Louis Hersent. La muerte de Bichat (1802)
Recientemente nuestro dilecto amigo el Dr. Brea en su blog ha publicado una entrada denominada El arte de vivir; tras leerla -y reservarla para el sopesamiento necesario- vino a nuestra mente un texto de Edwin Shneidman (1918-2009), padre de la suicidología y tanatólogo, titulado Criteria for a good death (Criterios para una buena muerte)
El tema de la "buena muerte" es un tópico frecuente en la religión cristiana, imágenes del Cristo de la Buena Muerte, templos consagrados a la "Buena Muerte", son usuales de hallar en pueblos y calles de nuestros países respectivos. Por ironía actual, y ante el trajinado boom de la gastronomía peruana, el resultado más notorio en Google ante la búsqueda de los términos "Buena muerte" es el de un restaurante así llamado por ubicarse frente a la tradicional iglesia de la Buena Muerte en el centro de Lima.
Edwin Shneidman, psicólogo norteamericano, hijo de padres judíos rusos, fue un original investigador del suicidio. De hecho, el nombre de Suicidología (el estudio del suicidio y de su prevención) fue acuñado por él y Shneidman la consideraba una rama de la psicología porque concebía al intento de suicidio como una crisis psicológica. Otro concepto valioso por él aportado fue el de "dolor psíquico" (psychache, como análogo del dolor físico) pues para él la esencia del suicidio era el lancinante, terebrante dolor y pesadumbre moral asumidos como inescapables por el sufriente (aunque han sido discutidos y relativizados, Shneidman enunció también los "Diez Puntos en común del Suicidio" que se pueden leer aquí).
Shneidman fue tanatólogo emérito de la Universidad de Los Ángeles, es decir llevaba una cátedra consagrada al estudio de la muerte y el morir; pero Shneidman era un amante de la vida así que inevitablemente (aún creyendo que no existía un más alla) consideraba a la muerte como epítome cenital e indesligable de la existencia.
Aunque Shneidman reconocía que no hay un tipo único de “buena muerte" pues cada persona tendría una “buena muerte” apropiada -la que cada uno escogería si pudiese escoger- pretendió enunciar los que consideraba globalmente criterios para una buena muerte A continuación intentamos traducirlos (y que no se deben confundir con eutanasia ni mucho menos, asunto de otra y más complicada índole):
DIEZ CRITERIOS PARA UNA BUENA MUERTE
(Shneidman E. Criteria for a Good death. Suicide Life Threat Behav 2007; 37: 245-247)
1. Que sea natural:
Una muerte natural es aquella que no resulta como consecuencia de accidente, suicidio u homicidio.
2. A edad madura:
Luego de los 70 años, en condición de lucidez y con experiencia de vida, tras haberla saboreado plenamente.
3. Que sea esperada:
Ni súbita ni inesperada, poseedora aunque sea de mínima posibilidad de advertencia -al menos unas semanas antes-.
4. Que sea honorable:
Que reciba honras finales y sin señalamientos amargos, esto es, con un obituario positivo.
5. Que esté preparada:
Esto es, que los arreglos legales y costes fúnebres queden cubiertos previamente.
6. Que sea aceptada:
Con la aquiescencia que lo inmutable de la naturaleza y el azar exigen.
7. Que sea civilizada:
Con la presencia de al menos algunos de los seres queridos y en un entorno grato para el que se va.
8. Que acabe generativa:
Habiendo entregado quien muere su legado de sabiduría, memoria y experiencia acumulada.
9. Que sea compungida:
De modo que pueda apreciarse el estado emocional propio que es una mezcla agridulce de pesar, añoranza y consideración por el que ha partido, pero sin abatimiento total. Es mejor si quedan proyectos inconclusos pues nos recuerda que ninguna vida es “completamente completa”.
10. Que sea pacífica:
Que la escena final sea llena de amistad y amor, con el dolor físico controlado si es posible.
Finalmente, Shneidman ponderadamente ofrece lo que él considera "la regla de oro" para una buena muerte, ésta centrada en los supervivientes pero encarecida a quien muere: “apóyate lo menos posible en ellos”. Esto es, que nuestra muerte, en lo posible, cause la menor cantidad de dolor a los que nos sobrevivan.
Como es evidente, aunque son metas ideales, altamente deseables para el buen momento de la expiración, por circunstancias de diversa laya cada vez seremos menos los que podamos gozar de una "buena muerte" como la que describía Shneidman. A lo más podremos aspirar a la aquiescencia y a la condición generativa del morir como trasmisión de experiencias a quienes nos perpetúan temporalmente -además de un seguro de vida y de pompas fúnebres, en cualquier caso- lo otro, cuántas sondas y tubos nos enganchen o en qué recodo nos asalte con su guadaña la muerte, no cabe ni intuirlo. Por ello al final, más vale revisar los postulados del post del Dr. Brea y vivir del mejor modo posible cumpliendo la obligación de todo hombre: ser justo y ser feliz.
Edwin Shneidman, psicólogo norteamericano, hijo de padres judíos rusos, fue un original investigador del suicidio. De hecho, el nombre de Suicidología (el estudio del suicidio y de su prevención) fue acuñado por él y Shneidman la consideraba una rama de la psicología porque concebía al intento de suicidio como una crisis psicológica. Otro concepto valioso por él aportado fue el de "dolor psíquico" (psychache, como análogo del dolor físico) pues para él la esencia del suicidio era el lancinante, terebrante dolor y pesadumbre moral asumidos como inescapables por el sufriente (aunque han sido discutidos y relativizados, Shneidman enunció también los "Diez Puntos en común del Suicidio" que se pueden leer aquí).
Shneidman fue tanatólogo emérito de la Universidad de Los Ángeles, es decir llevaba una cátedra consagrada al estudio de la muerte y el morir; pero Shneidman era un amante de la vida así que inevitablemente (aún creyendo que no existía un más alla) consideraba a la muerte como epítome cenital e indesligable de la existencia.
Aunque Shneidman reconocía que no hay un tipo único de “buena muerte" pues cada persona tendría una “buena muerte” apropiada -la que cada uno escogería si pudiese escoger- pretendió enunciar los que consideraba globalmente criterios para una buena muerte A continuación intentamos traducirlos (y que no se deben confundir con eutanasia ni mucho menos, asunto de otra y más complicada índole):
DIEZ CRITERIOS PARA UNA BUENA MUERTE
(Shneidman E. Criteria for a Good death. Suicide Life Threat Behav 2007; 37: 245-247)
1. Que sea natural:
Una muerte natural es aquella que no resulta como consecuencia de accidente, suicidio u homicidio.
2. A edad madura:
Luego de los 70 años, en condición de lucidez y con experiencia de vida, tras haberla saboreado plenamente.
3. Que sea esperada:
Ni súbita ni inesperada, poseedora aunque sea de mínima posibilidad de advertencia -al menos unas semanas antes-.
4. Que sea honorable:
Que reciba honras finales y sin señalamientos amargos, esto es, con un obituario positivo.
5. Que esté preparada:
Esto es, que los arreglos legales y costes fúnebres queden cubiertos previamente.
6. Que sea aceptada:
Con la aquiescencia que lo inmutable de la naturaleza y el azar exigen.
7. Que sea civilizada:
Con la presencia de al menos algunos de los seres queridos y en un entorno grato para el que se va.
8. Que acabe generativa:
Habiendo entregado quien muere su legado de sabiduría, memoria y experiencia acumulada.
9. Que sea compungida:
De modo que pueda apreciarse el estado emocional propio que es una mezcla agridulce de pesar, añoranza y consideración por el que ha partido, pero sin abatimiento total. Es mejor si quedan proyectos inconclusos pues nos recuerda que ninguna vida es “completamente completa”.
10. Que sea pacífica:
Que la escena final sea llena de amistad y amor, con el dolor físico controlado si es posible.
Finalmente, Shneidman ponderadamente ofrece lo que él considera "la regla de oro" para una buena muerte, ésta centrada en los supervivientes pero encarecida a quien muere: “apóyate lo menos posible en ellos”. Esto es, que nuestra muerte, en lo posible, cause la menor cantidad de dolor a los que nos sobrevivan.
Como es evidente, aunque son metas ideales, altamente deseables para el buen momento de la expiración, por circunstancias de diversa laya cada vez seremos menos los que podamos gozar de una "buena muerte" como la que describía Shneidman. A lo más podremos aspirar a la aquiescencia y a la condición generativa del morir como trasmisión de experiencias a quienes nos perpetúan temporalmente -además de un seguro de vida y de pompas fúnebres, en cualquier caso- lo otro, cuántas sondas y tubos nos enganchen o en qué recodo nos asalte con su guadaña la muerte, no cabe ni intuirlo. Por ello al final, más vale revisar los postulados del post del Dr. Brea y vivir del mejor modo posible cumpliendo la obligación de todo hombre: ser justo y ser feliz.
Edwin S. Shneidman
NB: La imagen de La muerte de Bichat la tomamos prestada del blog Medicina y Bellas Artes del colega y amigo Dr. Francisco Doña (ojalá nos prestase un poco también de su versación humanística y feliz meticulosidad).
____________________ENLACES:
- Chávez-Hernández AM, Leenars AA. Edwin S Shneidman y la suicidología moderna.Salud Mental 2010; 33: 355-360.
- Leenars AA. Edwin S. Shneidman on Suicide. Suicidology Online 2010; 1:5-18. (PDF)
- American Association of Suicidology, fundada por E. Shneidman.
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Muy buena entrada, Lizardo.
ResponderEliminarPor mi parte, le he querido hacer caso a Ciorán cuando dice que una vida completa y verdadera consiste en "tener sed de vida en los ocasos". Aunque él también aboga por la "buena muerte".
Sería interesante hablar alguna vez de este hombrecito pesimista y consolador (a su manera)
Un abrazo,
B.
Me gusta mucho el existencialismo de Yalom: "la realidad física de la muerte nos destruye, pero la Idea de la Muerte nos salva".
ResponderEliminarUn saludo
Ah, Betty, pensar que alguna vez alguien escribió: "deseo desesperadamente a la vida como otros desesperados desean a la muerte", Pero un verso aguanta todo, ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Gustavo, por esa bella cita de Yalom, es muy interesante cómo ahora él transita el camino de la novelística con igual y valioso resultado. Muy reconocido por tu visita. Un abrazo.
ResponderEliminarA estas alturas podríamos preguntar: ¿Sigues deseando desesperandamente la vida?. Mi temor no es que llegué la parca, si no que sobrepase los 70 años sin haber vivido lo suficiente.
ResponderEliminarAh, mi querido Anónimo, es que eso no se responde con un comentario sino con otro verso, habrá que escribirlo, claro.
ResponderEliminarUn saludo cordial.