Dos recientes estudios, uno aparecido en The British Journal of Psychiatry y el otro en Archives of General Psychiatry, pretenden demostrar que el consumo de dietas en que predominan las frutas, verduras, cereales y los peces, en comparación con otros regímenes donde las grasas saturadas y las harinas y azúcares refinados son el común denominador, representa un factor protector ante el desarrollo de problemas depresivos.
Entre las hipótesis explicativas se enumeran a los beneficios de la dieta enunciada -también llamada mediterránea- por cuanto al propender a menor obesidad, menor resistencia a la insulina, menor generación de mediadores inflamatorios, menor daño al endotelio de los vasos sanguíneos, se sustentaría un mejor funcionamiento global del sistema nervioso central. Así se cumpliría al menos parcialmente el sabio apotegma del Corpus hipocraticum: 'Que tu alimento sea tu medicamento'.
De hecho, los mismos autores de los estudios reconocen diversas limitaciones que relativizan las conclusiones hasta cierto punto: Por ejemplo, el estilo de vida o las personalidades de los individuos estudiados, los eventos de vida experimentados o historia previa de episodios depresivos. Por ejemplo, ¿no podría estar involucrado el estilo llamado slow food en una forma distinta de asumir diversas experiencias más allá de la misma alimentación? Y más aún, ¿no es posible que detrás de todo se halle la imperiosidad de un replanteamiento de qué es de lo que hablamos cuando hablamos de 'depresión'?
A lo último yo diría que POR SUPUESTO.
ResponderEliminarSaludos.
aterrador el resultado de los estudios realizados, cuanto y más en que no aportan ninguna solución al problema. sí, se precisa un replanteamiento a gritos. qué bueno que don jesús coincida con éso, ya que el especialista es él
ResponderEliminarlo de los alimentos pienso que es cierto; el problema es que algunas personas, precisamente por la depresión, no comen lo que les ayuda ni lo que les empeora. creo que quieren morir de inanición...
La depresión es ante todo una enfermedad, que nisiquiera se quita con cambiar el menú. He escuchado mil veces las palabras "tienes que poner de tu parte" o "ya vas a estar mejor" y eso no es verdad, porque cuando hablamos de depresión, hablamos de resistencia, de color hormiga por más que todo este radiante, no nos damos cuenta y si lo hacemos, programamos a nuestra mente para que no le haga caso a los maravillosos días.
ResponderEliminarAhora,concuerdo en el hecho de que las golosinas y esas cosas hagan pesar de tal manera el estómago, que en un estado depresivo se siente uno peor de cansada que siempre. En mi casa si hubo una relación directa entre depresión y dieta, pero eso fue porque tuve anorexia, y antes de ello, ya tenía depresión pero moderada. Con la anorexia se fue al pico más alto, mis doctores me odiaban seguro. Pero por lo menos le hicieron entender a mis padres que eso no se me quitaba con una semana de antidepresivos y besos y apapachos. Conmigo aún ahora, (casi recuperada) existe una relación muy estrecha entre la comida y la depre, porque ambas enfermedades son difíciles de superar, pareciera que se curan para siempre, pero no. Siempre estarán ahí.
Lo digo por experiencia.
Interesante entrada. besos!
k.m.
El estudio es un trabajo epidemiológico que se limita a demostrar asociaciones estadísticas apreciables y que no sean debidas meramente al azar: a partir de allí plantea hipótesis que deberán examinarse con otros estudios, por ejemplo, si hay una relación entre cierto tipo de dieta y cierto tipo de depresión, ¿a qué se puede atribuir esa relación? Lo que se encuentre así no necesariamente podrá extrapolarse a otras circunstancias.
ResponderEliminarSabido es que a nivel hipotalámico la serotonina influye en las sensaciones de hambre y saciedad que están ligadas a sensaciones primarias de satisfacción y calma. Pero el asunto es muchísmo más complejo que tal hallazgo neurobiológico. Inclusive se debe discernir el sentido inverso en que la depresión pudiese motivar descuidos de hábitos dietéticos y estilo de vida en general. Como dice Karen, la comorbilidad entre problemas depresivos y problemas de conducta alimentaria es frecuente. Obviamente la situación no se arreglará con una dieta pero en general es una hipótesis interesante de ser estudiada. Los griegos describieron en su tiempo la melancolía y eso que se hartaban de 'dieta mediterránea'.
Saludos y gracias por sus comentarios.
Nada mejor para el ánimo que sobrecargar el olfato y el gusto con un buen vino blanco semiseco, un plato de aceitunas, y unos trocillos de queso feta.
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