Entre las noticias locales recientes, no puede ser pasada por alto aquella relacionada al establecimiento progresivo del 'Aseguramiento Universal en Salud' en nuestro país y que ha empezado ya -lo de universal es una simpática exageración, desde luego, pero suena bien a los oídos del público-.
El derecho a la salud nunca ha sido pleno para el común de peruanos sino restringido a aquellos que pueden acudir a clínicas privadas, o que pueden solventarse sus tratamientos en los hospitales estatales o que, si gozan además la fortuna de tener un trabajo estable y formal, disponen de acceso a los hospitales de la seguridad social. Experiencias previas como el 'Seguro Integral de Salud' (SIS) implementado en las zonas más deprimidas económicamente del país, han alentado esta nueva iniciativa aunque cabe mencionar que el Estado mantiene una deuda cuantiosa con los establecimientos de salud por las retribuciones de las atenciones brindadas con este seguro.
Entre las interesantes innovaciones del 'Aseguramiento Universal en Salud' se encuentra el que se incluirá por vez primera la atención de problemas de salud mental como depresión, esquizofrenia, ansiedad y alcoholismo. No puede sino ser bienvenida la inclusión de patologías como éstas, tan dolorosas, pertinaces y prevalentes en nuestra población, y que eran usualmentes soslayadas en beneficio de patologías primariamente 'somáticas'.
Como usualmente una imagen vale más que mil palabras y estando exentos de mayor capacidad analítica, ojalá no sea el inevitable desenlace de este pujante Aseguramiento Universal lo que muy bien expresa así el caricaturista Carlín, haciendo hablar a nuestro orondo Presidente:
Caricatura aparecida en La República (18.07.10)
La salud como derecho, o mejor dicho el derecho de los ciudadanos a que se vele por su salud, se quedará simplemente en declaración de intenciones sin el respaldo económico necesario; no hay sanidad pública sin la precisa financiación. A los políticos se les puede llenar la boca con la retórica populista y demagógica, mientras sus conciudadanos -o súbditos- se mueren a destiempo por falta de elementales cuidados sanitarios. Pero ¡líbrenos Dómine de la universalización asistencial sin tino!, que bien pudiera suceder como en la viñeta: degradación generalizada.
ResponderEliminarAquí sabemos de eso. La universalización fue un logro en su momento, pero se siguió de las inevitables malas consecuencias por la insuficiente financiación: masificación, largas listas de espera, merma de la calidad. Respecto a la asistencia psiquiátrica, el acercamiento al ciudadano a través de equipos integrados en “unidades de salud mental” también fue una gran conquista, hasta que llegó el desbordamiento por el aumento imparable de la demanda y la insuficiencia de recursos, por la deficiente planificación en suma. He visto, querido Lizardo, como algunos psiquiatras competentes y entusiastas cambiaron el insatisfactorio sistema público por la rentable actividad privada; los comprendo y no culpo sus humanas debilidades. Por eso, más valen pasos firmes, uno a uno, que grandes saltos que nos lleven al precipicio.
Un abrazo y venturosa universalización asistencial para los peruanos.
Todos queremos que sea venturosa pero estamos expectantes y sabedores de experiencias como la valiosa que nos relatas, José Manuel. Gracias y un cordial saludo.
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