"No hay peor inconsciencia que ésa del tiempo transcurrido"
T. Mann
Foto: Sylvain Margaine |
Foto: Sylvain Margaine |
El rumor del pasado puede, más que contarnos una historia, permitirnos intuir muchas historias. No cabe el olvido, en ninguna de sus formas, y si no las palabras, las imágenes hablan.
Hablan por los que no hablaron, como si su voz fuese una alucinación de silencio, un silencio alucinado que fuese refractario al electrochoque.
En los inmensos pasillos de cuyas paredes se desprende la pintura como piel gastada, han deambulado seres cuya metamorfosis perturbada y detenida asomaba a las ventanas vacías.
Y el vacío asomaba a sus ojos trayendo saludos de nadie, porque a estos enfermos no se les visitaba, no se les llevaba flores ni dulces ni se contaban ansiosamente los días para su retorno a casa.
Por fuera soledosos jardines en torno a los edificios suntuosos, por dentro amplios pabellones y dilatados corredores, pero más adentro, desvencijados mecanismos de la mente y una luz titilante.
Con los años los ambientes se congestionaron, los revoques fueron desprendiéndose y el tiempo se fue acomodando morosamente sin poder avanzar, catatonizándose sin remedio. Era el signo del óxido, el signo del moho, el signo de la grieta, en la historia del hospital.
Y empezaron las demoliciones.
En el Perú esto no pasa, los hospitales no se pueden demoler pues no hay otros, y vivimos y laboramos en ellos, y la demolición es más lenta e imperceptible con nosotros adentro.
Pero en Greystone puede verse el tiempo detenido, cortado como en tajadas de historia, y eso obliga a mirarnos como seremos mirados cuando nuestro presente sea a su vez demolido, y observado como se mira lo lejano.
Han cambiado edificios, han cambiado camisas de fuerza pero hay cosas que no han cambiado. Cosas que no se demuelen con una grúa.
Mientras tanto, el tiempo pasa. Podemos asomarnos a verlo.
Con los años los ambientes se congestionaron, los revoques fueron desprendiéndose y el tiempo se fue acomodando morosamente sin poder avanzar, catatonizándose sin remedio. Era el signo del óxido, el signo del moho, el signo de la grieta, en la historia del hospital.
Y empezaron las demoliciones.
En el Perú esto no pasa, los hospitales no se pueden demoler pues no hay otros, y vivimos y laboramos en ellos, y la demolición es más lenta e imperceptible con nosotros adentro.
Pero en Greystone puede verse el tiempo detenido, cortado como en tajadas de historia, y eso obliga a mirarnos como seremos mirados cuando nuestro presente sea a su vez demolido, y observado como se mira lo lejano.
Han cambiado edificios, han cambiado camisas de fuerza pero hay cosas que no han cambiado. Cosas que no se demuelen con una grúa.
Mientras tanto, el tiempo pasa. Podemos asomarnos a verlo.
El edificio principal en sus mejores épocas (1899). Fuente: Preserve Greystone. |
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ENLACES:
- Fotos de Greystone Park Psychiatric Hospital, por Sylvain Margaine, en Enviromental Graffiti.
- Información completa sobre la historia y situación actual del hospital en Preserve Greystone.
- Fotos de Greystone Park Psychiatric Hospital, por Sylvain Margaine, en Enviromental Graffiti.
- Información completa sobre la historia y situación actual del hospital en Preserve Greystone.
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2 comentarios:
"Han cambiado edificios, han cambiado camisas de fuerza pero hay cosas que no han cambiado. Cosas que no se demuelen con una grúa."
¡Caramba! eso es totalmente exacto -también- en España.
Saludos,
Y en todas partes, Pere, en todas partes. No basta constatarlo pero hay que repetirlo.
Cordiales saludos.
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