Siguiendo con la trivia a la que somos tan afectos, hoy hablaremos de la Triskaidekafobia.
El peculiar nombre deviene de las raíces griegas que designan a la fobia al número 13. Paraskavedekatriafobia es el indigesto nombre asignado a la fobia al viernes 13 -y hay una sutileza semejante para los martes con esa fecha-. (Ya Ribot a fines del siglo XIX había criticado este abuso de términos 'pseudogriegos' para cada supuesta fobia).
No podrá pasar inadvertido que hemos dejado pasar adrede la fecha de ayer con este alusivo apunte para sustraernos eficazmente a su deletéreo influjo.
Por supuesto, no puede soslayarse tampoco que más que una fobia (fobia entendida como un miedo irracional y desproporcionado), la Triskaidekafobia ahora ha devenido esencialmente en un diseminado pensamiento de carácter obsesivo y supersticioso. Al punto que se afirma, en Norteamérica -ellos siempre tan pragmáticos en la cuantificación de sus pesares- se pierden muchos millones de dólares por viajes aéreos o negocios suspendidos por caer en un día como ayer, viernes 13.
-El vocablo 'fobia' ha devenido también en, multiplicidad semántica, alusión a odio, aversión y rechazo, como en 'xenofobia'; pero este es otro asunto ya-.
Jaspers había afirmado que "el delirio es la manifestación mórbida del conocimiento respecto a la realidad empírica; como la superstición y la fe respecto a la realidad metafísica", y sin duda es así, pero la superstición sigue gozando de buena salud y, tal vez por algun tiempo, así siga siendo.
Y no sólo por la ignorancia de la gente y su flagrante incultura que apela al pensamiento mágico -aunque no sean indígenas de tribus extraviadas de África y América-, sino porque lo contrario del pensamiento mágico no es el pensamiento lógico, como fácilmente pudiera creerse. Y es que el pensamiento mágico (en el que pensamientos y palabras adquieren el poder de causar o prevenir eventos, sin que medien acciones físicas entre los elementos descritos y el evento) es omnipotente. Y emerge en situaciones de miedo y temor por causa evidente, o ante la inalienablemente humana angustia sobre lo desconocido -aún en el más civilizado de los prójimos-.
Pensamiento mágico y pensamiento lógico no pueden ser vistos apenas de dicotómico y maniqueo modo. No hay sólo ditirambos o diatribas, menos ante la penosa constatación de las incertidumbres.
Hasta Skinner había demostrado -en un experimento discutido y discutible, claro- que los animales también pueden adoptar conductas 'supersticiosas' por mera asociación casual entre una conducta inespecífica, como levantar una pata, y un desenlace deseado, la aparición de comida desde el dispensador en la jaula.
Y en su misma naturaleza fisiopatológica -he aquí el apunte neurobiológico, imprescindible en todo comentario que presuma de elegante- la ansiedad puede discriminarse entre aquella representada por el pánico y la fobia -con su cortejo de tormentos somáticos y actividad desarreglada en la amígdala- y aquella dominada por la preocupación, la aprensión y el pensamiento catastrófico -con asiento en circuitos córtico-estriado-tálamo-corticales-. Al final, si bien hay distingos, también hay comunes rasgos. Las obsesiones, fenómenos que lindan con la ansiedad, esbozan rezagos de conductas atávicas como la agresión, el aliñamiento, el aprovisionamiento, el orden y el temor, la verificación y el escrúpulo, entes todos que incuestionablemente albergan una función básica y necesaria para la supervivencia y el bienestar. Por ello la psicopatología clásica solía adscribir a las fobias como variedad de pensamiento obsesivo en las que lo principal era el aspecto afectivo en forma de temor.
Así vendríamos a considerar las 'fobias obsesivas', aquellas que, a diferencia de las fobias simples, son más complejas, invasivas, involucran temores mágicos y el desencadenante es interno -no como la fobia a las arañas o a las alturas o la sangre, por ejemplo, en que lo es externo-. En estas fobias obsesivas usualmente no se producen crisis pánicas, las conductas evitativas son inútiles y los actos destinados a conjurarlas se constituyen en rituales peculiares, independientes del temor.
Tal parece ser la triskaidekafobia, aunque en la mayoría de casos, en honor a la verdad, no pasa de inofensiva cábala, simple guiño a la divinidad o a su ausencia, breve rito estereotipado ante el inabordable temor que, en mayor o menor medida, a todos nos invade ante el futuro y el azar. El tema es amplio pero sea excusado el apocamiento del bloguista -pues ya van 12 párrafos-.
ENLACES:
- Imperdible y magistral entrada del Dr. Franciso Traver, donde dice bien lo que aquí se dijo mal: Pulseras milagrosas. (En La Nodriza de las Hadas y el Rey Carmesí).
Otras entradas relacionadas en el blog:
- Catarsis: un libro de Andrzej Szczeklik sobre el arte de la medicina
Difícilmente podría encontrar escrita otra explicación sobre este tema con tanta mesura en la cantidad pero tan sobrada en la calidad.
ResponderEliminarUno, que seguirá evitando pasar por debajo de una escalera (por si algo cae desde lo alto), a partir de ahora podrá hablar con propiedad de la triskaidecofobia.
Muchas gracias, Dr. Cruzado. Y mi más cordial saludo.
Mi querido amigo, Dr. Doña: siempre Ud. tan gentil. Oiga, yo también le voy a lo de no pasar bajo las escaleras y hasta ahora bien, muy bien.
ResponderEliminarUn cálido saludo para Ud.
Será que la expresión "estar en sus trece", implica todo un vaticinio de desventuras para la terquedad?
ResponderEliminarTal parece que no, si revisamos el origen de la frase. En todo caso, el que uno 'siga en sus trece' podría tomarse más bien como un desafío a la superstición y al hado, si la causa amerita tal tenaz propósito.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.