Luego de casi un siglo de funcionamiento ininterrumpido se ha planificado la demolición de un amplio edificio del Massachussets Mental Health Center con el fin de levantar construcciones modernas y a tono con la arquitectura y comodidades contemporáneas. Se plantea en este momento: si se van a esfumar así años y años de historias personales, de trajines cotidianos y pesares y alivios y rutinas, tanto de incontables pacientes cuanto de trabajadores ¿cómo de algún modo perennizar esa historia colectiva y rendirle homenaje y debida memoria?
Se convoca a la artista Anna Schuleit, el tiempo disponible es escaso pues la demolición se halla anticipadamente programada, ella visita los pabellones y percibe de inmediato la umbría disposición y el ambiente lóbrego entre las paredes donde un día se aplicaron comas insulínicos y electrochoques. Deambulando corredor tras corredor, se percata: a los enfermos mentales hospitalizados nunca se les envía ramos de flores como a los otros pacientes: los obstétricos, los quirúrgicos, los de especialidades médicas (excepto psiquiatría). Se le ilumina el rostro entonces. ¡Eureka!
Veintiocho mil flores de diversos tipos y colores, sembradas en sus respectivos canteros, son distribuidas por la artista colmando todas las habitaciones, pasillos, escaleras, la piscina abandonada e inclusive el sótano. Simultáneamente a través de los sistemas de sonido y parlantes se difunde por doquier un collage de sonidos característicos de la época en que las instalaciones se hallaban activas, en funcionamiento. El edificio, que durante años funcionó bajo llave y con acceso restringido, es abierto a la visita del público en general durante algunos días, los últimos que tendrá en pie.
Todos los canteros con las flores vivas son luego distribuidos a centros comunitarios de salud mental y hospitales de día en el área geográfica adyacente. La instalación artística se denominó inevitable, simplemente, escuetamente: Bloom (Florecer). Y aconteció en el año 2003.
Se convoca a la artista Anna Schuleit, el tiempo disponible es escaso pues la demolición se halla anticipadamente programada, ella visita los pabellones y percibe de inmediato la umbría disposición y el ambiente lóbrego entre las paredes donde un día se aplicaron comas insulínicos y electrochoques. Deambulando corredor tras corredor, se percata: a los enfermos mentales hospitalizados nunca se les envía ramos de flores como a los otros pacientes: los obstétricos, los quirúrgicos, los de especialidades médicas (excepto psiquiatría). Se le ilumina el rostro entonces. ¡Eureka!
Veintiocho mil flores de diversos tipos y colores, sembradas en sus respectivos canteros, son distribuidas por la artista colmando todas las habitaciones, pasillos, escaleras, la piscina abandonada e inclusive el sótano. Simultáneamente a través de los sistemas de sonido y parlantes se difunde por doquier un collage de sonidos característicos de la época en que las instalaciones se hallaban activas, en funcionamiento. El edificio, que durante años funcionó bajo llave y con acceso restringido, es abierto a la visita del público en general durante algunos días, los últimos que tendrá en pie.
Todos los canteros con las flores vivas son luego distribuidos a centros comunitarios de salud mental y hospitales de día en el área geográfica adyacente. La instalación artística se denominó inevitable, simplemente, escuetamente: Bloom (Florecer). Y aconteció en el año 2003.
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1 comentario:
interesante. nunca se me hubiera ocurrido pensar que a los pacientes siquiatricos no se les envian flores, ¿será que las flores son un deseo de pronta recuperacion y a las personas que sufren de enfermedades mentales se les considera sin cura?
que triste!
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