Mi pequeño estupor del día ha sido enterarme que Emilio Salgari, icónico escritor de aventuras sobre piratas y combates que deleitaron mi infancia, acabó sus dias suicidándose, hace casi un siglo. Suicidas fueron también su padre y dos de sus hijos.
Uno imaginaba a Salgari como el Sandokán de sus libros: siempre triunfador, invicto y arrogante.
Pero Salgari desdeñó el pistoletazo, el láudano o la horca. Para su muerte, optó por el seppuku.
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Cuando Goethe escribió: "Hay libros que no parecen escritos para que la gente aprenda, sino para que se entere de que el autor ha aprendido algo", no podía imaginar siquiera la trivialidad potencial de internet y la blogósfera hoy.
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Afortunadamente, hasta donde mi discreta búsqueda alcanza, no menudean los artículos científicos sobre Salgari 'bipolar' o 'maniaco depresivo', predecibles según los cánones al uso en virtud de su prolífica obra literaria y su desgarrador final autoelegido.
Sería más penoso que su mismo suicidio, alguna especie de póstumo 'homenaje' endilgándole una F y un 31 en la nomenclatura de la psiconosotaxia de hoy. Digno, ciertamente, de la venganza de los tigres de Mompracem.
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Si uno husmea mínimamente en la información acerca del seppuku, más conocido como haraquiri, será sorprendido por la plétora de términos japoneses relacionados a él: chugibara, verbigracia, era el suicidio como muestra de lealtad al señor y kanshi designaba al suicidio como protesta ante un acto injusto efectuado por el superior. Shinju (literalmente, 'dentro del corazón') era el suicidio doble, específicamente de una pareja sentimental, donde debía acontecer primero y caballerosamente el suicidio del amante varón antes que el de la dama, aunque, si ambos amantes eran varones, el deber imponía simultaneidad. Incluso, muestra de la refinada y para nosotros exótica idiosincrasia nipona, antes del seppuku era bien visto escribir un poema de despedida, el zeppitsu ('última pincelada') o yuigon ('declaración que uno deja atrás').
Cuán diferente a la visión que campea occidental entre nosotros, un sólo suicidio, siempre, y del todo psiquiatrizado.
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¿Y por qué no se antepone obligatoria en la portadilla de la edición del DSM aquella frase sabia de Santo Tomás: "Teme al hombre de un solo libro"?
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Se dice que Borges alguna vez habría pretendido el suicidio: en Ginebra, en una bañera colmada de agua tibia, donde debía sumergirse para esperar el efecto del narcótico o la flebítica sajadura. Pero dado que se quemó el pie tanteando la temperatura del agua, desistió. María Kodama, su esposa, lo niega rotundamente, pero Borges solía insistir en su inveterada vocación suicida.
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Hase fatigado la relación arte / suicidio, literatura / suicidio, poesía / suicidio. Incluso en algunos artículos científicos (1, 2) se arriesga la hipótesis de la 'psicotoxicidad' de la poesía y su pésima catadura adictógena (¿hay, por merced, algo que no sea adictivo para la psiquiatría de hoy?): "La poesía es una droga, y por tanto no se debe juguetear con ella, pues si sólo se prueba no se le saca todo el partido posible, pero sí se pueden sufrir sus efectos adversos; y si se abusa de ella, si sólo se vive, convive y cohabita con ella, se acaba atrapado en sus redes, adicto y dependiente de ella. "
Más aún, se postula la necesidad (medicina basada en evidencias obliga) de rigurosos estudios prospectivos: "Creemos que se precisan nuevos estudios que analicen comparativamente la psicopatología previa de poetas que murieron por suicidio y por muerte natural, así como sobre la posible psicotoxicidad de la poesía."
"Es inútil que un hombre cuerdo llame a las puertas de la Poesía."
"No hubo ningún genio sin mezcla de locura."
Platón, Aristóteles, vayan tragándose sus palabras.
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El suicida
No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie.
Borges
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After all, I think I will not hang myself today.
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Cúmplense hoy 100 años de la muerte del genial León Tolstoi. Sábese que llevó un diario de toda su existencia y cada página en blanco, posterior a la última que había escrito, era marcada por él con la enigmática sigla: S.E.V.
S.E.V. quería significar: 'si estoy vivo'.
Hermosa entrada, en fondo, forma y reminiscencia.
ResponderEliminarBuena entrada, Lizardo
ResponderEliminarQue pena por Salgary. El sepukku fue la misma forma con la que se suicidó Yukio Mishima, un muy buen escritor, es un suicidio bastante horrible. Pero bueno, es suicidio al fin.
Leo esto en un momento no muy bueno, es extraño venía pensando en esto, hasta que decidí entrar a la computadora y...
Por hoy no escribo más (no estoy en mis cinco sentidos).
Un saludo por Tolstoi
Un abrazo
K-M-
Tremendo documento. Me has emocionado intensamente. Gracias por estas reflexiones.
ResponderEliminarUn abrazo desde BCN!!!
Magistral, esta es magistral...
ResponderEliminarLa pregunta buena, buena es si estando cuerdo uno puede suicidarse.
Según los cánones psiquiatricos y/o psicológicos actuales, NO.
Otra pregunta buena, buena, sin cánones ni nada:
¿Puede alguien (con un bagage vital) cuerdo, no haber pensado en suicidarse?
Un saludo.
Una anécdota recién leída de suicidio frustrado, que también tienen su qué:
ResponderEliminar"La historia comienza con la obsesión de Wolfskehl por una
mujer cuya identidad no se ha revelado jamás. Por desgracia
para Wolfskehl, la misteriosa mujer lo rechazó y él quedó en tal
estado de desesperación que decidió suicidarse. Era un hombre
apasionado pero no impetuoso, así que planeó hasta el último
detalle de su muerte. Concretó una fecha en la que se pegaría
un tiro en la cabeza justo al dar la medianoche. En el tiempo
que le quedaba arregló todos los asuntos financieros pendientes
y el último día redactó su testamento y escribió cartas a todos los íntimos y familiares.
Wolfskehl actuó con tanta eficacia que todo estuvo terminado bastante antes de que expirara el plazo a medianoche, así que para pasar las horas se fue a una biblioteca y comenzó a curiosear entre las publicaciones matemáticas. Al cabo de poco tiempo se hallaba observando el clásico artículo de Kummer en el que explicaba el error de Cauchy y Lame. Se trataba de uno de los cálculos más importantes de la época y de una lectura idónea para los momentos finales de un matemático suicida.
Wolfskehl comprobó todo el cálculo línea por línea. De pronto se sorprendió ante lo que parecía ser una laguna lógica. Kummer había hecho una suposición y se saltó justificar un paso de la argumentación. Wolfskehl se preguntó si habría descubierto
una seria fisura o si la suposición de Kummer estaría justificada. Si lo primero era cierto, cabía la posibilidad de que probar el último teorema de Fermat fuera mucho más sencillo de lo que muchos habían presumido.
Tomó asiento, exploró el fragmento dudoso de la prueba y se dedicó a fondo a elaborar una minidemostración que o bien
consolidaría el trabajo de Kummer o bien probaría que la suposición de aquél era errónea, en cuyo caso toda la labor de Kummer sobre el tema quedaría invalidada. Acabó la empresa al amanecer. Las malas noticias matemáticas eran que la
prueba de Kummer había sido reparada y el último teorema
de Fermat continuaba en el reino de lo inalcanzable. Las buenas eran que la cita con el suicidio había pasado,y Wolfskehl estaba tan orgulloso de haber descubierto y corregido una fisura en la obra del grandioso Kummer que su desesperación y su pesar se disiparon. ".
De El enigma de Fermat.
Un saludo
Gracias, Etiquetada. Saludos.
ResponderEliminarUn saludo también por Tolstoi, querida Karen, y que pase la borrasca. Un abrazo.
ResponderEliminarSe hace lo que se puede, Almudena y Raúl. Saludos.
ResponderEliminarLa pregunta que planteas, amigo Jesús, es inevitable y difícilmente admisible la respuesta absolutamente negativa. Claro que no.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Saludos.
Excelente y sugestiva anécdota la que nos traes, Gustavo amigo, es que la frustración tiene mucha sustancia y no la apreciamos, eh, y también lo inesperado.
ResponderEliminarGracias y cordiales saludos.
Aunque la conducta suicida suele acontecer en individuos con alguna enfermedad psiquiátrica (depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, toxicomanía), adquirida o genéticamente condicionada (como parece ser el caso de Salgari), y desencadenada por diversas situaciones (envejecimiento, enfermedad grave, trauma emocional, duelo patológico, desempleo, ruina económica, meteorotropismo…), siempre me ha parecido que alrededor del suicidio suele girar el monstruo de la soledad. La soledad con todo su cortejo: el abandono, el desprecio, el rechazo, la inseguridad, la inadaptación, el ensimismamiento, el sufrimiento, la desesperación… La soledad del náufrago y la soledad en la muchedumbre. Pero puede que esté en las musarañas y me equivoque.
ResponderEliminarPor otro lado, los tiempos han cambiado, querido Lizardo. Ahora el suicidio ritual japonés del seppuku, parece haber cedido paso a otros menos sofisticados, como el de los jóvenes nipones que se suicidan en grupo comunicándose por internet e inhalando monóxido de carbono.
http://terranoticias.terra.es/articulo/html/av2174161.htm
Qué duda cabe, amigo José Manuel, que los súbditos del Imperio del Sol Naciente seguirán sorprendiéndonos. Y equivocado no estás, que las musarañas también albergan la verdad cuando de estos asuntos de margen y olvido y soledad, se trata.
ResponderEliminarUn cordial abrazo.
Excelente entrada (segundo y postre), nada de musarañas...
ResponderEliminarEn torno al Timeo hominem unius libri hay algunas entradas interesantes en el blog del nicaraguense Sergio Ramirez (a quien de paso recomiendo leer más allá del blog, en Lima se encuentra casi toda su obra): http://www.elboomeran.com/blog-post/7/9279/sergio-ramirez/i-temo-al-hombre-de-un-solo-libro/, http://www.elboomeran.com/blog-post/7/9280/sergio-ramirez/ii-hombres-de-un-solo-libro/ y http://www.elboomeran.com/blog-post/7/9281/sergio-ramirez/iii-todos-los-libros/
ResponderEliminarbrrr...
ResponderEliminarDesde 'Margarita, está linda la mar', recordábamos gratamente a Sergio Ramírez y ahora te agradezco, Ivo amigo, por los enlaces pertinentísimos de Don Sergio y por tu amable comentario. Un cordial saludo.
ResponderEliminarHola Lizardo
ResponderEliminarTengo un blog donde he escrito sobre escritores con problemas mentales puedes verlo en http://unbipolarmas.blogspot.com encuentro en este post temas interesantes para escribir próximas entradas, gracias por inspirarme.
Encuentre mas hostorias de escritores con problemas mentales y lo de salgari es nuevo para mi.
Me encantó lo que dices o dijo borges sobre su intento de suicidio pienso que fue un poeta que no tuvo estos problemas mentales que si tuvieron otros pues logro vivir sin suicidarse, aunque según él una vez lo haya intentado, fue un poeta extraordinario de los pocos que logro vivir demasiados años, hasta morir de viejo.
Lo de que internet se ha trivializado, es algo cierto, pero tambien hay espacios interesantes, ejemplo este donde escribes, además internet permite a todos escribir, asi sean los mas banales los que mas escriban, pero es el precio de la libertad de la red, también existe la posibilidad de encontrar cosas para nuestro gusto, aunque sea dificil encontrarlas pero se logra.
Realmente es una gran entrada, me sorprenden todas tus estradas. ¡Sigue así! ;)
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