sábado, 30 de marzo de 2013

¿Cómo mantenerse dentro de un paradigma científico sin ser positivistas burros?






Haciendo una breve búsqueda bibliográfica el otro día anotamos en Google Académico las palabras "ecología" y "salud mental". Usualmente uno equivocadamente asume que la ecología atañe a los animales salvajes y en peligro de extinción aislados en junglas de distantes latitudes pero obviamente así no es, el ser humano -cuyo número no se halla en peligro de extinción, aunque su "humanidad" sí que lo está- también se encuentra envuelto en una red de complejas interacciones interpersonales, sociales y culturales que impactan mayúsculamente en su salud mental, e ignorarlas sería necio, pues reduciríamos lo "biológico" a lo meramente "físico-químico", es decir, a moléculas de neurotrasmisores y nada más que moléculas de neurotrasmisores...

Ejecutando esa búsqueda hallamos este profícuo artículo de Benedetto Saraceno, destacado psiquiatra italiano que durante varios años fue el responsable del área de salud mental en la Organización Mundial de la Salud, donde examina de manera solvente cuatro palpitantes dilemas en el campo de la salud mental: 1) Cerebro vs. mente; 2) ¿Qué quiere decir bio-psico-social en realidad?; 3) ¿Cómo mantenerse dentro de un paradigma científico sin ser positivistas burros?, y 4) ¿cómo estar en la modernidad?

En el primer dilema, Saraceno anota certeramente: "existe una confusión entre la causa de una enfermedad y su historia natural. De hecho, el papel predominante que desarrolla uno de los factores al causar una enfermedad no implica automáticamente que el mismo factor siga teniendo un papel predominante y similar durante el curso de la enfermedad o en el resultado de ella." Una verdad del tamaño de una catedral pero que en estos tiempos no queremos ver aguardando tal vez la neuroimagen que corrobore y certifique que la estamos viendo.

En otro acápite, Saraceno critica con acuidad que sigamos segregando el aspecto de la enfermedad psiquiátrica del campo de la salud mental, así puntualiza: "Resulta interesante observar que tendemos a mantener estas dos nociones (psiquiatría y salud mental) separadas; la primera referida al modelo biomédico reduccionista y la segunda al holístico psicosocial. Esta separación artificial no permite a la psiquiatría liberarse de las restricciones del modelo exclusivamente médico. Cuando usamos el concepto de psiquiatría nos referimos implícitamente a su correlación con la enfermedad psiquiátrica pero no necesariamente al modelo biomédico. El concepto de salud mental incluye la problemática de la salud y de la enfermedad, su ecología, la utilización y evaluación de las instituciones y de las personas que las usan, el estudio de sus necesidades y de los recursos necesarios, la organización y la programación de los servicios para el cuidado y la prevención de las enfermedades y para la promoción de la salud". (...) "A la luz de esta masa crítica de observaciones, de datos, de hipótesis, sería un error limitarse a «sumar» la dimensión social a las dimensiones psicológica y biológica simplemente para enriquecer una lista de factores causales o de riesgo. La operación conceptual y operativa necesaria es mucho más compleja."

Y en nuestro contexto local, es penoso ver cómo seguimos aislados los psiquiatras por un lado, los psicólogos por otro, los enfermeros por otro... y no existe una sola asociación profesional dedicada plenamente a la salud mental, por encima de corporativistas gremios que más se desvelan ante supuestos intrusismos y no  por un efectivo trabajo en pro de la gente necesitada: en realidad, los problemas de la salud mental son tan grandes y tantos que nunca podrá haber intrusismos siendo el campo tan vasto y desatendido...

Y el artículo fue hallado precisamente en la Revista de la Asociación Española de Neuro-Psiquiatría, núcleo humano que a la distancia admiramos y cuya publicación es de primer nivel, sobre todo con el añadido de hallarse publicada en nuestra propia lengua, y usualmente la frecuentamos con gran fruición y provecho.

Lo que atrajo nuestra atención del artículo de Saraceno (se nos excusará la veleidad) es el castizo epíteto: "¿Cómo mantenerse dentro de un paradigma científico sin ser positivistas burros?", porque eso es lo que necesitamos urgentemente, hay que repetirlo, sí, ser científicos pero desaprendiendo el idioma de rebuznos escuetos, prosaicos, sesgados e incultos, que nos ha colonizado en la psiquiatría de hoy tanto, tanto... ¡Pues eso!



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ENLACES:

- Cuatro dilemas en salud mental, por B. Saraceno, en Revista de la Asociación Española de Neuro-Psiquiatría.

- Entrevista a Benedetto Saraceno en Revista Atopos.



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lunes, 25 de marzo de 2013

¿Qué es la psicopatología?









Aunque un autor del Siglo de Oro concedía misericordioso a sus lectores: "Y líbrete Dios, lector discreto, de prólogos largos y malos epítetos...", nunca alegó nada contra los capítulos introductorios, los que muchas veces soslayamos olímpicamente para ir, según nosotros, al tema, a la carnecita del libro, al meollo (con esa inmediatez pragmatista y alharaquienta, impaciente y frenética, distintiva de nuestra época). Y así sucede que a los libros de psicopatología los hemos tomado ingenuamente cual meros tesauros de signos y síntomas psíquicos, como meros glosarios de indicadores de locura, equivocadamente asumidos cual fenómenos eternos y platónicos que deberíamos marcar en listas de cotejo como ausentes o presentes y luego, fácilmente, lograr la sumatoria de un "trastorno". 

Habrá que revisar más estos capítulos introductorios, de proemio, con la humildad imprescindible de quien alguna vez quiso servir a sus pacientes y no servirse nomás de su especialidad, para hallar así frases lustrales como las del texto de Introducción a la Psicopatología General de Scharfetter: 
"El paciente no “tiene” síntomas, sino que vivencia determinadas experiencias y se comporta así de un modo, describible, desviado con respecto a la norma del grupo. Nada de lo que hace es, sin más, absurdo. No se trata aquí de una afirmación de índole científica, sino del reconocimiento de la psicopatología como doctrina del vivenciar y camino hacia la terapéutica. Tan sólo adoptando esta actitud nos ajustaremos al hombre enfermo."
"El hombre ha de ser considerado siempre dentro de su contexto social, jamás aisladamente. Por ello, toda psiquiatría auténtica es psiquiatría social"
"Si se logra el diálogo, ceden muchos de los síntomas calificados como psicopatológicos, para retornar en cuanto la persona en cuestión se queda sola o ha de vivir en un entorno insano, es decir: aislado o insolublemente contradictorio. Así pues, jamás hay que considerar a un enfermo como aislado de lo que le rodea."


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domingo, 24 de marzo de 2013

VÉRTEX





En algún lugar he contado la conmoción que sufrí siendo un adolescente cuando encontré una revista llamada "Psiquiatría biológica" pues era algo inusitado para mí: tablas llenas de numeritos y cifras, gráficos de barras, nombres abstrusos de moléculas y moléculas. Y aunque no se puede negar que la aproximación cuantitativa, con rigor estadístico, es valiosa y muy necesaria en la psiquiatría, de un tiempo a esta parte el péndulo ha oscilado marcadamente a este extremo soslayando que los objetos de la psiquiatría poseen una naturaleza que muchas veces no puede ser abordada sino desde el enfoque cualitativo y hermenéutico.  Así, revistas en que ambas perspectivas convivan armoniosamente, son especialmente deseables y bienvenidas, sobre todo en nuestro subcontinente, donde las publicaciones científicas no sobran.

La Revista de Neuro-Psiquiatría, fundada en 1938 en Lima por Honorio Delgado, se encuentra en un paulatino proceso de resurgimiento ojalá hasta alcanzar el brillo de otrora (cuando la mencionaba en sus escritos el mismísmo Freud o también Karl Jaspers), sus archivos de números previos van siendo subidos a internet de modo gradual y podemos reencontrar en sus páginas textos imperecederos (ahora en formato virtual) y que reclaman relectura urgente y nutricia para aquellos que nos iniciamos en el trajín de la especialidad, en estos lares.

En Argentina, desde hace ya varios lustros, siguiendo la senda trazada por Acta Psiquiátrica y Psicológica de  América Latina, fundada por  Guillermo Vidal en 1959, ha surgido otra interesante revista que se presenta como "revista de experiencias clínicas y neurociencias" y lleva el nombre polisémico de VÉRTEX, exitosamente se halla indexada en Medline, y todos sus números se pueden descargar gratuitamente desde su web (excepto los del año más reciente).

Revisando sus páginas electrónicas puede apreciarse una variedad de artículos donde no falta la mirada reflexiva, analítica -no psicoanalítica, específicamente-, y de vuelos ensayísticos. de diálogo fructuoso entre el pasado y el presente, de revisión y refrescamiento de perspectivas no idas sino maduradas, atesoradas, y donde más que sólo el pantallazo fugaz de cifras, se propende al sopesamiento y aquilatamiento de los conocimientos, de los derroteros de la teoría y praxis nuestra.

Hay mucho material enjudioso aquí para leer, y mejor si viene desde un lugar de la patria grande latinoamericana,  no por gratuito chauvinismo, sino porque necesitamos vernos nosotros mismos, leernos nosotros mismos, encontrarnos nosotros mismos. Y Vértex es una invitación a ello que no se puede desairar....




jueves, 21 de marzo de 2013

Amor, dopamina y psicosis







Reciente revisión en la Revista Española de Psiquiatría y Salud Mental (Asignación de relevancia [salience] y desregulación del sistema dopaminérgico) nos recuerda el rol trascendente de este neurotrasmisor en la psicosis.

No en la esquizofrenia sino en cualquier psicosis que haber pudiere. 

¿Qué es lo más importante, lo más relevante en el momento de su psicosis, para una persona psicótica?

Huelga decirlo: su vivencia delirante y su vivencia alucinatoria: éstas ocupan el núcleo, el eje raigal de su vida mental, de su ser todo. Y es poco decir...

Y detrás de este fenómeno psíquico extremo, la indagación neurofisiológica apunta a la responsabilidad de grupos de neuronas dopaminérgicas mesolímbicas, alojadas en las profundidades del cerebro.

¿Y cómo así de ser tanto, de ser absolutamente todo, todo en el paroxismo de la psicosis, pueden ir luego diluyéndose estas vivencias alucinatorias y delirantes hasta la rutinaria normalidad?

Ante esta pregunta el común de psiquiatras en agraz y estudiantes se enreda en receptores y vías mesolímbicas y espacios sinápticos y moléculas de dopamina... Es decir, esboza la "explicación" de los hipotéticos fenómenos que suceden a nivel de los cerebros pero no la  "comprensión" de los procesos que acontecen en la mente viva de los seres que van emergiendo desde su psicosis. 

Castilla del Pino lo había explicado rebién en su Vieja y Nueva psiquiatría, cuando diferenciaba la degradación de las estructuras delirantes ante el tratamiento antipsicótico o ante la electroconvulsoterapia....

¿Cómo un hecho determinado alcanza a ser tan predominante y central en la vida mental del individuo para luego desvanecerse poco a poco dejando usualmente polvo de delirio, alucinación de ceniza?

Cualquier profesional de la salud mental ha visto cómo la ataraxia producida por el antipsicótico va domeñando la exaltación con que el psicótico vocifera su delirio, y lo hace desde un principio; de hecho, ya a las pocas horas el paciente luce algo indiferente, menos soliviantado, más sosegado ante los productos de su mente mórbida. A los días, o pocas semanas, las alucinaciones amainan y luego, poco a poco, de haber sido su delusión un fuego inextinguible, una verdad indiscutible y arrebatadora, el paciente psicótico la soslaya y se escabulle ante las preguntas sobre ella: "ya no quiero hablar de eso, Doctor..." nos dice, o "era en broma, eso que decía era broma..." o hasta "yo no dije eso, me he confundido"... pero con un rictus de vergüenza y sonrojo que denuncian que sí sabe que dijo eso, que no se había confundido, que esa delusión y esa alucinación fueron su emblema delirante flameando en lo más alto durante la psicosis....

Esto es, al ser bloqueada la dopamina en las áreas convenientes, dichos contenidos mentales ven reducida progresivamente su arrolladora relevancia de modo tal que los procesos psicológicos habituales del individuo pueden operar y poner dicha idea en perspectiva, en discusión, en cuestionamiento, en segundo y hasta tercer plano, relativizándola, erosionándola, menoscabándola, haciendo posible su minimización, su desmedro, su portergación y su anulación y aniquilación final...

Para familiarizar al médico en ciernes con este fenómeno que no sólo acontece en individuos psicóticos, desde luego, sino en todos, pues la dopamina tiene que ver con cualquier asignación de relevancia que fuere, les hacemos a ellos la comparación más intonsa y pueril que caber puede, pero a su vez la más familiar y cercana a todos: el amor...

La idea de emparentar amor y psicosis nada nueva es, pero resulta útil pues al primero lo asumimos experiencia común a todos los humanos y a la segunda la reputamos extraña, ajena, vergonzosa y propia solamente de los locos...

¿O es que cuando uno enamorado se halla puede esquivar del centro de la mente al ser amado? ¿Puede acaso uno dejar de pensar en él, soñar con él, ilusionarse con él en cada momento?

No, no puede, al máximo se halla la dopamina toda, al igual que en un psicótico el contenido alucinatorio o la vivencia delirante, el amor así flamea en la mente del que ama.

Y si por alguna razón esa relación, ese enamoramiento se ve frustrado, al inicio la vivencia mental es aniquilante y dolorosa, de ningún modo puede uno evadirla, alejarla, sino que en todo momento nos hiere su angustia, nos emponzoña su tumultuoso remolino de sentimientos... Se piensa, se sufre, se llora, se piensa y se sufre y se llora y se piensa y se sufre...

Tras unas semanas, quiérase o no, casi insensiblemente uno va notando como esa herida que creímos sangraría eternamente va haciendo su costrita, y si algún prójimo nos recuerda los juramentos apasionados que proferimos en su momento, también llegaremos a ruborizarnos un poquito, o hasta no querremos hablar de eso, y al pasar más el tiempo, un poco más, hasta podremos tímidamente empezar a bromear sobre aquello, y luego a reírnos sobre aquello, después carcajearnos con hilaridad y entonces asomará espontáneamente el pensamiento como si uno mismo se palmease bonachonamente en el hombro: "¿pero cómo pude haber estado tan templado de una chica (o chico) tan fea (o tan atorrante), tan tonta (o pesado)...?"

Hemos vuelto a la normalidad, entonces, hemos vuelto. Así en el amor y en la psicosis.

Y los alumnos entienden...



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ENLACES:

- Lahera G, Freund N, Sáiz-Ruiz J. Asignación de relevancia (salience) y desregulación del sistema dopaminérgico. Rev Psiquiatr Salud Ment. 2013; 06 :45-51.

- Kapur S. Psychosis as a State of Aberrant Salience: A Framework Linking Biology, Phenomenology, and Pharmacology in Schizophrenia. Am J Psychiatry 2003;160:13-23.


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lunes, 18 de marzo de 2013

Los objetos "híbridos" de la psiquiatría







"Ya sea una profesión, actividad comercial o emprendimiento moral, para su funcionamiento, la psiquiatría hace tiempo que depende de la creación, la clasificación y la manipulación de "objetos" exclusivos para su praxis, que actualmente se denominan síntomas, síndromes y trastornos mentales.  Según la moda conceptual, la esencia de dichos objetos puede considerarse como : a) tipos naturales, es decir, entidades biológicas como árboles, caballos u oro, o variaciones de los mismos; o b) entidades abstractas o mentales que consisten en símbolos, ideas, mitos, representaciones alegóricas, etc., es decir, en constructos que habitan en la mente, cuyo rasgo distintivo es no depender de una conexión relevante con el cuerpo para su existencia.

A lo largo de la historia, las dos visiones anteriores se han ido turnando para predominar; en nuestra época, la primera, respaldada por la psiquiatría biológica, es la que mantiene una posición de ventaja. Esto es perfectamente comprensible, ya que las consecuencias que derivan de su aceptación encajan muy bien con las necesidades de reificación del capitalismo. Por ejemplo, sostener  que el objeto psiquiátrico es una "cosa biológica" permite: 1) que su definición sea completa en términos de "patología cerebral"; 2) que su definición de los límites (es decir, el fenotipo) sea considerada como científica y de valor neutral, y no como una elección humana; 3) que su significado y su simbolismo se consideren como "epifenomenales" y, por lo tanto, no sean "objetivos" terapéuticos primarios; 4) que el médico clínico se conciba como un amanuense "objetivo", como un científico que observa y registra hechos, y no como el miembro de un intercambio dialogal con el paciente; 5) que los médicos clínicos ofrezcan a la sociedad (incluyendo a las compañías de seguros médicos y a la industria farmacéutica) categorías y reglas bien definidas para decidir lo que está mal, lo que es disparatado, dónde invertir, qué pagar, etc.; 6) que se cuente con una clasificación de dichos objetos en términos de las mismas normas taxonómicas que regulan las clasificaciones biológicas (que en este momento consisten en la neurociencia evolutiva especulativa); y 8) que la psiquiatría pueda disfrutar del prestigio y poder de las neurociencias.

De lo anterior se puede inferir que el estado, la praxis y la comprensión de la psiquiatría dependen de cómo se definen los objetos psiquiátricos, a pesar de que el conocimiento sobre los mecanismos conceptuales involucrados en dicha definición es escaso. No está claro porqué debería ser éste el caso. La aceptación fácil y cómplice de la "visión biológica" por parte de los filósofos de la psiquaitría es sólo una explicación para este descuido. Otras explicaciones pueden estar relacionadas con el hecho de que las cuestiones en juego son difíciles de comprender y de que no existe un metalenguaje para abordarlas. "

Germán Berríos
Hacia una nueva epistemología de la Psiquiatría
Bs. As.: Polemos; 2011.




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sábado, 16 de marzo de 2013

"Yo nací un día que Dios estuvo enfermo..."






¡Salud, Poeta!



ESPERGESIA

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
              
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
              
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.               
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
              
Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
              
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.



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Hace 121 años nació en Santiago de Chuco, en la sierra norte del Perú, el poeta César Vallejo, en un día que él mismo juzgó como marcado por la enfermedad de Dios: no sabemos, y permítasenos la especulación, si el Poeta pensó que alguna enfermedad psiquiátrica, tan ominosa, estigmatizada, incomprendida, y a veces desquiciante, fuese el sospechado y divino diagnóstico...



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lunes, 11 de marzo de 2013

La piel: esa conflictiva frontera somatopsíquica






Los casos de patología primariamente psiquiátrica pero que acuden en primer término a otras especialidades médicas (en muchos casos por el estigma intrínseco de acudir a la consulta del psiquiatra) son una oportunidad desafiante para aquellos especialistas solicitados en cuanto a su habilidad para empatizar con la molestia del paciente, para orientar adecuadamente al sufriente sin invalidar su queja y para el trabajo conjunto de profesionales de distintos ámbitos, que redunde en la mejor colaboración del usuario para su tratamiento y evolución favorable.

Me detengo en lo arriba escrito y pienso en cuántas de las llamadas patologías primariamente psiquiátricas acuden en primer término a la consulta del psiquiatra: seguramente son una minoría, porque la mayoría de personas para comenzar no acuden a ningún consultorio médico, pero eso ya es otro tema: acceso a los servicios de salud y otras variables...

Uno de los llamados síndromes de Ekbom (hay dos y ambos fueron descritos por el mismo neuropsiquiatra sueco, Karl Axel Ekbom, en un infrecuente caso de doble eponimia) corresponde a la también llamada Parasitosis delirante, es decir el delirio de poseer la piel infestada de bichos (macro o microscópicos) sin que exista un correlato objetivo y demostrable a dicha queja y sin que las diversas exploraciones convenzan al sufriente de que no ocurre una infestación objetiva.

Desde luego, dado que un importante contingente de pacientes no sólo poseen el delirio de tener bichos en la piel sino que experimentan disestesias alucinatorias en su propia superficie corporal, no suele ser sencillo plantearles que eso que sienten es de cuño alucinatorio y no corresponde a un estímulo externo.

Aquí es donde colisionan las dos perspectivas lamentablemente, la vivencia subjetiva del paciente y la perspectiva objetivante del médico, digo lamentablemente porque se soslaya totalmente la dolencia del individuo y el profesional médico se concentra en una desatada cacería técnica que supuestamente descartará la enfermedad orgánica explicativa para que así el paciente acuda aliviado donde el psiquiatra. De este modo el profesional no psiquiatra creerá agotado su trabajo aunque el paciente, desde luego, no acudirá donde el psiquiatra nunca.

El rimbombante título de la entrada alude a esa naturaleza compleja y de conflicto que la piel representa como frontera entre la vivencia corporal, interna, sintomática, inalienable al individuo y la mirada fría, externa, excluyentemente objetiva del profesional médico en busca de signos y evidencias de laboratorio. Recordemos que la piel y el sistema nervioso tienen un mismo origen embrionario (ectodermo, una parte del cual evoluciona a neuroectodermo: y alguien ha dicho en acertada metáfora que son como dos hermanos que nunca se olvidan) y así la piel, frágil y expuesta, es el límite entre el yo y el universo. Su riquísima inervación la constituye en la estructura receptiva más amplia del organismo y a la vez, en emisor muchas veces no atendido.  

Aunque en toda la medicina trabajamos en función de síntomas y de signos, la psiquiatría es un campo donde prima la sintomatología, aquí la formación del médico no psiquiatra a veces carece de énfasis y de tal modo el médico queda como un tecnólogo sofisticado, escudriñador apenas de lo objetivo y suspicaz ante todo lo no tangible. Cada vez que contactamos con estudiantes de los últimos años de medicina nos sorprende constatar este sesgo casi de tipo forense, donde se duda a priori de todo lo que el paciente afirma, y se va en búsqueda desaforada de la "evidencia" y prestos a catalogar como "pitis" (pitiáticos, es decir, histéricos) a los pacientes que no encajan en tal maniqueo esquema. Pero lo que el paciente tiene derecho a esperar del médico no es sólo la mejor tecnología puesta a su disposición sino toda la mente y espíritu del médico, esto es, su capacidad de comprensión, buena fe, despliegue de intersubjetividad y empatía.

A propósito de un caso de parasitosis delirante hemos reflexionado brevemente sobre este tema tan amplio, desafiante y desatendido: el cuadro insertado al final del texto es, de lejos, lo mejor de nuestro muy breve articulillo. 


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ENLACE:


- Cruzado L, Paima-Ríos R. Parasitosis delirante: sinergia entre psiquiatría y otras especialidades. Acta Méd Peruana. 2012; 29: 35-37


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sábado, 9 de marzo de 2013

Requisitos de psiquiatra







"La psicopatología es el estudio de los trastornos del conocimiento. Por tanto, sus bases son la psicología y la teoría del conocimiento. ¿Cómo se puede ser psiquiatra sin conocerlas?"

B. Llopis
Introducción dialéctica a la psicopatología
Madrid: Morata; 1970.



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martes, 5 de marzo de 2013

¿Cuando nos volvimos "seres neuroquímicos"?






¿Y cuándo perdimos la tristeza, la saudade, la nostalgia, la murria, el ennui, la pesadumbre y su prima la tristumbre, para solamente buscarnos criterios de "depresión mayor"...?

¿Cuándo dejamos de pensar en la gente con adjetivos intercambiables con aquellos aplicables a nosotros mismos para emplear de modo excluyente etiquetas supuestamente diagnósticas?

¿En qué momento nos tornamos en una "sociedad psicofarmacológica"?

Puede decirse, de manera simplona y burda, que hemos cambiado "psicomocos" por "biobabas"... Y hemos perdido a la gente de a pie en un viaje sin búsqueda interior...

Hoy un señor humildísimo que acudió a consulta pesaroso y lleno de congoja, por su parte, me preguntó si lo que tenía no era la "andropausia"...

Y al mirarlo, intercaladamente, asomaba el cyborg neuroquímico que se nos quiere imponer aunque por momentos asomaba su cara de hombre trajinado, campechano y bueno, y se imponía a ratos el cyborg, y...

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ENLACE:

- The rise of everyday neuroscience  en Mind Hacks.


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Dos instantáneas & Callahan CM, Berrios GE: Reinventing Depression.

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Medicalización de la andropausia