martes, 11 de junio de 2013

En los 31 años del Instituto Nacional de Salud Mental, Lima, Perú




Nuestro Instituto bajo la neblina del otoño en que fue fundado.

Ya hemos reseñado en otra entrada la breve historia de nuestro querido Instituto Nacional de Salud Mental "Honorio Delgado - Hideyo Noguchi" que hoy cumple 31 años de ser fundado (el mismo periodo de tiempo desde que el Perú no acude a un mundial de fútbol, referencia cronológica frívola pero no exenta de visceral sentimiento) y el cómo su naturaleza de existir se ha debatido a lo largo de estas tres décadas entre el desgarramiento ontológico de ser "hospital" o de ser "instituto" (cual si hubiese oposición connatural y absoluta entre ambas funciones). Dilema éste, si no mal planteado, mal respondido, como pretendemos argüir y demostrar después.

Hoy, aunándonos a la efeméride con el espíritu bombástico y platillero que nos caracteriza, traemos a colación un documento que ya hemos citado antes: son párrafos del libro "Salud mental y Realidad Nacional - El primer quinquenio del Instituto Nacional de Salud Mental" -nombre tan largo como el de la institución misma- y que dio a la estampa su director-fundador, el Dr. Javier Mariátegui Chiappe, al ser cesado en sus funciones hace más de 25 años, en 1987. Y dice así Don Javier:





"El Instituto, no hay que olvidarlo, fue concebido inicialmente como Centro de Salud Mental Comunitaria y que solo la audacia de un Ministro de Salud, con la franca anuencia de la Comisión Organizadora, pudo cambiar el nombre de lo fundado, sin detenerse a examinar las posibilidades de existencia real de un Instituto, por esencia ente investigador."

"Nació el instituto con servicios intramurales completos: consultorios externos, pabellones de internación plena en número de 200 camas, ambientes para hospital de día, servicios auxiliares y, en el extramuro, siete equipos en igual número de Centros de Salud, que realizan obra preventiva y asistencial al tiempo que se integran con la salud en general."

"Concebidas con fines mayormente asistenciales, la planta física no parecía contener los ambientes necesarios para la investigación. Así nació el Instituto con el mencionado Programa Comunitario y con una expectativa de la comunidad por la satisfacción de sus necesidades apremiantes. Pronto la consulta externa se atosigó de pacientes, las listas de espera se ampliaron de modo desmedido y el servicio de emergencia se vio cubriendo, además de la emergencia real, la creada por el afán de los concurrentes de obtener una atención inmediata, por apresurada e incompleta que fuera."

(...)

"Es interesante comparar nuestra situación con lo acontecido con una institución similar, creada esencialmente para investigar, el Instituto Mexicano de Salud Mental, donde el personal y la infraestructura están destinados específicamente, desde su creación, a ese fin, utilizando como campo clínico otras organizaciones o servicios asistenciales. Ya consolidado su desarrollo, el Instituto Mexicano está por crear su propio campo clínico, con miras a optimizar el estudio integral de la patología mental."

"En nuestro instituto, por las circunstancias mencionadas, ha ocurrido lo contrario: un vasto campo clínico prontamente reclamado por la población usuaria, y pocos recursos para la investigación formal. No se puede forzar la situación existente."

Hasta aquí la cita mariateguiana. Sorprende constatar cómo, pese al tiempo transcurrido, pareciera que hubiese una doble cronología: estamos en el año 2013, sí, pero a la vez sigue siendo 1987, cuando Mariátegui redactó sus líneas. El proverbial y criollo ingenio peruano aprovechó una donación extranjera para construir un centro de salud mental en el pujante cono norte de Lima, área huérfana de servicios de esa índole, pero con la planta hospitalaria que se había diseñado originalmente y le colgaron luego el ostentoso letrero de "instituto". ¡Y ahora no tenemos 200 camas sino apenas 80!

Honorio Delgado define a la doble cronología como aquella anormalidad esquizofrénica de la conciencia del tiempo en que el sujeto tiene su fecha propia, que considera la verdadera, pero no desconoce la universal, la de los demás; por supuesto no se trata de estirar la comparación para acomodar esta paradoja donde un texto antiguo sigue vigente, no es psicopatología, no,  no hay que buscar sofisticaciones alegóricas para una realidad que marcha fuera del compás del tiempo, sobre todo si se trata de salud mental y de nuestro país.  (Aunque el fenómeno de frustración del presente, tan evocador por su sola denominación podría ser aquí invocado).




Porque el hábil montaje fotográfico mostrado aquí arriba, pergeñado por un respetado profesor nuestro y que representa a algún postrer psiquiatra sobreviviente a la hecatombe final del universo e interrogándose por el dilema ontológico de nuestra institución, no grafica la respuesta final e inútil (dado que ya nadie podría escucharla): ni lo uno ni lo otro, ni fuimos ni somos hospital y tampoco fuimos ni somos instituto.  



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4 comentarios:

Unknown dijo...

(En 40 años) Hay que construir un nuevo hospital. Le cambiamos el nombre y le quitamos otras 40 camas y voila!!! Jaja, en el Perú ocurre de todo.

Anónimo dijo...

(En 40 años) Hay que construir un nuevo hospital. Le cambiamos el nombre y le quitamos otras 40 camas y voila!!! Jaja, en el Perú ocurre de todo.

José Manuel Brea dijo...

De Centro de Salud mental a Instituto..., creció la demanda y las listas de espera y la exigencia de atención inmediata se solapó con la de emergencia real. Lo esperado.
Algo similar acaeció por estos lares con la Reforma Sanitaria, rimbombante e improvisada, políticamente efectista, de cara a la galería. Y los males vinieron consecuentemente. Amigo Lizardo, en (casi) todos los lugares se cuecen habas.
Saludos cordiales.

Lizardo Cruzado dijo...

Alguien remató aquel refrán que tú citas, amigo José Manuel, alegando chauvinistamente que "...pero en el Perú solo se cuecen habas."
Un abrazo, amigo mío.