La procrastinación es enormísimo asunto que quisiéramos en algún momento detenidamente tratar. Lo trajo recientemente a colación nuestro colega Miguel, desde su blog. Y, como resulta predecible, no hemos avanzado nada por causa de la misma procrastinación.
La procrastinación es, sin duda, mucho más que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy: aquel moroso ocuparse de todas las pequeñas trivialidades posibles antes de emprender la asignada labor, la remolona tendencia a engolfarse en el minúsculo detalle que cual árbol escogemos para no ver el bosque, el diferir el esfuerzo hasta ya tener encima la fecha límite de modo que esta urgencia se imponga sobre nosotros y nuestro poltrón hábito de postergar sea así, al menos brevemente, acallado. Todo procrastinador de buena estirpe sabe a lo que me refiero.
Aunque el equivalente latino de la palabra ya aparecía en textos de la antigua Roma, aparentemente en aquella época el vocablo poseía una connotación positiva en el sentido de diferir las decisiones para su meditación sopesada. Muchos siglos después, en un sermón impreso que se conserva del siglo XVII, aparece ya la palabra procrastinación negativamente impregnada de pereza y displicencia. Este concepto se verá afianzado al avanzar el tiempo.
Una observación interesante e hipotética es que, con el desarrollo de las sociedades, su tecnificación y la predominancia del sistema económico basado en la manufactura antes que en lo agrario, la vida humana resulta plagada por plazos, términos y fechas límite; de modo tal que la conducta procrastinadora pierde su inocencia y deviene en contraproducente hábito a ser proscrito. Por ello, con la sociedad industrializada, la procrastinación se encumbra y señorea.
No deja de ser interesante, en esta perspectiva, la probabilidad de que actualmente las conductas procrastinadoras estén incrementándose o, para decirlo en otra forma, que los elementos que influyen en las personas y sus tendencias procrastinadoras estén también ejerciendo presión mayor. No puede soslayarse el rol facilitador de internet y la cibernética, donde las más tentadoras distracciones se hallan a la mínima distancia de un click del ratón. De hecho, la ciencia psicológica se halla abocada hoy al estudio de la procrastinación y algunas cosas son aparentemente obvias: la gratificación de procrastinar es inmediata mientras que la recompensa de la labor encomendada es muchas veces dilatada; la ansiedad de enfrentarse a una tarea que pretendemos ejecutar perfectamente gatilla nuestra evasión procrastinadora; aquí la motivación y sus estilos tienen un rol trascendente.
De allí a patologizar y crear un síndrome o 'trastorno procrastinatorio'... No, pues.
Mientras seguimos procrastinando investigando sobre este apasionante tema, aquí adjunto dos videos (en inglés) pero que grafican muy creativamente el concepto de procrastinación. Sus autores han sido hidalgos en reconocer que sólo estaban procrastinando.
El primero es de John Kelly, no tiene subtítulos pero es muy dinámico en su presentación visual:
El siguiente es más reciente y es de autoría de Lerner & Sandert (tiene subtítulos en inglés) y aquí el flujo verbal es quien lleva la batuta.
Los enlaces son valiosos y ricos en información para procrastinar.
ENLACES:
En procrastinar nadie me gana. Aunque debo reconocer que eso me ha dado demasiados problemas en la universidad y el trabajo, pero la verdad es que me encanta hacerme cargo de las trivialidades, antes de las "labores obligatorias", o tal vez es que para mí lo llamado "obligatorio" no es lo más importante.
ResponderEliminarLo que me da risa es que todo quieren convertirlo en patología, ¡por dios! si la gente procrastinara un poquito más y no estuviesen presionándose a cada segundo por las "labores obligatorias", de repente pensaríamos un poquito más.
Bueno, tampoco al exceso como todo, pero tampoco hay que verlo negativamente.
Muy buena entrada!!
Un gran abrazo,
K-M-
compañero, nosotros no hemos avanzado pero los procastrinadores se han organizado, parece que han tomado la dopamina por bandera y en breve requerirán anfetaminas para poder ser "normales". Pronto será una identidad como lo fue en la década de los noventas el ser bulímica o el ser anoréxica - o las dos cosas que era más guay, más cool-.
ResponderEliminarEn el colegio de mi padre en su case había unos arquetipos, que perduraron en mi clase. Estaba el formal, el matón, el payaso, el tonto y poco más. Se perdió "el que iba para cura" pero surgió "el que va para político"
Luego se añadió la anoréxica, y en este siglo XXI aparece la límite y ahora el procrastinador, acompañando al hiperactivo y el bipolar.
Malos tiempos para la lírica...
Yo soy también un fino procrastinador, Karen, y sin duda somos muchos, cada quien con su estilo. No me parece sino un rasgo individual en la gran mayoría de casos, que puede confundirse y no debe con patología psiquiátrica.
ResponderEliminarDe hecho, este blog es una manera de procrastinar, eh.
Cariñosos saludos.
Sin duda, Miguel,que etiquetas y auspiciadores de etiquetas no es lo que falta. Ah, de esa gloriosa incertidumbre de la vida a la que se quiere renunciar para condenar a criaturitas de 2 años hoy.
ResponderEliminarA ver qué más se viene...
Un cordial saludo.
http://zenhabits.net/procrastination/
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