sábado, 9 de mayo de 2009

Nuevas postales institucionales



Habiendo sido repetidas veces interpelado por diversos colegas y compañeros de trabajo de ese Paraíso Terrenal que es nuestro hospital (llamado Instituto Nacional de Salud Mental) acerca del porqué de mis acibarados denuestos bloggeriles hacia la sacrosanta entidad que nos cobija, he sido sobrecogido por una crisis introspectiva respecto a tal actitud, ciertamente mezquina e incuestionablemente baja. De modo tal que, como acto de contricción muy justo y necesario, ahora dedicaré un post a loar los atributos excelsióricos de nuestro querido instituto. Obviamente, en un inicio no supe cuál perfección preferir: ¿su acrisolada producción académica?, ¿su escuela psiquiátrica de formación con sello propio?, ¿su fino trabajo clínico admirado y reputado allende las fronteras?, ¿su revista Anales siempre actual y siempre en la cresta de la ola?. No, señores, de entre tantas maravillas, escojo el más admirable y admirado de todos los tesoros del Instituto: el supremo encanto de sus edénicos jardines.







En nuestro querido Instituto, el verdor nos aturde y ciega: los familiares de pacientes creen que se trata de una clínica. A veces, algunos colegas lo creen también.



El silencio monástico de nuestro querido manicomio casi puede palparse. Muy de cuando en cuando se ve a alguien dirigirse a su trabajo. Pero en el segundo piso, nada turba la oración, el recogimiento y la investigación...

...excepto el sonido de las flores haciendo lo que saben: florecer. Aunque muchas no lo saben hacer:


Toda una leyenda cabe en estas cuatro letras: INSM, Instituto Nacional de Salud Mental.

Hace algunos años fuimos rebajados a IESM: Instituto Especializado de Salud Mental. Pero todos nos unimos en la brega y salvamos esa letra bendita. Hoy seguimos siendo INSM: más fino, ¿verdad?. Ahora bien, dado que ya nos internacionalizamos, lo justo sería ser IISM.


Una vista aérea de la letra que nos enorgullece y es nuestra razón de ser: la N -ojo, ene-.


Coquetas ramadas...

soledosos vericuetos...

...y bucólicos parajes, deleitan los sentidos de pacientes, familiares y personal. El efecto de sugestión es poderoso: muchos trabajadores están convencidos de vivir en un eterno día de camping.

Tributo al Maestro y Patrón Tutelar: busto de Don Honorio Delgado. Misteriosamente, aunque poden una y otra vez esa pequeña jungla que lo rodea, el busto insiste en agazaparse y esconderse, como si tuviera roche.

Ermita de deidades católicas: luego de peregrinar por la entrada del instituto, accesos de los pabellones y hasta el comedor, lugares donde desafortunadamente dadas las características de nuestros pacientes, fomentaban su desatado misticismo, las imágenes sagradas debieron confinarse a esta artificiosa gruta camuflada en la floresta.

Otro tradicional rincón de nuestro hospital frenopático: la simpática y ensoñadora rotonda. Sosiego de caminantes, refugio de chismorreos, a su bienhechora sombra ha nacido más de un amor entre residentes -y entre pacientes-.


Inclusive a su vera, un colega de reconocido entusiasmo por la atención al paso, a veces despliega su arte y su ciencia, todo un sacrificado e incomprendido apóstol de la empresa privada. La rotonda también sirve para solaz de los que se aburren de las conferencias en el auditorio -ergo, habría que ampliarla-.

Pero esas pequeñeces se esfuman ante la grandeza de estas palmeras que contemplan más de un cuarto de siglo de labor hospitalaria. Sus penachos airosos parecen sugerirnos una actitud que desdeñe las bajezas cotidianas, en pos de un mayor anhelo, un superior derrotero...

...en esta toma, por ejemplo, la palmera lame una fulgurante rodaja de piña en almíbar. ¿No semeja acaso el atardecer de una playa tropical? Es que en nuestro manicomio todo invita a la expansión y al relajo: ¡que traigan unas piñas coladas!

Pero el jardín más significativo del Instituto casi pasa desapercibido y anónimo, escamoteado bajo las llantas de los carros en el estacionamiento:

Este brote de hierba silvestre no tiene jardinero ni fertilizante, pero crece indoblegable, lozanamente, representando una pujante voluntad de seguir trabajando con denuedo para que no nos gane la inercia, la poltronería y el marasmo de la siesta sobre los laureles. Sólo así podremos estar orgullosos del rimbombante nombre que tenemos.

(Continuará...)

2 comentarios:

  1. Tony Chávez Uceda10 de mayo de 2009, 15:13

    Ah, pero si Beethoven pudiese resucitar y tomar un descanso en ese paradisíaco lugar, volvería a reescribir la sexta sinfonía (Pastoral), entre esos árboles el viento sugiere el tema de las cuerdas, los pajarillos el diálogo entre la flauta y el piccolo, y las cercas vegetales, el sugestivo tema de los metales, en especial de los cornos. Si no, deleítense con el segundo movimiento de esta sinfonía inmortal, dando un paseíto por ese milagro de la flora, donde faunos bellos, sátiros alegres y núbiles ninfas pululan y alegran el alma (psique).

    http://www.youtube.com/watch?v=vMITF0DWJyE

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  2. Faunos hay, sin duda, pero muy feos, sátiros también se encuentran, pero escasean mucho las ninfas lamentablemente.
    Habrá que conformarse con Beethoven, que de por sí ya es bastante: aquí se prefiere a Tongo y a Toño Centella. Imagínate...

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