domingo, 27 de julio de 2014

Dos reglas para entrevistar personas con psicosis





Carlos Castilla del Pino (1922-2009)



Es sumamente difícil poder asumir las reglas que deben sustentarse en la entrevista con psicóticos. Hay personas especialmente dotadas que las ponen en juego sin que le hayan sido trazadas. Pero en el estado actual de nuestros conocimientos acerca de la psico(pato)logía de la interacción es exigible que se sepa qué es lo que se hace, aun cuando se haga bien sin saberlo. Aun así, no cabe duda de que toda entrevista -y esto vale tanto para psicóticos cuanto para no psicóticos- tiene aún mucho de arte, en la medida en que exige improvisación, en la medida, también, que exige calibrar el cuantum de lo que ha de proponerse y puede ser requerido en la oportunidad de un momento interaccional. 

La primera regla que ha de seguirse es que la conducta psicótica tiene sentido. Puede sernos incomprendida, pero no podemos considerarla incomprensible. Si se vive seriamente esta regla, la relación interpersonal con el psicótico puede transcurrir desde el primer momento con la mayor simetría  posible, con naturalidad, sin ansiedad, (o, al menos, mínimamente). Cualquiera que sea la conducta del paciente, es una conducta relacional, y el entrevistador puede aceptar o rechazar la relación que el paciente propone, pero en todo caso no lo descalifica, al estimar su acto de conducta como acto con sentido. Desde el primer momento tratará de indagar de éste cuál es ese sentido, porqué propone con nosotros ése y no otro tipo de relación, en qué consiste el contexto del que deriva ese acto que no comprendemos. Pues ese acto, aislado del contexto en la apariencia, ha de remitirnos necesariamente al contexto interno del sujeto, único en el sujeto autista, que no parte de la realidad externa, sino de su mundo interior en exclusividad. 

En ese sentido, en el intento de comprensión de la conducta, tanto verbal como extraverbal, del esquizofrénico, se atenderá sobre todo al descubrimiento de las pautas individuales de relación que se escondan tras sus actos.  (...) O se acepta el contexto del paciente o se renuncia, pues, a la intelección del sentido de sus actos. Aun cuando se haya conseguido en algunos momentos la interacción deseada, debe contarse con la posibilidad del salto, aparentemente caprichoso del psicótico, mediante el cual trata de retraerse de la comunicación previamente conseguida.

La segunda regla es que el entrevistador ha de tener presente lo siguiente: el sujeto psicótico no es necesariamente psicótico en su totalidad. Buena parte de la conducta que denominamos psicótica está basada en la consideración, por parte de los familiares y también del psiquiatra, de que al ser un sujeto calificado como esquizofrénico, todo acto de conducta de éste, mientras no se demuestre lo contrario, es esquizofrénico. Esta actitud conlleva la brutal descalificación del paciente, lo mismo si al paciente se le desdeña abiertamente en su conducta que si, por ser enfermo, se conduce uno con él de manera condescendiente. La mejor calificación de la identidad del psicótico estriba en tratar de comprender sus razones, reconocerle la razón allí donde la posee, o exponerle las razones para disentir con él. En suma, comportarnos con él como debe ser -al margen de toda connotación ética- todo comportamiento con los que consideramos sanos, y en los que debemos técnicamente tratar de aproximarnos para entender las razones que le llevan a sustentar algo que consideramos muchas veces errado. El reconocimiento de la identidad del psicótico es la base de la interacción positiva con él, la única que hace posible que se desenvuelva con mínima ansiedad por parte del propio terapeuta. Aun así, el terapeuta debe saber que este tipo de relación, sin duda benéfica, no es todavía una relación terapéutica en sí misma. Se trata, como dije, simplemente, de la mejor de las interacciones posibles, y, por tanto, no exenta de crisis.  La razón de ello es que si bien el contenido psicótico es errado, como todo error la mayoría de las veces, y en la psicosis siempre, se sustenta sobre bases profundamente emocionales. (...) Saber contradecir al paciente y, al mismo tiempo, evitar la descalificación de su self en cada momento interaccional, es el arte de toda entrevista, en la que debe obtenerse, cuando menos, la posibilidad de otra y otra , en idénticos términos.


Carlos Castilla del Pino.
 Introducción a la Psiquiatría, 2.
Madrid: Alianza Editorial; 1980. pp. 290-291. 





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