indefinibles y descritas por los pacientes con un gran lujo de imágenes y comparaciones. Los órganos son estrechados, alargados, aplastados, inflados, desecados, dados vuelta, desplazados, modificados en su forma, en su temperatura, su peso, sus secreciones, su movilidad o su fijeza. Son mantenidos y comprimidos por pinzas, ataduras, apliques, tenazas, etc. Cuerpos extraños se interponen, gases se insinúan, corrientes circulan, vibran excitaciones, crujidos estallan, chisporroteos, etc. Se sienten estiramientos, movimientos, dislocaciones. A estas penosas sensaciones se agregan otros malestares de naturaleza más vaga y que los pacientes designan por el término de parálisis, de congestión, de anemia, de muerte, de podredumbre, de carie, de estado de trastorno, etc.  Para dar cuenta del asiento y naturaleza de sus sensaciones, los pacientes se entregan a una mímica donde domina la expresión ansiosa y gesticulante del rostro y la repetición de actitudes y gestos."

Como acotaba Ey, estas vivencias hacen de la enfermedad no sólo un objeto heterogéneo al cuerpo sino también un ser animado o monstruoso que devora el cuerpo y la salud. Y, de hecho, desafían la concepción misma de alucinación.

Las alucinaciones son, por excelencia, uno de los síntomas psicopatológicos más difícilmente comprensibles e intuíbles por el común de personas sanas y no son excepción a ello los mismos profesionales de la salud. Suele asumirse que las alucinaciones son símiles de objetos imaginados o representados en la mente, o fantasías que el mismo alucinado fabrica y confunde o exagera, y que el enfermo podría, por ende, desbaratar con la sola fuerza de su voluntad.

Inclusive una errónea perspectiva del fenómeno alucinatorio contribuye, como Sims señala, al pobre entendimiento de este síntoma y a su estigmatización como patrimonio exclusivo de la locura, de la enajenación: “Existe una idea equivocada y generalizada de que  “oír voces” supone necesariamente tener alucinaciones auditivas y que esto, a su vez, supone, una enfermedad mental grave como esquizofrenia. Esta noción es simplista: las personas sanas y aquellas sin psicosis describen y no infrecuentemente el 'oír voces'.”

Existe el reto de incorporar en el conocimiento médico no especializado en psiquiatría la sensibilización hacia el problema de la alucinación, más allá del positivismo rampante que exige 'ver para creer' (el prestigio boyante de la neuroimagen en la actualidad impone que una gráfica como la siguiente "convenza" a los estudiantes de que la alucinación "existe" dado que pueden así apreciar ellos la "base biológica):





La vivencia psíquica de la corporalidad es además un fenómeno relativamente soslayado en la psicopatología, lo cual es de lamentar pues únicamente en el cuerpo confluyen dos vertientes de la experiencia: el cuerpo vivido como un objeto existente en el mundo y además el cuerpo sentido en su plena subjetividad solamente por el poseedor del mismo. De allí la frecuente desatención y negligencia con los cuadros somatomorfos, las dismorfofobias, la hipocondriasis, los trastornos de la conducta alimentaria, los trastornos delirantes somáticos, etc. Como un botón de muestra, hemos confeccionado una diminuta aproximación al problema de la cenestopatía en la práctica médica general y las dificultades que pueden observarse en su diagnóstico oportuno.



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ENLACES:

- Cruzado L, Córdova R, Vizcarra O. Alucinaciones viscerales y cenestopáticas en el diagnóstico diferencial de síntomas médicamente inexplicados. Rev Med Hered. 2012; 23(3): 193-198.

- Lòpez-Ibor JJ, Ortiz T, López Ibor MI. De la experiencia corporal a la identidad corporal. Actas Esp Psiquiatr 2011; 39: Suplemento 3. (PDF)


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2 comentarios:

Miguel dijo...

enhorabuena por la entrada y publicación.Muy completo y con una bibliografía recomendable.
En casos similares que he conocido, mi tendencia personal es situarlos taxonómicamente, en el CIE 10, en F22.8 Otros trastornos de ideas delirantes persistentes, donde se incluye la Dismorfofobia delirante.
Quizás porque veo predominante lo delusional/delirante frente a la disgregación de la personalidad propia, quizás por mi escasa simpatía a nombrar como esquizofrénico a quien puede ser nombrado de otra manera.
Cada caso es diferente y ya señalaste en otro articulo(sobre el delirio de embarazo) un síntoma que en apariencia es igual, puede provenir de esferas muy distintas.
Y además hay una gran diferencia de un paciente con esquizofrenia que delira sobre su cuerpo, -que cada uno delira sobre lo que quiere/puede- que un paciente que se centra de manera obsesiva en su tracto digestivo, o que obtiene un inconsciente beneficio secundario que su padecer.
En mi experiencia la respuesta al tratamiento de casos como los comentados, con alto componente delusional/delirante, es "reticente", lográndose únicamente una discreta mejoría, más discreta cuanto más delirante sea.

El apunte final sobre entender la manera de expresar del enfermo es importante.. creo que ya conté en potra ocasión sobre un paciente sahariano que dijo tener "demonios en el estomago", expresión habitual en su tierra de origen pero no en la península ibérica y que le valió el ganar un haloperidol inyectado y una estancia -neuroléptica- en psiquiatría hasta que apareció un mediador cultural.
Abrazos fraternales.

Lizardo Cruzado dijo...

Gracias por compartir tu valiosa experiencia, amigo Miguel, la perspectiva que ofreces sobre el delirar acerca del mundo externo y el delirar sobre sí mismo es muy interesante y heurística, sin duda. Imagino que expresiones de los paisanos latinoamericanos allá en tierras ibéricas también pueden originar confusiones como la que describes y, sin ir tan lejos, aquí en nuestro país, con tantas idiosincrasias, culturas y pueblos, también sucede ello, y no infrecuentemente.
Todo un asunto el de las etiquetas diagnósticas pues...
Un abrazo y gracias como siempre por tu gentil visita.