Foto de Spencer Tunick. México, 2007.
Ponencia de Juan Gervás, médico general, para la mesa “Los trastornos mentales menores. De menores a frecuentes”. XXIV Congreso de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Cádiz (España), 3 al 6 de junio de 2009.
Introducción, con una historia escolar
“En la escuela donde doy clase (soy de gimnasia) llegó una maestra nueva este año, una especie de señorita Rottenmeyer, y de repente parece que en vez de escuela tengamos una clínica de diagnósticos para todo niño que no se adapta a ella: hay un tartamudo que no es tal, Pedro, pues en realidad sólo tartamudea con ella, luego está Ofelia, que la han derivado a salud mental con neurosis obsesiva (9 años), porque llora y tiene pánico a venir a clase... Cuando lo comenté con el director, me dijo “ya la conoces; es un tema delicado; es una compañera, -el corporativismo-; no te metas”… “ya, pero es que yo les doy clase, y me piden que me quede más rato para no estar con ella y veo el miedo en sus ojos... y sobre todo estamos en noviembre...” Reconozco que el tema me está afectando, pero es que entre unos niños que vomitan antes de ir a la escuela, unos padres que creen que a sus hijos les pasa algo y unos compañeros que miran para otro lado o se suman a “detectar” casos clínicos... supongo que canalizo la frustración hacia escribir (como decía Gloria Fuertes, "en vez de echarme al odio o a la calle, escribo a lo que salga"...). Pero luego, a medida que continuaba escribiendo, el tema me iba pareciendo mucho más importante de lo que había previsto, y cuando lo comentaba con los compañeros les sonaba a chino. De hecho, en educación se está en la fase de prevención, del “prevencionismo”, y cuanto más precoz mejor, sin tener muy en cuenta la medicalización. La intención (de este viaje a Ítaca) es crear opinión entre el profesorado (que es mi campo) y los servicios de salud (que es el tuyo)”.
"Es el testimonio de una maestra que se conmueve con el sufrimiento de niños y padres. Una maestra espantada que pide ayuda a un profesional sanitario pues se sorprende por la transformación de la timidez infantil en “depresión”, de la inquietud del niño inteligente y despierto en “trastorno por déficit de atención con hiperactividad”, del miedo a la maestra rígida incompetente en “neurosis obsesiva”, del dolor abdominal y los vómitos ante la exigencia escolar en “intolerancia a la lactosa”, “dolor abdominal recidivante” o “síndrome de intestino irritable”, y demás."
"¿Cómo hemos llegado a esto?"
"¿Cómo es posible que estemos transformando cualquier problema cotidiano en un problema de salud, en un “trastorno mental”? "
"¿Son los trastornos mentales menores realmente un problema de salud? "
"¿Cómo hemos llegado a esto?"
"¿Cómo es posible que estemos transformando cualquier problema cotidiano en un problema de salud, en un “trastorno mental”? "
"¿Son los trastornos mentales menores realmente un problema de salud? "
Foto de S. Tunick. Holanda, 2007.
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Leer el artículo completo: Trastornos mentales menores en atención primaria. La visión con un antropólogo marciano, por Juan Gervás.
ENLACES:
- Vínculo original en Healthy Skepticism.
- Página web de Spencer Tunick.
La intolerancia a la lactosa no es un problema mental, si no una condición física con una etiología definida. A este paso vamos a terminar diciendo que a la "tosecita fuerte con calenturas" la llamamos ahora "tuberculosis", por puro esnobismo.
ResponderEliminarCriticar una posición no tiene por qué significar irse hasta el otro extremo.
Me parece que el autor precisamente trata de referirse al esnobismo que puede llevar al sobrediagnóstico de la "intolerancia a la lactosa" -actualmente la publicidad dirigida al público en general fomenta el consumo de fórmulas y preparados magnificando la dimensión epidemiológica y la severidad de tal supuesta intolerancia-. Contimás que la reconocida proclividad de los infantes a la somatización gastrointestinal, podría muchas veces ser confundida con dicha intolerancia, en el frecuente círculo vicioso de padre-ansioso-que-vende-síntomas-del-hijo y médico-con-antiparras que diagnostica cuadros para los que habría un "tratamiento específico": ¡eureka, leche sin lactosa!. Desde la perspectiva del autor, como médico general, sin duda ha podido acceder a una casuística de "niños intolerantes a la lactosa", que es importante reconocer, con cargo a complementar desde luego con la respectiva bibliografía.
ResponderEliminarComo Ud. mismo dice: "criticar una posición no tiene porqué significar irse hasta el otro extremo", admitirá entonces que su ejemplo es desmesurado: ni clínica, ni epidemiológicamente, ni como problema de salud pública, cabe poner en pie de comparación a la intolerancia a la lactosa con la tuberculosis.
Muchas gracias por su comentario.
P.S. El correo electrónico del colega autor es jgervasc@meditex.es
A mí me da la impresión que la crítica es más hacia el sobre diagnóstico de enfermedades como "intolerancia a la lactosa" debido a una serie de prejuicios contra las enfermedades mentales. Claro, como padre preferiría pensar que las buitreadas, zurradas y cuescos de mi hijo se deben a que sus enterocitos y flora no toleran el disacárido en cuestión, a pensar que se orina en los pantalones por un profesor o profesora deleznable. Respecto a la somatización, así como el intestino irritable, viene a ser un transtorno de difícil diagnóstico, como nos lo demostró el Dr. Guarniz citando uno de sus casos. Sin embargo eso le da bellos tintes a nuestra profesión, el tener casos desafiantes, exigentes, que permitan explorar la bella interacción entre nuestros neurotransmisores, axones y órganos.
ResponderEliminarEfectivamente, existe la tendencia a sobrediagnosticar ciertas patologías que adquieren el estatus de moda (en la actualidad: el trastorno por déficit de atención, la anorexia, la personalidad limítrofe y otras, como antes lo fue, por ejemplo, la disrritmia), por presión de los mismos pacientes y/o sus familiares, o por motivos netamente económicos ("incentivo" del laboratorio que fabrica la "cura" contra dichos males). Evitemos, sin embargo, caer en el extremo opuesto del subdiagnóstico, pues la proliferación esnobista de casos falsos positivos de determinado diagnóstico, no implica necesariamente que tal diagnóstico no pueda plantearse como posibilidad nosológica en otros pacientes.
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