jueves, 12 de marzo de 2009

Recordando la vieja Clorpromazina






Ahora que Quetiapina es una molécula aspirante a ser casi una panacea psicofarmacológica, debemos recordar que la añosa y muy venida a menos Clorpromazina -en países de habla inglesa su nombre comercial era "Thorazine" y en otros lares fue "Largactil"- también tuvo sus momentos de esplendor y apogeo, sus días de opulencia y gloria cuando se la empleaba en las más variopintas patologías con expectativas sensatas pero también con el melindre de la novedad. Sea este un recordatorio de que la moda y sus veleidades no son privilegio sólo del bello sexo sino de la psicofarmacología también, y que los fármacos no son sólo moléculas sino también objetos sociales y culturales.



Clorpromazina en menopausia


Clorpromazina en ansiedad

Clorpromazina en psoriasis



Clorpromazina en desórdenes gastrointestinales


Clorpromazina en bursitis


Clorpromazina en alcoholismo


Clorpromazina en artritis


Clorpromazina en asma severa


Clorpromazina en cirugía


Clorpromazina en "estrés" emocional

Clorpromazina en cáncer



Clorpromazina en niños con "problemas de conducta"


Clorpromazina en niños hiperkinéticos


Clorpromazina en vómitos pediátricos

 

Clorpromazina en síntomas negativos de esquizofrenia




Ah, la vieja Clorpro. Cuántos usos aún podemos darle, cómo no. Imposible olvidar algunas anécdotas con ella: cuando yo era una criatura de año y meses -esto me lo han contado- tuve un cuadro de vómitos y diarrea incoercibles, no necesariamente de etiología infecciosa, del que fui curado gracias al Largactil en gotas, el que actuó como bicéfalo tapón. Santo remedio.

Recientemente, ya en la práctica psiquiátrica, llegó a nuestra emergencia un empingorotado caballero en un lujoso automóvil. Pensando que se había extraviado, pues nuestro manicomio se halla en el cono norte de Lima, requerimos la razón de su visita. El gentleman nos dijo que venía de una clínica pituquísima referido por su gastroenterólogo porque tenía... ¡hipo! Ante nuestro pasmo nos dijo que su médico no podía domeñar su hipo incoercible de 3 días de duración y le dijo que el último recurso era el Largactil pero que no tenía experiencia en su uso y por eso lo mandó con nosotros. Efectivamente, le dijimos, la clorpromazina también sirve para eso y lo recetamos y lo inyectamos y santo remedio. Adiós hipo.

Quizá dentro de cincuenta años -así es la antigüedad de estos avisos de la vieja Clorpro- podamos presentar un post con la entusiasta publicidad actual de Seroquel y veremos cómo pasa brutalmente el tiempo. Pero hoy no puedo dejar en el tintero mi experiencia reciente con Clorpromazina pues me la inyecté en un alarde de autoexperimentación -no, no estaba psicótico, vale aclarar-: ataraxia, claro, discreta somnolencia, leve torpor y un dolor que me duró tres días en el... en el sitio de inyección.


7 comentarios:

  1. Dos mas sobre clorpromazina:

    http://siggisiggibangbang.com/pictures/geschiedenis-largactil.jpg

    http://therapeutic-agents.u-strasbg.fr/images/Largactil1955.jpg

    ResponderEliminar
  2. Justo lo que estabamos hablando hoy! Muy interesante su blog, ya nos estaremos encontrando por aqui o quien sabe donde.

    ResponderEliminar
  3. La publicidad francesa de clorpromazina como que tiene más estilo, ¿no? Sobre todo aquella basada en el famoso cuadro de Pinel liberando de sus cadenas a las orates: la clorpromazina luego liberó a los pacientes de su psicosis. Redondo el mensaje. Sobre todo porque Pinel y la Clorpro eran coincidentemente de la bella tierra gala.

    Gracias por los comentarios.

    ResponderEliminar
  4. Una observación más detallada de las propagandas americanas demuestra un subliminal uso del modo condicional, que obviamente, era dirigido a evitar las demandas judiciales, es decir, el otro tipo de lenguaje americano. Esos gringos, deben aprender de los verdadero chamanes, destiladores de las verdaderas y únicas panaceas, como en este ejemplo

    http://1.bp.blogspot.com/_RQq1O5tSh9I/SSSYOlx8OrI/AAAAAAAABMk/4U9YxcmUf8Q/s320/timo+curandero.jpg

    ResponderEliminar
  5. Sí pues, pero habría que distinguir entre los chamanes verdaderos, que comparten legítimamente una cultura y una tradición social, y los charlatanes, advenedizos, taimados y usualmente expoliadores.
    El márketing y la credulidad humana... qué parejita.

    ResponderEliminar