lunes, 11 de marzo de 2013

La piel: esa conflictiva frontera somatopsíquica






Los casos de patología primariamente psiquiátrica pero que acuden en primer término a otras especialidades médicas (en muchos casos por el estigma intrínseco de acudir a la consulta del psiquiatra) son una oportunidad desafiante para aquellos especialistas solicitados en cuanto a su habilidad para empatizar con la molestia del paciente, para orientar adecuadamente al sufriente sin invalidar su queja y para el trabajo conjunto de profesionales de distintos ámbitos, que redunde en la mejor colaboración del usuario para su tratamiento y evolución favorable.

Me detengo en lo arriba escrito y pienso en cuántas de las llamadas patologías primariamente psiquiátricas acuden en primer término a la consulta del psiquiatra: seguramente son una minoría, porque la mayoría de personas para comenzar no acuden a ningún consultorio médico, pero eso ya es otro tema: acceso a los servicios de salud y otras variables...

Uno de los llamados síndromes de Ekbom (hay dos y ambos fueron descritos por el mismo neuropsiquiatra sueco, Karl Axel Ekbom, en un infrecuente caso de doble eponimia) corresponde a la también llamada Parasitosis delirante, es decir el delirio de poseer la piel infestada de bichos (macro o microscópicos) sin que exista un correlato objetivo y demostrable a dicha queja y sin que las diversas exploraciones convenzan al sufriente de que no ocurre una infestación objetiva.

Desde luego, dado que un importante contingente de pacientes no sólo poseen el delirio de tener bichos en la piel sino que experimentan disestesias alucinatorias en su propia superficie corporal, no suele ser sencillo plantearles que eso que sienten es de cuño alucinatorio y no corresponde a un estímulo externo.

Aquí es donde colisionan las dos perspectivas lamentablemente, la vivencia subjetiva del paciente y la perspectiva objetivante del médico, digo lamentablemente porque se soslaya totalmente la dolencia del individuo y el profesional médico se concentra en una desatada cacería técnica que supuestamente descartará la enfermedad orgánica explicativa para que así el paciente acuda aliviado donde el psiquiatra. De este modo el profesional no psiquiatra creerá agotado su trabajo aunque el paciente, desde luego, no acudirá donde el psiquiatra nunca.

El rimbombante título de la entrada alude a esa naturaleza compleja y de conflicto que la piel representa como frontera entre la vivencia corporal, interna, sintomática, inalienable al individuo y la mirada fría, externa, excluyentemente objetiva del profesional médico en busca de signos y evidencias de laboratorio. Recordemos que la piel y el sistema nervioso tienen un mismo origen embrionario (ectodermo, una parte del cual evoluciona a neuroectodermo: y alguien ha dicho en acertada metáfora que son como dos hermanos que nunca se olvidan) y así la piel, frágil y expuesta, es el límite entre el yo y el universo. Su riquísima inervación la constituye en la estructura receptiva más amplia del organismo y a la vez, en emisor muchas veces no atendido.  

Aunque en toda la medicina trabajamos en función de síntomas y de signos, la psiquiatría es un campo donde prima la sintomatología, aquí la formación del médico no psiquiatra a veces carece de énfasis y de tal modo el médico queda como un tecnólogo sofisticado, escudriñador apenas de lo objetivo y suspicaz ante todo lo no tangible. Cada vez que contactamos con estudiantes de los últimos años de medicina nos sorprende constatar este sesgo casi de tipo forense, donde se duda a priori de todo lo que el paciente afirma, y se va en búsqueda desaforada de la "evidencia" y prestos a catalogar como "pitis" (pitiáticos, es decir, histéricos) a los pacientes que no encajan en tal maniqueo esquema. Pero lo que el paciente tiene derecho a esperar del médico no es sólo la mejor tecnología puesta a su disposición sino toda la mente y espíritu del médico, esto es, su capacidad de comprensión, buena fe, despliegue de intersubjetividad y empatía.

A propósito de un caso de parasitosis delirante hemos reflexionado brevemente sobre este tema tan amplio, desafiante y desatendido: el cuadro insertado al final del texto es, de lejos, lo mejor de nuestro muy breve articulillo. 


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ENLACE:


- Cruzado L, Paima-Ríos R. Parasitosis delirante: sinergia entre psiquiatría y otras especialidades. Acta Méd Peruana. 2012; 29: 35-37


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5 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Muy interesante entrada y curioso caso clínico. La relación entre psiquiatría y dermatología es inequívoca.
Saludos sin conflicto, amigo Lizardo.

Silvani Reyes-Vassallo dijo...

Querido Lizardo: No encontré ningún cuadrito adjunto, pero el artículo está muy interesante, sobre todo por aquella apreciación final sobre la falta de agudeza en el ojo clínico. Abrazos!

Lizardo Cruzado dijo...

Al punto que la psico-dermatología es una rama prominente de la medicina psicosomática, amigo José Manuel, y en ella confluyen las tendencias y componentes que brevemente he señalado. No se puede señalar fácilmente la existencia de una alucinación táctil pues no hay objeto externo verificable y ello hace desafiante este campo pero abierto a la empatía del médico práctico. Un abrazo. Gracias por tu visita, como siempre.

Lizardo Cruzado dijo...

Querida Silvani:
Gracias por seguir el blog desde las tierras del norte del Perú en donde está mi origen, y desde la cálida ciudad de la amistad, Chiclayo, que alberga gratos recuerdos de mis años mozos.
El cuadrito es la Tabla 1 al final del artículo "Parasitosis delirante: sinergia entre psiquiatría y otras especialidades", de mi autoría y cuyo enlace aparece al final de la entrada.
Muchas gracias por tu visita. Un abrazo virtual.

asseva garraf dijo...

hola
Muy interesante te invito a visitar nuestro blog

gracias