Solamente había una cama disponible en
Observación de Emergencia y el enfermero pasó el triaje número 10 de la guardia: un varón joven, indocumentado, y que estuvo causando “perturbación del orden público” –según rezaba el escueto parte
policial-. Era más de medianoche.
El patrullero había partido raudo con sus
luces de colores dejando a un hombre desaliñado, barbudo y con una larga túnica
sucia pero sin compañía de ningún informante; en realidad, el hombre no parecía
haber causado ningún desorden, ni privado ni público. Al contrario, lucía más
calmo que todos quienes se hallaban de turno en Emergencia.
— כי ה 'עצמו בצעקה, עם קול של המלאך ועם טראמפ של אלוהים יהיה לרדת משמים- la voz del hombre discurrió apacible, serena, al ingresar para la entrevista.
— ¿¡ !? - amodorrada en su silla, la médico residente de turno, entreabrió un párpado.
— כי ה 'עצמו בצעקה, עם קול של המלאך ועם טראמפ של אלוהים יהיה לרדת משמים– repitió siempre de pie, en el centro del consultorio, el misterioso hombre, separando apenas sus labios.
— Hoy ha sido día de psicóticos –pensó bostezando la residente tras breves segundos mientras garabateaba una receta-. Glosolalia, esquizofasia o parafasias, igual… te cae tu ampollita de haloperidol…
El enfermero entró nuevamente con otro par
de triajes, recibió la receta que le alcanzaban y se llevó
sin dificultades al hombre barbado hacia el tópico; a los pocos segundos se agitó un paciente en observación y tuvieron que acudir todos para contenerlo, luego llamaron de pabellón con urgencia y la residente se perdió en medio
de la oscuridad de la noche pensando si llegaría a cenar, al menos, antes de las 2am.
Cuando volvió de pabellón respiró aliviada, sólo estaban pendientes el par de triajes en su escritorio, los atendió sin dilación y antes de cenar preguntó al enfermero cómo estaba el hombre barbudo traído por la policía y que hablaba tan extraño.
Cuando se acercaron vieron que la paciente con esquizofrenia, dormía, y la cama de al lado estaba vacía. Buscaron en el baño y en los corredores: nada. El paciente se había fugado.
Mientras la residente subía con su taper de comida fría miró por la ventana: ya estaba desvelada, se le había ido el apetito y ni una nube de gloria cubría las estrellas. Desde la entrada de la Emergencia percibió un sonido metálico pero no era la trompeta de un arcángel sino el claxon de otro taxi. Resignada, dio media vuelta y bajó.
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— Ah, ese -sonrió el enfermero- justo lo ubiqué en la cama al lado de la esquizofrénica con delirios místicos, creo que han conversado y hasta se han comprendido.
Cuando se acercaron vieron que la paciente con esquizofrenia, dormía, y la cama de al lado estaba vacía. Buscaron en el baño y en los corredores: nada. El paciente se había fugado.
Mientras la residente subía con su taper de comida fría miró por la ventana: ya estaba desvelada, se le había ido el apetito y ni una nube de gloria cubría las estrellas. Desde la entrada de la Emergencia percibió un sonido metálico pero no era la trompeta de un arcángel sino el claxon de otro taxi. Resignada, dio media vuelta y bajó.
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Hay cuentos que se vuelven verdaderas pesadillas, amigo Lizardo.
ResponderEliminar¡Feliz 2013!
Un abrazo igualmente, amigo José Manuel, y mis mejores parabienes para ti en este año que se inicia. Gracias por tu amable visita.
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