jueves, 9 de agosto de 2012

¿Es el Movimiento SALUD MENTAL GLOBAL una cortina de humo ante los males de nuestra sociedad?






El reconocido psicólogo Vaughan Bell, animador del imprescindible blog Mind Hacks, ha publicado recientemente un amplio post sobre el Movimiento SALUD MENTAL GLOBAL que por su importancia nos permitimos glosar aquí (en nuestro medio ha habido cierta difusión y entusiasmo por esta perspectiva e incluso Vikram Patel ha ofrecido conferencias en auditorios locales).

Vaughan Bell comienza reseñando una entrada del blog Somatosphere, a la que define como “esencial para el debate, acerca de los debates que sacuden el mundo de la “Salud Mental Global”, un campo incipiente y que tiene como objetivo hacer de la salud mental una prioridad mundial.

Obviamente, anota Bell, la idea en sí es buena en el sentido general, pero todavía hay un gran intercambio de argumentos sobre lo que significa promover la salud mental y mucha discusión sobre si el Movimiento SALUD MENTAL GLOBAL es sólo un medio de exportar las ideas occidentales y los diagnósticos en una especie de globalización del siglo XXI para la mente.

Vaughan Bell se muestra sorprendido por el hecho de que el movimiento de la "salud mental global" parezca sobre todo concentrarse en Asia y África en desmedro de la participación de profesionales latinoamericanos de la salud mental. (Aquí anotamos que Vaughan Bell conoce de cerca la realidad latinoamericana y ha sido conferencista en diversos países de nuestro continente, sobre todo en Colombia, donde ha sido distinguido como profesor visitante en numerosas ocasiones).

Bell plantea una interesante analogía para alegorizar la perspectiva latinoamericana sobre la salud mental mediante esta interrogante: “¿Cómo reaccionaría usted si en lugar de apoyar el movimiento americano de derechos civiles en la década de 1960, se le dijera que el problema principal de la población era que estaban siendo afectados por una enfermedad mental llamada  Trastorno De Estrés Post-Discriminación (TEPD)?”.

“Estoy seguro de que sería posible llegar a un válido y fiable diagnóstico de "TEPD", que podría ser objeto de consenso y que inclusive podría predecir dificultades conductuales y psicológicas y hasta  discapacidad – se sabe que la experiencia del racismo predice problemas de salud mental futura y la discriminación en la época de la lucha por los derechos civiles era extrema” -apostilla Bell y añade-: “Argumentar a favor de más recursos para estudiar y tratar un supuesto Trastorno de estrés post-discriminación (TEPD) cuando el movimiento de derechos civiles estaba en un momento crucial en las décadas de 1940 y 1950, habría sido pasible de la acusación de "poner una cortina de humo" y "causar  una distracción" cuando lo que urgía era un cambio social, no un intento de patologizar a la gente de raza negra”.

“La pregunta que ahora uno puede plantearse y muchos psicólogos latinoamericanos han puesto en el candelero es si acaso no sería mejor enfocarse en el combate contra la desigualdad y la violencia como estrategias realmente radicales para mejorar la salud mental” -continúa V. Bell, y señala-: “El enfoque occidental sobre los trastornos mentales, se argumenta legítimamente, puede distraer y cegarnos ante los problemas reales de la sociedad. En lugar de la prevención y lucha contra la opresión, lo que el enfoque occidental hace es meramente patologizar a las víctimas de la opresión.”

En este punto V. Bell hace una interesante disquisición sobre la llamada Psicología de la Liberación y su iniciador, el sacerdote Ignacio Martín-Baró, quien fue asesinado por un escuadrón de la muerte de la dictadura salvadoreña.

Bell continúa analizando el diagnóstico actualmente establecido del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): “La comprensión de Occidente de las víctimas de la guerra, la tortura y el desplazamiento en términos de Trastorno de Estrés Postraumático y otras etiquetas diagnósticas es en gran parte debido a la experiencia de tratamiento de los refugiados que han huido de estas terribles situaciones.”

“En este contexto, el Trastorno de Estrés postraumático (TEPT)  tiene sentido en la cultura Occidental, ya que posee el supuesto implícito de que la persona que lo sufre ahora está a salvo (después de todo, es “post-traumático”) y que las experiencias y reacciones que se describen en el diagnóstico, por lo tanto, son ya inadecuadas para su nuevo contexto.”

“Sin embargo, si una persona sigue viviendo en una zona de guerra, los pensamientos intrusivos, la sensación de hallarse al límite y el intento de evitar los reminiscencias de peligro y amenaza, podrían comprensiblemente ser considerados un reacción del todo razonable a la experiencia constante, persistente de la muerte y la violencia.”

Vaughan Bell insiste lúcidamente: “Y esto se verifica cuando te encuentras con gente que vive en zonas de guerra, pues aunque claramente cumplen los criterios para Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), sin embargo rara vez se quejan de su estado mental. Más bien se hallan generalmente más preocupadas por los peligros reales y cotidianos de su entorno. Esto es, están preocupados por la tortura, no por pensamientos intrusivos acerca de ser torturados; están preocupados por la amenaza real de la violación, no por una mera ansiedad sin objeto concreto.”

Y continúa: “Por lo tanto, la pregunta difícil es: ¿estamos realmente ayudando a esta gente mediante el envío de profesionales y brindándoles entrenamiento para reconocer y tratar a las personas con, por ejemplo, Trastorno de Estrés Postraumático?”

“Y aquí es donde Martín-Baró se inspiró –sigue Vaughan Bell-: pues la forma de entender y tratar los problemas de salud mental, según él, es siempre política. No hay neutralidad absoluta en la forma en que entendemos el sufrimiento y la angustia; y aquellos que piensan que lo son, por lo general resultan simplemente ciegos a sus propios prejuicios.”

“Y este hecho es uno de los nudos gordianos que el Movimiento SALUD MENTAL GLOBAL está afrontando en la actualidad. Y ni qué decirlo, existe una enorme cantidad de prejuicios y sesgos que reconocer y superar.”

Prosigue nuestro amigo Bell: “Así, Big Pharma propicia teorías neurocientíficas con tanto entusiasmo como la publicidad de sus productos farmacéuticos. Entonces los profesionales de salud mental del entorno occidental pueden verse a sí mismos como sanadores de personas que no necesariamente necesitan sanación.”

“Los investigadores de los países pudientes ven una mina de oro sin explotar de los datos de la realidad en los países en desarrollo y los científicos locales ven una salida a lo que parece una limitación de la vida académica tan poco glamorosa lejos de las luces brillantes de la sofisticada ciencia del Hemisferio Norte.”

Bell concluye reflexionando: “Así que cuando hablamos de capacitación y formación en salud mental ¿estamos hablando de educación o de propaganda? No es una pregunta fácil de responder, o, para muchos, incluso de pensar.”

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3 comentarios:

  1. Un enorme placer volverte a leer, Lizardo.
    Esther.

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  2. El placer es mío, Esther, de haber vuelto a este predio y poder saludar a los amigos nuevamente.

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  3. Entiendo tu punto de vista, pero los problemas de salud han existido siempre y es ahora cuando la gente los está sacando más a luz con la intención de normalizar la situación de ir a un psicólogo

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